Josiane no quería estar allí, pero se vio obligada a ir a terapia debido a las reglas del refugio en el que vive.
Patrícia, su psicóloga, estaba acostumbrada a tratar casos difíciles, pero nada la preparó para Josiane.
Entre la ética y el amor ¿cuál prevalecerá?
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Capítulo 10
Continuación de la nueva sesión
Patricia respiró hondo, sintiendo el peso de la tensión entre ella y Josiane. Las palabras de Josiane aún resonaban en su mente. No era fácil escuchar aquello, pero sabía que necesitaba encontrar un punto de conexión. Algo más allá de las anotaciones, más allá de los diálogos quebrados y llenos de defensas.
La miró. Josiane seguía en el sofá, cruzando los brazos y desviando la mirada hacia la ventana. Patricia se dio cuenta de que insistir en el mismo formato de siempre sería inútil. Tal vez, en ese momento, necesitaba bajar la guardia.
— Está bien, Josiane. Sólo por hoy, no voy a anotar nada.
Josiane se giró hacia ella, claramente sorprendida.
— ¿En serio?
— En serio. — respondió Patricia con firmeza, pero con un tono calmado. Se levantó de la butaca, cogió el cuaderno que tenía en el regazo y caminó hasta la mesa en el rincón de la sala, donde normalmente dejaba material de apoyo. Colocó el cuaderno allí, con cuidado, como si estuviera dejando atrás algo importante.
Josiane la observaba, desconfiada, pero también curiosa.
Patricia volvió a la butaca y se sentó, mirando directamente a Josiane, con la mirada más abierta de lo habitual.
— Pero, si estoy dejando de lado algo que es esencial para mí, quiero que tú también hagas algo.
Josiane entrecerró los ojos, intrigada.
— ¿Qué?
Patricia hizo una breve pausa, calculando bien las palabras antes de continuar.
— Quiero que escribas una carta para ti misma en el futuro.
Josiane frunció el ceño inmediatamente, con el desconcierto evidente en su expresión.
— ¿Una carta? ¿Para qué?
Patricia mantuvo la mirada firme, pero su tono era acogedor.
— Para que puedas escucharte a ti misma. Para poner en palabras lo que sientes, lo que quieres o incluso lo que no quieres. No tiene que ser algo profundo o perfecto. Y, si te preocupa que yo guarde esta carta o la lea, no te preocupes. Puedes quedártela o incluso arrugarla después, si lo prefieres.
Josiane desvió la mirada de nuevo, pensativa. Por un momento, Patricia pensó que se negaría. Pero entonces, Josiane respiró hondo y, a regañadientes, asintió.
— Está bien.
Patricia sintió un pequeño alivio, pero sabía que no podía demostrarlo. Se levantó de nuevo, fue hasta la mesa, cogió una hoja en blanco y un bolígrafo y se los entregó a Josiane.
— Aquí tienes.
Josiane cogió la hoja, mirándola como si fuera un desafío monumental. Patricia volvió a la butaca, manteniendo el silencio, observándola con atención.
Durante unos minutos, la sala quedó envuelta en un silencio absoluto. Josiane sostenía el bolígrafo, dudando, mientras que Patricia permanecía atenta, sin presionar.
Finalmente, Josiane comenzó a escribir. Sus movimientos eran lentos al principio, pero pronto se volvieron más fluidos. Patricia observaba, no sólo la escritura, sino las expresiones que pasaban por el rostro de Josiane: un ligero fruncir de ceño, una casi sonrisa que desaparecía rápidamente, una mirada distante que parecía sumergirse en pensamientos profundos.
Para Patricia, aquel momento era más que una simple tarea. Era una oportunidad de ver a Josiane conectar consigo misma, aunque fuera de forma breve y quizás inconsciente.
No sabía lo que estaba siendo escrito, y ni siquiera necesitaba saberlo. Lo importante era que Josiane estaba haciendo algo por sí misma, algo que podría ser el comienzo de una nueva etapa en su proceso.
Patricia respiró hondo de nuevo, manteniéndose firme en su papel de observadora.
La sesión había llegado a su fin. Josiane se levantó del sofá con el rostro neutro, pero Patricia podía percibir un leve peso en su andar, como si algo todavía estuviera atrapado en su interior. Patricia se despidió de forma profesional, manteniendo el tono tranquilo que siempre intentaba transmitir, a pesar del torbellino de emociones que estas sesiones frecuentemente le provocaban.
— Hasta la próxima, Josiane.
Josiane respondió con un breve gesto de despedida y salió de la sala. Cuando la puerta se cerró, Patricia dejó escapar un largo suspiro, sintiendo cómo la tensión se escapaba de sus hombros.
"Qué día", pensó. Había una mezcla de sentimientos dentro de ella: cansancio, frustración, pero también una sutil satisfacción. A pesar de las dificultades, la sesión no había sido un retroceso completo. Había algo allí, una pequeña abertura, incluso aunque Josiane se hubiera resistido a la idea de entregarse por completo.
Patricia ordenó la mesa, organizando las hojas y guardando el bolígrafo. Mientras tanto, Josiane, fuera de la sala, sujetaba su bolso con firmeza, pero no parecía tener prisa por marcharse. Sus ojos vagaron hacia la puerta que Patricia había dejado entreabierta por descuido. "Ahora o nunca", pensó.
Con pasos rápidos y silenciosos, Josiane volvió a la sala, metiendo sólo medio cuerpo dentro. Patricia había salido rápidamente a buscar agua, así que el espacio estaba vacío. Josiane miró a su alrededor, su respiración un poco acelerada. En su mano, la carta que había escrito durante la sesión.
No quería llevársela consigo, pero tampoco quería tirarla. "Si la dejo aquí, tal vez la lea", pensó, intentando justificar el impulso. Pero, ¿cómo hacerlo sin ser obvia?
Se acercó a la mesa donde estaba el cuaderno de notas de Patricia. Abriéndolo con cuidado, buscó la última página utilizada. No leyó nada, no por falta de curiosidad, sino porque sabía que no tenía tiempo. Dobló la carta y la colocó cuidadosamente entre las páginas, presionando ligeramente para que quedara bien guardada.
Con el corazón acelerado, salió de la sala tan rápido como había entrado, asegurándose de que nadie la viera. Fuera, respiró hondo y se ajustó el bolso en el hombro. "Ahora está hecho".
Cuando Patricia volvió a la sala, sintió un extraño alivio por poder aprovechar el intervalo entre pacientes. El siguiente había cancelado en el último momento, lo que, para ella, era una oportunidad excepcional para tomarse un café con calma y poner al día sus anotaciones.
Sentándose en la butaca, cogió el cuaderno que había dejado sobre la mesa y suspiró al recordar que tendría que escribir el informe de la sesión con Josiane.
— "Siempre un desafío" — murmuró para sí misma.
Empezó a abrir el cuaderno, ajustando el bolígrafo en su mano. Pero, al hojear hasta la última página utilizada, algo diferente llamó su atención. Un trozo de papel doblado estaba sujeto entre las hojas.
Patricia se detuvo un momento, frunciendo el ceño.
— ¿Qué es esto? — preguntó en voz baja.
Cogió el papel con cuidado, deshaciendo el doblez. Reconoció inmediatamente la carta de Josiane. Su mente empezó a correr con preguntas. "¿Ha dejado esto a propósito? ¿Quería que lo leyera? ¿O ha sido un error?".
Por un instante, Patricia se quedó inmóvil, sosteniendo la carta sin saber si debía abrirla o no. Sintió una ligera ansiedad, pero también una curiosidad casi irresistible. Algo en aquel gesto parecía significativo, más que cualquier cosa que Josiane hubiera dicho durante la sesión.
Respiró hondo, preparándose para decidir qué hacer a continuación.