Sinopsis: Camila es una apasionada estudiante de arte que decide participar en un programa de voluntariado en un hospital, buscando dar un sentido más profundo a su vida y su arte. Allí conoce a Gabriel, un joven carismático que enfrenta una dura batalla contra el cáncer. A pesar de la gravedad de su situación, Gabriel irradia una energía contagiosa que transforma el entorno del hospital.
A medida que Camila y Gabriel pasan tiempo juntos, su amistad florece. Camila descubre que el arte puede ser una poderosa herramienta de sanación, mientras que Gabriel encuentra en ella una fuente de inspiración y alegría. Juntos, crean un mundo de colores y risas en medio de la adversidad, compartiendo sueños, miedos y momentos de vulnerabilidad.
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Una amarga distracción.
Camila caminaba por el parque con Lucky, iban de regreso a casa, disfrutaba sacarlo a pasear. Las chicas y ella lo habían llevado al veterinario y aunque era callejero, se encontraba sano, solo necesito una ducha, vacunas y quedó como nuevo. El sol comenzaba a caer, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y púrpuras, mientras Lucky la empujaba feliz, persiguiendo hojas secas que el viento arrastraba. Camila sonreía al ver cómo el perro se sacudía de vez en cuando, con sus orejas al viento y la lengua afuera, disfrutando de la libertad que le brindaba ese paseo.
Mientras caminaban, su mente divagaba. Tenía que encontrar un hogar permanente para Lucky, un perro que había llegado a querer en tan poco tiempo. La idea de tener que despedirse de él le apretaba el corazón, pero sabía que era lo correcto. No podía comprometerse a cuidarlo como merecía. Sus roomies y ella lo habían escondido lo mejor que podían cada que su casero venía. Amanda, le prometió que hablaría con los clientes a los que les hacía murales y obras, a ver si alguno le interesaba adoptar, pero hasta ahora no habían tenido suerte.
—Vamos, Lucky, Amanda vendrá por mí y no quiero hacerla esperar —le dijo, acariciando su cabeza mientras el perro se detenía a olfatear un arbusto. La tarde se sentía tranquila, y Camila disfrutaba de cada momento, aprovechando su compañía ya que sabía que en cualquier momento todo cambiará y tendrían que despedirse.
Finalmente, al llegar a casa, dejó a Lucky con Laura y tomó asiento en la entrada de la casa a la espera de su amiga. Camila sacó su teléfono para revisar la hora, leyó un mensaje de Gabriel animándome a divertirme, eso le sacó una sonrisa. Amanda no tardaría en llegar. Esa noche tenían planes para asistir a una fiesta de fraternidad, algo que ambas habían estado esperando. La idea de distraerse en medio de sus ajetreadas vidas universitarias era un alivio necesario.
Unos minutos después, el sonido familiar del motor de un auto la sacó de sus pensamientos. Amanda apareció con su característico cabello rizado y una sonrisa brillante. Camila se levantó rápidamente.
—¡Cami! ¡Lo siento por la espera! —exclamó Amanda mientras bajaba del auto. —¿Estás lista para la fiesta?.
—Sí, pero primero... —dijo Camila, sacando su cámara instantánea —Para el recuerdo.
Amanda se agachó para estar a la altura de su amiga, que aunque Camila cargaba tacones aún así Amanda seguía siendo mucho más alta.
—Bien. Debemos irnos, no queremos llegar tarde.
Camila asintió, arreglando su vestido corto negro antes de subirse al auto. Mientras conducían hacia la fraternidad, el ambiente se volvió más ligero. Amanda empezó a contarle sobre su día, y la razón por la que salio deprisa el dia que regresaron de la fiesta de su padre.
—Ese día salí deprisa… —comenzó Amanda, su tono algo más serio. —Porque Santiago me necesitaba...”
Camila arqueó una ceja, intrigada. —¿Santiago? ¿Qué pasó?.
—El problema de siempre, tuvo una pelea con su familia —explicó Amanda, frunciendo el ceño. —Intentaron presentarle la hija de uno de los socios de la compañía, y él se molestó porque ya tiene novia, o sea, yo. Le pareció una falta de respeto hacia mi. Tuvo una gran discusión con su madre y hermana, que por cierto son las mentes maestras de todo estos líos. Fue todo un drama.
—Eso suena complicado —murmuró Camila, sintiendo un nudo en el estómago. Sabía que la relación de su amiga con Santiago tenía sus altibajos, pero no podía evitar preocuparse por ella.
—Sí, y me molesta que se sienta presionado por ellos. Su familia se entromete demasiado, no comprendo porque no pueden dejarlo ser feliz —continuó Amanda, su voz llena de frustración. —Solo quiero que pueda decidir por sí mismo. Mencionó que la chica se sintió incómoda cuando le dijo a su familia lo mal que estaba todo aquello.
Camila asintió, recordando las luchas por las que ellos habían pasado, no era la primera vez que planeaban está clase de cosas, aunque la hermana y la madre eran las que más presentes estaban para hacerle la vida imposible, su abuela era la que siempre estaba intentando causar estragos en su relación. Muchas veces ha llegado a pensar que a esa familia les divierte tener a su amiga de ese modo.
—A veces parece que todos ellos esperan que él se harté de mi, o yo de toda esta situación que sucede con él. Cada día lo veo más agotado, tener a toda su familia en su contra es duro. Me cuestiono constantemente si mi apoyo es suficiente. Pero es reconfortante saber que al final, esto nos hace amarnos más fuertemente.
La conversación fluyó mientras llegaban a la fiesta. Al aparcar, la música ya resonaba desde lejos, y las luces parpadeantes iluminaban el lugar. Se bajaron del auto, y la energía de la fiesta las envolvió.
Al entrar, Camila se sintió abrumada por el bullicio. Risas, música y conversaciones llenaban el aire. Saludaron a algunos conocidos, y la atmósfera festiva la animó un poco. Sin embargo, esperaba que esto pudiera distraer a Amanda de todo por lo que estaba pasando en su relación.
Mientras se servían unas bebidas, Amanda le contó sobre algunos de los rostros que veían. “Mira, ahí está Lucas, y creo que también vi a Sofía”, dijo, señalando a un grupo de amigos.
Camila tuvo varias conversaciones con diferentes chicos que intentaban lograr algo con ella, pero ella sabía perfectamente que todos los movimientos de ellos eran inútiles, no estaba interesada en conocer a nadie por ahora.
Camila sonrió, disfrutando de la compañía de una chica que acababa de conocer y hablaba de sus planes luego de graduarse, cuando de repente sintió una mano en su cintura. Se giró y se encontró cara a cara con Alex, su ex novio. Se encontraba ebrio. El corazón le dio un vuelco, y un torrente de emociones la invadió.
—Hola, Camila —dijo Alex, con una sonrisa que intentaba ser encantadora. —¿Te gustaría bailar?
Camila sintió un escalofrío —No, gracias —respondió rápidamente, dando un paso atrás y sacando su mano de su cuerpo. La última vez que había hablado con él, en el hospital, había sido una tormenta de emociones, y no estaba lista para revivir eso.
—Por favor, solo un momento —insistió Alex, acercándose un poco más, Camila noto el yeso en su brazo —Solo quiero hablar, necesito explicarte lo que pasó. Quiero remediarlo.
—Alex, no es el momento —dijo Camila, sintiéndose abrumada. La presión de sus palabras la hizo recordar todo el dolor que había experimentado por su traición.
En ese instante, Amanda apareció como un rayo de luz. —¡Hey! Alex ¿Qué estás haciendo aquí? —Su voz firme interrumpió la tensión, puso su mano encima de su yeso en forma de amenaza. Amanda sabía que si Camila se sentía en peligro golpearía su punto más frágil, y Camila sintió una oleada de gratitud hacia su amiga por estar allí.
—Yo solo quiero hablar, como en los viejos tiempos –repitió Alex, pero Amanda no se lo permitió.
—¿Hablar? ¿Después de lo que le hiciste? ¿Si sabes que eso te quitó el derecho a acercarte a ella? —dijo Amanda, enfrentándolo con determinación. Camila sintió que la admiración por su amiga crecía. —¡Es mejor que la dejes en paz!
—Solo quiero una oportunidad para explicar. Además el asunto es con ella, no contigo. —dijo Alex, visiblemente frustrado.
Amanda lo miró con desdén. —Claro que es mi asunto, es mi amiga. Tuviste tu oportunidad, y la arruinaste. Así que, por favor, aléjate de ella.
Camila observó como todos en la fiesta los miraban, el chico que estuvo con Alex en el hospital se encontraba allí, junto a dos chicos más. Uno de ellos se acercó a Alex y susurró algo en su oído.
Con un gesto despectivo, Alex dio un paso atrás, pero antes de irse, lanzó una última mirada a Camila. —Tendré mi oportunidad, lo juro —dijo con un tono que la hizo sentir escalofríos.
La tensión se disipó con su partida, pero las lágrimas comenzaron a fluir por las mejillas de Camila. Amanda se acercó rápidamente y la abrazó. —Lo siento, Cami. No quería que esto sucediera.
—No sé por qué sigue apareciendo en mi vida —sollozó Camila, sintiendo el peso de sus emociones. —Me duele tanto verlo. Estoy agotada de el.
Amanda la sostuvo más fuerte, ofreciéndole su apoyo incondicional. —Vamos a salir de aquí. Ya fue suficiente por esta noche.
Camila asintió, habían llegado recién a la fiesta pero no valía la pena quedarse sabiendo que el estaba por allí rondando. Sintiendo que el abrazo de su amiga era un refugio Camila supo que ya no había manera de seguir evitando toda esa situación, debía comenzar a resolver cerrar la pagina con Alex. Juntas, se dirigieron hacia la salida, dejando atrás la fiesta y el recuerdo de Alex.