En una pequeña ciudad dominada por las tradiciones, Helena se enfrenta a un futuro incierto cuando su padre es acusado injustamente de un crimen que no cometió. Desesperada por limpiar su nombre, acude a Iván del Castillo, un juez implacable y frío, conocido por su estricta adherencia a la ley. Sin embargo, lo que comienza como una simple búsqueda de justicia, rápidamente se convierte en un intenso enfrentamiento emocional cuando Iván, marcado por un oscuro pasado, se siente atraído por la apasionada Helena.
A medida que ambos luchan con sus propios demonios y los misterios que rodean el caso, Helena e Iván descubren que la verdad no solo pondrá a prueba sus convicciones, sino también sus corazones. En un mundo donde la justicia y el amor parecen estar en conflicto, ¿podrán encontrar el equilibrio antes de que sea demasiado tarde?
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Capitulo 11
La lluvia caía pesadamente sobre la ciudad cuando Helena entró en la oficina de Iván, su respiración aún agitada por la prisa con la que había llegado. La tensión entre ambos, palpable desde el inicio del caso, parecía a punto de estallar en esa sala cerrada. Iván la miraba desde detrás de su escritorio, con los ojos oscuros y sombríos, como si estuviera cargando un peso invisible.
—Helena, hay algo que necesitas saber —dijo Iván, su voz ronca y seria—. Algo que podría cambiarlo todo.
Helena frunció el ceño, confusa. Habían pasado semanas desde que comenzaron a trabajar en el caso de su padre, y aunque no siempre coincidían, había llegado a respetar la severidad con la que Iván manejaba la ley. Pero ahora, la vulnerabilidad en su voz le daba a entender que lo que estaba a punto de revelar era algo que él había guardado celosamente durante mucho tiempo.
—¿De qué estás hablando? —preguntó, dando un paso hacia él.
Iván se levantó lentamente, caminando hacia la ventana, con las manos tensas en los bolsillos de su chaqueta. Por un momento, el silencio llenó la habitación, roto solo por el sonido de la lluvia golpeando los cristales. Helena pudo ver el conflicto en sus ojos, una batalla interna que lo consumía.
—Mi pasado no es tan limpio como te han hecho creer —dijo, sin mirarla—. Antes de ser juez... yo estaba del otro lado de la ley.
Helena sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies. ¿Iván, un criminal? No podía creer lo que estaba escuchando.
—¿Qué quieres decir? —preguntó, incrédula—. ¿Qué es lo que ocultas?
Iván se dio la vuelta para enfrentarla, su mirada fría y cargada de sombras.
—Hace años, cuando aún estaba en la universidad, me vi envuelto en algo oscuro... algo que nunca debió haber sucedido. Intenté dejarlo atrás, pero nunca me ha dejado en paz. Y ahora, en este caso, esos fantasmas han regresado.
Helena lo miraba, incrédula y al mismo tiempo con el corazón en un puño. Todo lo que creía saber sobre él se desmoronaba en ese momento. Sentía la urgencia de preguntar más, de conocer cada detalle, pero también sabía que lo que estaba por escuchar cambiaría la dinámica entre ellos de forma irrevocable.
—¿Por qué me estás contando esto ahora? —su voz salió más suave de lo que esperaba, casi un susurro.
Iván dio un paso hacia ella, sus ojos cargados de una intensidad que la hizo temblar.
—Porque si seguimos adelante con este caso, si yo sigo siendo el juez, ambos estamos en peligro. Los mismos que me hicieron caer entonces, están conectados con todo esto. No puedo protegerte si no sabes lo que realmente está en juego.
Helena sintió que su pecho se apretaba. Las palabras de Iván eran como un golpe, pero detrás de su frialdad, también percibía un destello de vulnerabilidad. Estaba confiándole su mayor secreto, y eso significaba algo. Pero ahora, sabía que lo que sentía por él ya no era solo un dilema personal; la vida de ambos dependía de lo que hicieran a continuación.
Helena no podía apartar la vista de Iván, su mente luchando por procesar todo lo que acababa de escuchar. ¿Cómo podía ser cierto? El hombre que había representado la ley con tanta severidad, ahora confesaba haber sido parte de aquello que más despreciaba.
—No entiendo, Iván —su voz sonaba frágil, casi quebrándose—. Si todo esto es verdad, ¿cómo te convertiste en juez?
Iván la miró fijamente, sus ojos reflejaban la tormenta interna que lo consumía. Se acercó a ella, sus pasos resonando en la silenciosa oficina.
—A veces, Helena, la justicia no es tan clara como creemos. Mi pasado es oscuro, pero he pasado años tratando de redimirme. Este puesto me lo dieron después de limpiar mi nombre... aunque algunas manchas nunca se borran del todo —sus palabras estaban cargadas de culpa.
Helena sintió un nudo en el estómago. Por primera vez desde que comenzó el caso, dudaba si realmente podía confiar en Iván. Pero algo en su mirada la hacía dudar aún más de sí misma. Sabía que, a pesar de todo, su corazón ya había decidido.
—¿Y por qué me lo cuentas ahora? —preguntó, apenas manteniendo la calma—. Sabes que esto podría destruirlo todo. Podrías perder tu carrera, arruinar el caso.
Iván dio un paso más cerca, hasta que la distancia entre ellos fue casi inexistente. El aire estaba cargado de tensión.
—Porque, Helena —susurró—, tú ya formas parte de esto. No puedo seguir ocultándote la verdad. No después de todo lo que está en juego.
Helena sintió que su corazón latía con fuerza. Todo estaba cambiando demasiado rápido, y lo que alguna vez había sido una lucha por la justicia ahora se sentía más personal de lo que jamás hubiera imaginado.
Helena se apartó ligeramente, aún incrédula por lo que Iván acababa de confesarle. Su mente intentaba poner en orden todas las piezas: el juicio, su padre, y ahora el pasado turbio del juez. ¿Qué más podía salir mal?. Sus manos temblaban mientras las apretaba con fuerza para contenerse.
—¿Qué esperas que haga con esto? —preguntó Helena, con un hilo de voz—. Si lo que me estás diciendo es cierto, no solo estás en peligro tú, sino también mi padre... y yo. Esto lo cambia todo, Iván.
Iván la miró en silencio, su rostro una máscara de emociones reprimidas. Sabía que había cruzado una línea peligrosa al confesarle sus secretos, pero algo en él no había podido seguir guardándolo. Tal vez era la culpa, o quizás... algo más.
—Helena —dijo con voz suave, acercándose de nuevo—. No tienes que cargar con esto sola. Sé que estás luchando por tu padre, pero también tienes que confiar en mí. Juntos podemos encontrar la verdad, pero necesito que comprendas lo que está en juego.
Ella levantó la vista, enfrentándose a esos ojos que tantas veces había considerado fríos y distantes. Ahora, en ellos veía algo diferente: una súplica silenciosa, una necesidad de redención que nunca antes había percibido.
—¿Y qué pasará si esto sale a la luz? —preguntó, sintiendo que su corazón latía con fuerza—. No solo tú perderás todo... mi padre podría quedar aún más atrapado en este enredo.
Iván la tomó suavemente por los hombros, su toque firme pero reconfortante.
—Voy a protegerte, Helena. Te lo prometo. Pase lo que pase, no dejaré que esto te destruya a ti o a tu padre. Pero necesito que confíes en mí, aunque el camino sea peligroso.
Por un instante, Helena sintió que el mundo se detenía. Las palabras de Iván parecían envolverla, ofreciendo una promesa que nunca pensó que necesitaría. La duda seguía ahí, latente, pero por primera vez en semanas sintió que quizás no estaba sola en esa lucha.