Trust Me 2

Jacob estaba en la cocina preparando el desayuno cuando notó que Sam no estaba en casa. Al principio, pensó que su novio había salido a hacer una carrera matutina, algo que solía hacer a veces. Sin embargo, cuando encontró el teléfono de Sam en la mesa de la cocina, una sensación de inquietud se apoderó de él. Sam nunca salía sin su teléfono.

Decidió esperar un poco más, pero cuando pasaron dos horas y no había señales de Sam, Jacob comenzó a preocuparse de verdad. Intentó llamar a algunos amigos comunes, pero nadie había visto a Sam. La ansiedad creció en su pecho como una marea incontrolable.

Justo cuando estaba a punto de salir a buscarlo, el teléfono de la casa sonó. Jacob contestó con manos temblorosas.

—¿Hola?

—¿Jacob? —La voz al otro lado de la línea era fría y siniestra—. Tenemos a Sam. Si quieres volver a verlo con vida, necesitarás juntar un millón de dólares. Tendrás instrucciones pronto.

Jacob sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Apenas pudo responder antes de que la línea se cortara. Cayó al suelo, sosteniendo el teléfono contra su pecho, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.

Durante los siguientes minutos, Jacob permaneció paralizado, atrapado en una pesadilla. Su mente giraba en círculos, buscando desesperadamente una solución. ¿Un millón de dólares? No tenía ni idea de cómo conseguir tanto dinero.

Finalmente, se levantó, impulsado por la determinación de salvar a Sam. Empezó a revisar sus cuentas bancarias, tarjetas de crédito y cualquier otra fuente de dinero que pudiera tener. Pero, por supuesto, la cantidad que tenía no se acercaba ni remotamente a la exigida por los secuestradores.

Decidió salir y pedir ayuda. Fue a ver a algunos amigos cercanos, explicando la situación con la esperanza de que pudieran contribuir. Sin embargo, nadie tenía el tipo de dinero que necesitaba. La desesperación de Jacob crecía con cada puerta cerrada.

Después de horas de búsqueda infructuosa, Jacob se dio cuenta de que no tenía más remedio que llamar a los padres de Sam. Sabía que sería una conversación difícil, pero era la única opción que le quedaba.

Tomó el teléfono y marcó el número de los padres de Sam. El tono de llamada pareció durar una eternidad antes de que alguien contestara.

—¿Hola? —dijo la voz de la madre de Sam, sonando preocupada.

—Señora Johnson, soy Jacob. —Su voz temblaba—. Necesito hablar con usted y el señor Johnson. Es algo muy urgente.

Hubo una pausa antes de que la señora Johnson respondiera. —Está bien, Jacob. Estoy poniendo el altavoz. ¿Qué está pasando?

Jacob respiró hondo y empezó a explicar. Cada palabra parecía rasgarle el corazón, pero sabía que no tenía otra opción.

—Sam ha sido secuestrado. Los secuestradores están pidiendo un millón de dólares para liberarlo. He intentado todo lo posible para reunir el dinero, pero no he tenido éxito. Necesito su ayuda.

Hubo un momento de silencio en la línea antes de que el señor Johnson hablara. —Jacob, ¿estás seguro? ¿Qué podemos hacer?

—Estoy seguro. —Jacob luchó por mantener la calma—. Lo primero es contactar a la policía y seguir las instrucciones de los secuestradores. No podemos perder tiempo.

La conversación continuó con un tono de urgencia y determinación. Los padres de Sam estaban conmocionados, pero dispuestos a hacer todo lo posible para salvar a su hijo. Juntos, empezaron a planear el siguiente paso.

Decidieron que la mejor opción era involucrar a la policía, a pesar de los riesgos. Sabían que los secuestradores podrían reaccionar mal, pero esperaban que con la ayuda de las autoridades pudieran resolver la situación de manera segura.

La policía llegó rápidamente a la casa de Jacob. Tomaron declaraciones, recopilaron pruebas y empezaron a trazar un plan para manejar la situación. Jacob se sintió un poco más aliviado al ver la profesionalidad y seriedad con la que los oficiales trataban el caso.

Mientras tanto, los padres de Sam comenzaron a hacer arreglos para transferir el dinero necesario. Aunque tenían los recursos, el proceso de reunir una cantidad tan grande no era sencillo. Había muchos trámites y regulaciones que seguir, y el tiempo era esencial.

Durante esos momentos, Jacob no podía dejar de pensar en Sam, imaginando por lo que debía estar pasando. La impotencia y el miedo lo consumían, pero trataba de mantenerse fuerte por el bien de su novio.

A medida que la noche caía, la tensión en la casa era palpable. Los oficiales de policía establecieron una base de operaciones y comenzaron a monitorear todas las comunicaciones. Esperaban la próxima llamada de los secuestradores con instrucciones sobre la entrega del dinero.

Finalmente, el teléfono sonó de nuevo. Jacob contestó, sintiendo un nudo en la garganta.

—¿Tienes el dinero? —preguntó la voz fría al otro lado.

—Lo estamos reuniendo —respondió Jacob con firmeza—. Pero necesitamos más tiempo.

Hubo una pausa antes de que el secuestrador hablara de nuevo. —Tienes 24 horas. Si no, olvídate de volver a ver a Sam.

La llamada se cortó, dejando a Jacob temblando de miedo. Se volvió hacia los oficiales y los padres de Sam, buscando apoyo y fortaleza.

—Lo lograremos, Jacob —dijo la señora Johnson, tomando su mano—. Salvaremos a Sam.

La siguiente jornada fue un torbellino de actividad. Los padres de Sam trabajaron sin descanso para asegurar los fondos, mientras que la policía continuó sus esfuerzos para rastrear a los secuestradores. Jacob permaneció en constante contacto con todos, tratando de mantener la calma y la esperanza.

Finalmente, al amanecer del día siguiente, los fondos estaban listos. La policía preparó una operación para entregar el dinero y capturar a los secuestradores, esperando poner fin a la pesadilla de una vez por todas.

El encuentro estaba fijado para un lugar remoto y desolado, lejos de miradas indiscretas. Jacob insistió en ir, a pesar de los riesgos, incapaz de quedarse de brazos cruzados mientras la vida de Sam estaba en juego.

Cuando llegaron al lugar acordado, la tensión era casi insoportable. Los secuestradores aparecieron, armados y vigilantes. La policía estaba lista, observando desde una distancia segura, esperando el momento adecuado para intervenir.

La transacción se realizó rápidamente, con el corazón de Jacob latiendo desbocado en su pecho. Finalmente, uno de los secuestradores señaló hacia una camioneta cercana. —Está ahí dentro. Tienen lo que pidieron. Ahora lárguense.

Jacob corrió hacia la camioneta, abriendo la puerta con desesperación. Allí, atado pero vivo, estaba Sam. Las lágrimas brotaron de los ojos de Jacob mientras abrazaba a su novio con todas sus fuerzas.

La policía intervino rápidamente, arrestando a los secuestradores y asegurando el área. Jacob y Sam fueron llevados a un lugar seguro, donde finalmente pudieron respirar con alivio.

Sam estaba debilitado, pero a salvo, y eso era todo lo que importaba. Jacob no podía dejar de abrazarlo, agradeciendo en silencio por haber recuperado a la persona que amaba.

A medida que la adrenalina disminuía, Jacob sabía que tenían un largo camino por delante para recuperarse de esta experiencia. Pero, por ahora, lo único que importaba era que estaban juntos, y eso era suficiente para empezar a sanar.