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"Objetivo" Domar Al Ceo

"Objetivo" Domar Al Ceo

Status: En proceso
Genre:Grandes Curvas / Autosuperación / Reencuentro / Amor-odio / Ascenso de clase social / Mujeriego enamorado
Popularitas:5.1k
Nilai: 5
nombre de autor: valeria isabel leguizamon

Teodoro es hijo de un magnate, el es un joven malcriado que vive sin preocupaciónes pero todo se acaba cuando su padre para darle una lección le da el puesto de ejecutivo a su Rival de la escuela Melanie el debera trabajar para ella y no será nada fácil porque es perfeccionista y poco flexible a diferencia de Teodoro,

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capitulo 10

La noche había caído y la ciudad se encontraba iluminada por luces neón que anunciaban fiestas, bares llenos de gente buscando escapar de la rutina. Teo caminaba por la acera con paso lento, mirando al frente como si las luces de la ciudad fueran un reflejo de su mente turbia y caótica. No quería pensar más. No quería enfrentarse a lo que había dicho Melanie, ni a lo que sentía. ¿Por qué le importaba tanto? La respuesta se escapaba entre sus dedos, pero no podía dejar de luchar con ella.

No entendía lo que estaba pasando. Ese extraño vínculo que sentía con Melanie, las sensaciones de celos y frustración, el orgullo herido… todo lo que había estado reprimido en él se estaba desbordando. Y no había manera de callarlo. ¿Por qué no podía ser suficiente? ¿Por qué siempre se sentía como el segundo, el que llegaba tarde, el que no podía dar el ancho? Eso era lo que sentía en ese momento. Como si Melanie estuviera tan distante, tan inalcanzable.

El sonido de su celular vibrando en el bolsillo lo sacó de sus pensamientos. Era un mensaje de su padre, como siempre, un recordatorio de algo que necesitaba hacer o resolver. Teo resopló con frustración y apagó el teléfono sin responder. ¿Para qué? La carga de su padre sobre sus hombros era más de lo que podía soportar. Nada de lo que hacía parecía ser suficiente para él, y eso lo carcomía por dentro.

Sus pasos lo llevaron sin querer a uno de los bares más cercanos. La puerta estaba entreabierta, y al escuchar la música vibrante y las risas a lo lejos, Teo no pensó en nada más. Entró, sintiendo cómo la multitud lo absorbía en un mar de caras desconocidas y cuerpos que se movían al ritmo de la música. El humo del cigarro y el alcohol flotaban en el aire, una mezcla embriagante que lo hizo sentir algo de alivio.

Se dirigió directamente a la barra, ignorando las miradas curiosas de algunos conocidos. El camarero, con una sonrisa forzada, le sirvió un vaso de tequila sin que Teo lo pidiera. Estaba acostumbrado a que lo reconocieran. Su apellido era suficiente para que el camarero supiera qué esperar.

—¿Hoy no es tu día, Teo? —preguntó el camarero con tono comprensivo, pero Teo no quería hablar.

—No lo es —respondió secamente, tomando el vaso y bebiéndolo de un solo trago.

El fuego del alcohol recorrió su garganta, pero no calmó la tormenta que había en su interior. Quería sentir algo, cualquier cosa, que lo apartara de esa sensación de vacío. Se obligó a ignorar la culpa que lo rondaba, la misma culpa que lo había acompañado durante años, cada vez que las fiestas se convertían en su única válvula de escape.

La noche pasó rápidamente entre bebidas, risas vacías y conversaciones sin sentido. Teo no estaba buscando compañía ni diversión genuina, solo el olvido. Sabía que la gente a su alrededor no lo veía como realmente era, solo como el hijo del CEO, el chico que podía permitirse cualquier cosa. Pero él no quería ser eso. No quería ser solo una cara conocida o el chico que siempre estaba de fiesta. Quería escapar de su realidad, de la sombra de su padre, de la presión constante, y sobre todo, de la sensación de que algo dentro de él no estaba bien.

El bar estaba más lleno cuando se acercó a un grupo de chicos que lo conocían de la universidad. Teo se unió a ellos, sin pensarlo, dejándose llevar por la corriente. La conversación giró rápidamente hacia temas triviales, pero Teo no podía dejar de sentir que todo a su alrededor era una distracción. Una forma de llenar el vacío que había crecido en su pecho desde que empezó a notar la distancia entre él y Melanie.

—Vamos, Teo, ¡vamos a divertirnos un poco más! —le dijo uno de los chicos con una risa burlona.

Teo, ya algo ebrio, asintió sin pensarlo. Necesitaba sentirse vivo, aunque fuera por un rato. Necesitaba olvidar lo que había pasado esa tarde, las palabras de Melanie, las emociones que se había obligado a reprimir. A medida que la noche avanzaba, la diversión se volvió más desenfrenada. Bailaron, gritaron, tomaron más y más alcohol, hasta que Teo ya no sabía qué era real y qué no lo era.

Fue entonces cuando alguien mencionó algo sobre una fiesta privada, un lugar donde la música nunca paraba, y donde la gente siempre podía encontrar una excusa para seguir de largo. ¿Por qué no? Teo no se detuvo a pensarlo. Se subió a un coche con ellos, sin saber a dónde iba, pero sin importarle. En su mente, la idea de escapar completamente de su vida lo invadió. No quería regresar a la realidad, no quería volver a enfrentarse a la desconcertante verdad de lo que sentía por Melanie.

La fiesta privada resultó ser exactamente lo que esperaba: caos absoluto. El lugar estaba oscuro, la música atronadora y la gente bailando como si no hubiera mañana. El aire estaba impregnado de la sensación de no tener que rendir cuentas, de perderse en el momento. Teo se sumergió en ello sin pensar. Nadie le preguntó nada. Nadie le pidió explicaciones. Podía ser quien quisiera ser, o nadie en absoluto. Se dejó llevar, haciendo todo lo posible por ahogar la confusión que lo carcomía.

Pero al final, la huida no era suficiente. El alcohol, la música y la multitud solo eran un parche temporal. En algún lugar en lo profundo de él, Teo sabía que se estaba destruyendo. Sabía que se estaba alejando cada vez más de lo que realmente importaba, pero no podía frenar. No podía dejar de correr de sus propios demonios, de las preguntas que lo acosaban. ¿Por qué Melanie no lo veía como algo más? ¿Por qué él nunca era suficiente?

Y cuando la fiesta empezó a desmoronarse alrededor de él, con algunos de los chicos peleando en una esquina y otros saliendo del lugar tambaleándose, Teo sintió el peso de la noche sobre sus hombros. Se tambaleó hacia la salida, sin saber muy bien por qué lo hacía, pero con la firme convicción de que necesitaba escapar de todo.

El aire frío de la madrugada lo golpeó cuando salió al exterior. Se quedó allí, parado, sintiendo cómo todo se desmoronaba lentamente. No podía seguir así, no podía seguir huyendo de lo que sentía. Pero no sabía cómo enfrentar lo que estaba pasando. ¿Cómo podía lidiar con todo esto?

Se sentó en un banco cercano, con la cabeza entre las manos, sin saber si la respuesta estaba en algún lado o si solo era cuestión de tiempo. ¿Sería capaz de enfrentarse a sus propios sentimientos? ¿Podría encontrar el valor para mirar a Melanie a los ojos sin esconderse detrás de una fachada de indiferencia y sarcasmo?

Por ahora, solo sabía que la fiesta había terminado. Y lo que quedaba, en silencio y en la oscuridad, era el caos que había dejado atrás.

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Elizabeth Sánchez Herrera
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