Con la muerte de su padre, Alecxis se convirtió en el nuevo duque a una edad temprana. A pesar de su juventud, demostró una madurez y una determinación que sorprendieron a muchos. Asumió sus nuevas responsabilidades con seriedad y dedicación, trabajando incansablemente para mantener el legado de su familia y servir a su comunidad.
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un dios
La oscuridad te envuelve al adentrarte en la cueva. El aire es gélido y huele a humedad y tierra. Un silencio sepulcral reina en el interior, roto solo por el goteo ocasional del agua que se filtra entre las rocas. Aelia y Valerius te siguen de cerca, con los ojos bien abiertos y las manos en las empuñaduras de sus espadas. Radko y Silvano, más atrás, avanzan con cautela, iluminando el camino con sus antorchas. De repente, una voz gutural resuena en la cueva, haciéndote detener en seco.
"Bienvenidos, viajeros. los estaba esperando."
Una figura emerge de las sombras, alta y delgada, envuelta en harapos y con el rostro cubierto por una máscara de hueso. Sus ojos brillan con una luz fría y penetrante.
"Soy Xathos, guardián de este lugar. los guiaré ante mi señor, el Dios de la Muerte."
Xathos los hace un gesto para que le sigán. Dudas por un momento, pero decides confiar en él. No tienes otra opción. La Máscara de Xok´tar te impulsa a seguir adelante.
A medida que avanzán por la cueva, el camino se vuelve más estrecho y tortuoso. Las paredes están cubiertas de inscripciones extrañas y símbolos macabros. El aire se vuelve más pesado y opresivo, y sientes una presencia maligna que te rodea.
Finalmente, llegás a una gran cámara subterránea. En el centro de la cámara, sobre un altar de piedra, se encuentra una figura imponente, sentada en un trono de huesos. Es el Dios de la Muerte, una entidad ancestral de poder inimaginable.
"Acercaos, mortales", dice el Dios de la Muerte, con una voz que resuena en toda la cámara. "Sé por qué habés venido. Buscás poder para enfrentar a quien poseé la Máscara de Xok´tar."
Asientes, sintiendo un nudo en el estómago.
"les concederé ese poder", continúa el Dios de la Muerte. "A ustedes y . les daré el mando de las tropas de los muertos, un ejército invencible de guerreros espectrales."
Tus compañeros intercambian miradas de sorpresa y temor. Radko da un paso hacia atrás, visiblemente asustado.
"Pero", añade el Dios de la Muerte, con una sonrisa siniestra, "todo poder tiene un precio. Yo soy el creador de la Máscara de Xok´tar, y la quiero de vuelta. Entrégamela, y led daré el poder que necesitáis. De lo contrario, tu alma me pertenecerá."
Te quedas paralizado, sin saber qué hacer. La Máscara de Xok´tar es la clave para detener el mal que se avecina, pero entregarla al Dios de la Muerte podría tener consecuencias aún peores.
Miras a tus amigos. Valerius y Aelia te observan con preocupación. Silvano permanece en silencio, con la mirada fija en el Dios de la Muerte. Radko tiembla de miedo.
El silencio en la cámara se vuelve insoportable. El Dios de la Muerte te observa con impaciencia, sus ojos brillando con una intensidad escalofriante. Tus amigos esperan tu respuesta, sus rostros reflejando la tensión del momento. Sabes que la decisión que tomes tendrá consecuencias devastadoras, para bien o para mal. Inspiras profundamente, intentando calmar tus nervios. Sientes el peso de la Máscara de Xok´tar en tu mochila, un recordatorio constante del poder y la responsabilidad que conlleva. "No", dices finalmente, tu voz resonando en la cámara. "No te entregaré la máscara." El Dios de la Muerte arquea una ceja, con una expresión de sorpresa y decepción. "Así que has elegido la muerte", dice, su voz cargada de amenaza. "Tenías la oportunidad de convertirte en un gobernante, de comandar un ejército invencible. Pero has preferido la insignificancia y la desesperación." "Prefiero ser insignificante y desesperado a ser un títere de la muerte", respondes, con firmeza. "La Máscara de Xok´tar es peligrosa, lo sé. Pero es la única oportunidad que tenemos de detener el mal que se avecina.
No puedo permitir que caiga en tus manos." El Dios de la Muerte se levanta de su trono de huesos, su figura imponente llenando la cámara. "Eres un necio", dice. "No comprendes el poder que poseo. Creí que eras diferente. Ahora, tu alma me pertenece." El Dios de la Muerte extiende una mano hacia ti, y sientes una fuerza invisible que te arrastra hacia él. Intentas resistirte, pero es inútil. La energía vital abandona tu cuerpo, dejándote débil y vulnerable. Aelia y Valerius gritan de horror, intentando acercarse a ti. Pero Xathos, el guardián de la cueva, les bloquea el camino. "No interfiráis", dice Xathos, con una voz fría y distante. "Este es su destino." Sientes que tu conciencia se desvanece, que tu cuerpo se vuelve ligero como una pluma. Ves a tus amigos, a Elara, a Melanie, a todas las personas que te importan, desvaneciéndose en la distancia. Estás a punto de perderlo todo.
De repente, sientes una explosión de energía en tu interior, una fuerza familiar que te invade por completo. Es la energía vital que has estado aprendiendo a controlar, pero ahora es más poderosa que nunca. Canalizas esa energía hacia tu cuerpo, liberándote del agarre del Dios de la Muerte. La energía vital te envuelve en un aura dorada, protegiéndote de su influencia maligna. El Dios de la Muerte retrocede, sorprendido por tu resistencia. "Imposible", dice. "Pensé que tenías el control total, pero has desatado un poder oculto. Un poder que te convierte en un ser peligroso." "No soy un ser peligroso", respondes, con renovada determinación. "Soy un protector. Y no permitiré que te lleves mi alma." Canalizas la energía vital hacia tus manos, formando una esfera de luz dorada. La lanzas contra el Dios de la Muerte, golpeándolo con una fuerza devastadora. El Dios de la Muerte cae al suelo, . Su cuerpo comienza a desintegrarse, convirtiéndose en polvo y huesos.
Xathos observa la escena con asombro, sin saber qué hacer. Aelia y Valerius se acercan a ti, abrazándote con alivio. Radko y Silvano te miran con admiración. Has sobrevivido al encuentro con el Dios de la Muerte, demostrando tu poder y tu determinación. debes encontrar una manera de destruirla. La victoria sobre el Dios de la Muerte te ha dado una nueva esperanza. .