La Melodía De La Muerte

Adrik de Russie

Después de que aquella chica, prácticamente huyera de mí, decidí caminar un poco, hoy sería otro día en el que no me ensuciaría las manos con la sangre de esa gente, estuve divagando sin rumbo, cuando mis piernas comenzaron a doler, me di cuenta de que me había alejado demasiado, me detuve y tomé un taxi de regreso a casa.

Al llegar, la soledad me golpeó de frente, dejé las llaves sobre la mesita auxiliar, allí había una foto de mi pequeño, mi niño me mostraba su mejor sonrisa, y como todos los días, me senté en el suelo, llevando la foto a mi pecho y dejándome ganar por el llanto, él es mi fuerza y mi fortaleza, el que me hace querer seguir, la muerte de mi esposa me dolió, era el amor de mi vida, pero mi hijo lo era todo, por él, habría dado hasta mi vida, y esos infelices no me dieron la opción de elegir, por eso deben pagar.

Después de tener ese momento de debilidad, dejé la foto donde estaba, me puse de pie y fui a la cocina, busqué las sobras de mi almuerzo, las había dejado en la nevera, estaba tan agotado, que no lo calenté y me lo comí como estaba, miré la hora, ya eran las 3 de la madrugada, terminé de comer y me fui a la cama, no me quité la ropa, me acosté así como estaba vestido.

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Me despertó un golpeteo en la puerta, quedé sentado en la cama, completamente alerta, desde esa ocasión, no hay una sola vez en que esté tranquilo, me levanté y caminé hacia la ventana que estaba al lado de la puerta, desde allí pude ver qué era el señor del alquiler, es un anciano, no maneja cuentas bancarias, así que cada mes, viene a cobrar su dinero, me acerqué a la puerta y abrí.

- ¡oh! Hola, ¿te desperté?-- mi aspecto le daba la respuesta -- discúlpame, vendré más tarde la próxima vez -- siempre me dice lo mismo, pero se le olvida.

- No se preocupe señor Pavel, ¿gusta pasar a tomar una taza de café?-- el señor asintió.

- Muchas gracias -- dijo cruzando la puerta.

Hice el café y me senté a tomarlo en compañía de él, mientras con su mirada inspeccionaba su casa, como buscando algún daño, pero la verdad, es que no me la paso aquí, y cuando estoy, me la paso durmiendo.

- Es la primera vez que un inquilino cuida bien mi casa, me alegro de que estés aquí, además eres muy puntual -- dijo, yo saqué mi cartera y comencé a contar los billetes.

- Señor Pavel, le daré el dinero del alquiler de estos tres meses siguientes, me agrada que venga, pero veo que últimamente le es más difícil caminar, también está la opción de que usted me diga donde vive, y yo voy y le entrego el dinero personalmente-- le ofrecí.

- Eres muy amable, lo tendré en cuenta, y te llamaré -- me dijo mientras me recibía el dinero, lo contó, luego sacó los recibos y me dio los comprobantes.

- Usted tiene mi número, ya sabe que puede llamarme-- me levanté y fui a la cocina a dejar las tazas vacías.

Pero al volver a la sala, lo encontré encorvado, con el talonario resbalando lentamente de sus manos, el bastón había caído al suelo sin hacer ruido. Pavel no respondía.

—¿Señor Pavel? —le quité el talonario con cuidado, me acerqué de inmediato, agachándome frente a él—. ¿Me oye? ¿Puede moverse?-- pregunté angustiado.

El anciano tenía los ojos abiertos pero vacíos, como si su alma hubiese salido de su cuerpo y lo estuviese observando desde arriba, un temblor recorría sus manos y su respiración era superficial, entrecortada.

El pánico me golpeó como un rayo, como pude lo contuve, sin perder tiempo, busqué el pulso de Pavel, era débil y errático, luego, revisé si podía hablar, o moverse, pero apenas conseguí un murmullo incomprensible.

Busqué mi abrigo y las llaves de la casa, tomé a Pavel como pude en mis brazos, con esfuerzo pero con cuidado, sabiendo que el más mínimo movimiento brusco podría agravar lo que fuera que estuviese ocurriendo, el anciano era ligero como un montón de ramas secas, lo cargué hasta la salida , desde allí un taxi me logró ver y se detuvo, supo que tenía una emergencia, me hizo una seña con la mano, yo corrí hacia el auto, el chófer me abrió la puerta, yo lo acomodé en el asiento trasero, y me subí después, me hice a su lado, colocando una manta sobre sus piernas temblorosas.

La carretera hacia la clínica era angosta, además el tráfico estaba terrible, el taxista conducía con una mano firme en el volante y la otra aferrada al rosario que colgaba del espejo retrovisor, murmurando oraciones poco claras.

—Aguante señor Pavel... por favor — susurré, sin apartar la vista del camino.

Al llegar, corri hacia la recepción del hospital, los médicos ya conocían a Pavel, y apenas lo vieron, se pusieron en movimiento, lo ingresaron rápidamente, salí y le pagué al taxista, además le di propina por su amable colaboracion, despues entré y me quedé esperando en la sala, con las manos aún temblorosas por la tensión contenida.

Minutos después, un médico se acercó.

—Tuvo una crisis isquémica transitoria —explicó—. No es un derrame, pero es un aviso, lo trajiste justo a tiempo, de no haberlo hecho…

No necesitó terminar la frase, asentí aliviado pero agotado, ellos se encargaron de comunicarle a la familia que el señor estaba internado en la clínica, yo estuve un rato más y regresé a casa.

Esa tarde, al regresar, sentí que algo había cambiado, el señor Pavel ya no era solo el anciano que venía mes a mes, a cobrar el dinero del alquiler, muy pocas personas saben lo que sucedió con mi familia, y el es uno de ellos, por eso me afectó su situación, afortunadamente, el sigue con vida y eso es un alivio para mí.

Fui a tomar una pequeña siesta, antes de tener que prepararme para regresar al club, no podía dejar pasar la oportunidad de tener a un Moguilevich en mis manos.