Melanie Harper quiere disfrutar de unas merecidas vacaciones antes de enfrentar su dura realidad y tomar una decisión que afectará, sin duda, el resto de su vida, sin embargo, no contaba con que Conor Sullivan apareciera en su vida, y la hiciera vivir todas las aventuras que alguna vez soñó con experimentar.
Conor Sullivan guarda un secreto, es el Capo de la mafia Irlandesa, pero no dejará que Mel se aleje de él por su trabajo, antes peleará con la misma muerte de ser necesario.
Porque si encuentras a la persona que te hace feliz tienes el derecho a hacer lo que sea para conservarla a tu lado, incluso si aquello implica que sangres.
NovelToon tiene autorización de Yesenia Stefany Bello González para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Atrapada
Melanie
–Gracias –digo cuando acomoda mi silla–. Es un bonito lugar –agrego mirando a mi alrededor–. Parece que estuviéramos en un barco.
–Y tiene dos estrellas michelín –agrega Conor mientras el dueño del restaurante, un hombre bajo y calvo, se hincha de orgullo.
–Así es, muchacho –asegura–. No podrían haber venido a un mejor lugar. Les traeré la carta de hoy en unos minutos –dice antes de alejarse.
Miro la estructura del local, que parece la proa de un barco, y sonrío. A papá le encantaría este lugar. Pescar es uno de sus pasatiempos favoritos y ama todo lo relacionado con el mar.
–La especialidad de este lugar es la comida del mar.
–Lo imaginé –digo con una sonrisa–. Huele a mar. Sé que es imposible, estamos a cientos de kilómetros de distancia, pero puedo oler la brisa marina.
Conor se inclina hacia mí desde su puesto. Mi corazón comienza a latir furiosamente dentro de mi pecho al sentir su rostro a unos centímetros del mío. Puedo respirar su aliento mentolado. Algunos de los mechones, que rodean mi cara, se mueven con la fuerza de su respiración.
Paso mi lengua por mis labios al sentirlos secos y ansiosos. Ansiosos por sentir sus labios probando los míos.
Debería haberlo besado por horas. Debería haber enredado mis dedos en su espeso cabello y no soltarlo más.
Ahora nunca volveré a tener esa posibilidad.
Nunca volveré a tener la oportunidad de besarlo y no sentirme culpable por Lenny. Sé que me engañó, pero yo no soy así. No podría.
Perdí mi oportunidad cuando Conor me besó para callarme. Ese beso estuvo en el límite de lo correcto y lo incorrecto, y vaya que lo disfruté.
–Toño tiene docenas de humificadores, escondidos por todo el lugar, con aroma a brisa de mar –me cuchichea con una sonrisa–. Quizá puedas hacer una historia de los secretos de los restaurantes con estrellas michelines –agrega antes de retroceder.
–Tentador, pero necesito una historia grande. Algo que me de mi pasaporte a la libertad y que Miller no pueda alcanzarme.
–¿Quién es Miller? –pregunta con curiosidad.
Suspiro antes de responder. –Henry Miller es el jefe del jefe de mi jefe. Y probablemente el jefe de cualquier posible jefe que pueda tener en el futuro –digo con mortificación–. Y es también el papá de Lenny.
–Oh –susurra.
–Ahora lo sabes. Soy la persona que tiene más mala suerte en el mundo.
–No creo en la suerte. ¿Puedo ser sincero? –pregunta mirándome intensamente.
–Adelante. Estoy acostumbrada a los golpes.
–Como dije, no creo en la suerte, creo que tú mismo labras tu futuro. Tú elegiste a Lenny. Te equivocaste, Mel. Te equivocaste demasiado. No se come en el lugar que trabajas, si sabes a que me refiero.
–Entiendo, pero lo conocí cuando era una estudiante.
–No puedes comer en el lugar que trabajas –insiste–. No debiste aceptar el compromiso. Deberías haber tomado una decisión cuando te surgió la oportunidad para trabajar para tu propio suegro y no tomaste la decisión correcta –continúa–. Y ni siquiera tienes la excusa que tienen muchos; el amor. Lo siento, pero no pareces una mujer enamorada. No es mala suerte, Mel, fueron malas decisiones –termina.
Miro la mesa cuando cada palabra que dijo cae sobre mi cabeza como un ladrillo.
Tiene razón. Es mi culpa. No es mala suerte, claro que no. Me equivoqué.
–Tienes razón –admito avergonzada. Cubro mi rostro con mis manos y ahogo un gruñido–. ¿Cómo pude ser tan tonta?
–No eres tonta, Mel –dice con firmeza–. Te equivocaste, eso es todo.
–La carta –interrumpe el dueño del restaurante–. La recomendación del chef es que empiecen con ostiones confitados con trufas negras, y luego seguir con una chuleta marina de atún de almadraba con jugo de pimientos cristal –ofrece.
Conor me mira, dejándome elegir.
–Suena delicioso –digo.
–Queremos la recomendación del chef.
–Enseguida –se apresura a decir mientras dos meseros nos sirven una copa de vino blanco–. Moscato italiano para acompañar –agrega antes de desaparecer.
–Trataré de tomar buenas decisiones de ahora en adelante. Es solo… Si termino mi compromiso, Miller acabará conmigo.
La mandíbula de Conor se endurece. –Que lo intente –dice con una sonrisa maligna, que hace que todos los vellos de mi cuerpo se ericen–. Veremos quién perderá más.
–Vaya –digo impresionada–. Me gustaría poder hacer eso que hiciste. Pareces un mafioso, ¿sabes?
Se cruza de brazos y guiña un ojo en mi dirección. –Quizá podría serlo.
–Creo, definitivamente, que tu destino no es ser empresario es ser el Capo de una organización criminal.
Conor ríe con fuerza y recuerdo las palabras de su abuela. Todo su rostro se ilumina con su sonrisa.
–Volviendo a mi tema con Lenny, la cagué y lo solucionaré. Así tenga que perder mucho por mi error.
–No perderás nada –me asegura mientras toma mi mano–. Confía en mí –exige y no sé por qué, pero asiento.
Confío en él. En un hombre que acabo de conocer.
Su celular suena, interrumpiendo. Mira y maldice.
–Tengo que contestar.
–No te preocupes –le digo.
–Más te vale que tengas una puta buena razón para llamarme, Alek –gruñe–. Estoy a punto de almorzar y tengo hambre –dice y lanza una mirada hambrienta en mi dirección–. ¿Por qué tengo que ir? –se queja–. Odio esas reuniones. Y Ginebra… No quiero ir, prefiero comer mierda el resto de mi vida –masculla como un niño pequeño–. ¿Por qué no puede ir Mía?
Conor comienza a reír y golpea la mesa con fuerza.
–De verdad que no pierdes el tiempo, amigo mío –ríe divertido–. Tus niñas apenas tienen cinco y cuatro años y ya dejaste embarazada a tu mujer de nuevo. Dale un respiro –agrega y suelta una carcajada–. Lo pensaré, Alek, no prometo nada. Saludos a las niñas y a tu hermosa esposa –dice a modo de despedida.
–¿Tienes que ir a Ginebra? –pregunto curiosa.
–Alek quiere que vaya a esa odiosa reunión anual que organiza ese grupo de viejos millonarios que no saben qué hacer con su dinero. Lo odio.
Mis vellos se vuelven a erizar.
–No estarás hablando de la reunión que organiza el grupo Bilderberg, ¿verdad?
–La misma –responde con una mueca.
–La reunión que este año organiza Adam Nowak, el empresario polaco, ¿verdad? –pregunto entusiasmada.
–La misma. Odio a ese hombre –masculla y sigue hablando de lo aburrida que son todas esas personas.
Mi mente corre a toda velocidad. Adam Nowak. Tengo que conocerlo. Tengo que averiguar si lo que se habla de él es verdad, porque si lo es, él puede significar mi pasaporte a la libertad.
Podría ser la periodista que lo denuncie.
Tengo que ir a esa fiesta.
–Si quieres puedo acompañarte –ofrezco con desinterés, pero fallo porque los ojos azules de Conor se fijan en los míos de inmediato.
–No creo que sea una buena idea –dice.
–Claro que lo es. Te aseguro que conmigo lo pasarás bien –digo apresuradamente–. Además, es solo una noche, ¿no? ¿No te gustaría hacer feliz a tu amigo?
Se cruza de brazos y me observa atentamente.
–Melanie Harper, me vas a decir ahora mismo por qué quieres ir a esa fiesta. Y quiero la verdad –exige levantando una ceja.
Mierda. Me descubrió.