En está historia, inspirada en la película «La laguna azul» veremos como Perla y Dayhan, por incidente inesperado, ambos quedan varados en un sitio remoto, mientras que todos los buscan con desesperación, pero ese incidente parece que los ayudará a entenderse mejor de lo que ellos creen. ¿Que pasará con esos adolescentes?
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Capitulo 10
Ya era de noche y, sin esperanza de ser rescatados después de un baño, volvieron a la choza. Otra noche más, pero esta sería mejor que las anteriores: tenían sábanas limpias, estaban bañados y se habían alimentado más o menos bien.
Dayhan no tenía intenciones de volver a dormir en el suelo. La cama no era tan pequeña, se podían acomodar los dos.
— Perla, no voy a dormir aquí abajo otra vez.
— Si estás pensando en dormir conmigo, te equivocaste lindo, literal. — negó la señorita.
— ¿Por qué no podemos compartir la cama? — preguntó confundido.
— Tú y yo juntos. No lo creo.
— Eres injusta, pero está bien. Feliz noche. — dijo con resignación.
Al cabo de un rato, ella lo miró sentado en la silla, con la cabeza inclinada hacia atrás y arropado con la sábana. Sintió pena por él y lo llamó. — Dayhan, Dayhan, despierta. — se expresó en voz alta.
— No estoy dormido. — aclaró.
— ¡Ok!, te voy a dejar dormir aquí, pero no te me acerques.
— No quiero causarte inconvenientes.
— Ven antes de que me arrepienta.
Cuatro días después, en los noticieros, en las redes sociales, en las escuelas y especialmente en la preparatoria Harrison, hablaban de los estudiantes desaparecidos. Los padres de Perla estaban en la isla, hospedados en el mismo hotel donde estuvo su hija por última vez. Las autoridades aún no tenían ninguna pista de su paradero.
El señor Raúl renunció a su empleo. No soportaba más los insultos y las agresiones de los Thompson. Todos los días, Gael y él iban a la preparatoria para saber si había noticias de los chicos, pero no corrían con suerte. Como los padres de Perla se habían encargado de decir que Dayhan secuestró a su hija, algunas personas creían que era cierto y acusaban al señor Raúl de cómplice.
Perla y Dayhan estaban sobreviviendo como podían. Él estaba aprendiendo a cazar y a pescar para alimentarse. También buscaban diferentes tipos de frutas que, gracias a Dios, encontraban a su alrededor. Como papaya, carambola, fruta de la pasión, granada, litchi, banana y guanábana.
Perla, en ocasiones, se sentía afligida. Jamás pensó en ponerse la misma ropa todos los días, ni en vivir en absoluta pobreza, sin lujos y sin comodidades. Era de tarde y ellos estaban contemplando el hermoso atardecer y mirando el mar como todos los días. Ella dejó escapar un enorme suspiro lleno de nostalgia.
— ¿En qué piensas? — preguntó el chico.
— Extraño mi casa, mi cama, necesito comer bien, sentirme limpia con olor a rosas. — expresó triste.
Él se acercó a su cuello y respiró su fragancia sutilmente.
— Me encanta el olor que tienes en este momento.
Ella, al sentirlo respirar en su cuello, sintió un escalofrío y una corriente por todo el cuerpo. Se levantó ruborizada y entró al agua. Él se quedó mirándola, observando cada movimiento, su risa, como el agua chocaba en su piel y la imaginó totalmente desnuda.
— Ven, Dayhan, el agua está rica. — le gritó sonriente.
Él decidió darse un baño y dejar de hacer malos pensamientos. Últimamente, tenía pensamientos obscenos con ella. Dormir en la misma cama era una tentación.
Ambos empezaron a jugar, se tiraban agua uno al otro, ella se subió en su espalda, él la sumergió en la profundidad. Eran dos adolescentes disfrutando del momento. De pronto, ella se empezó a sentir mal y le dijo:
— Para, por favor.
— ¿Qué tienes? Estás pálida.— dijo preocupado.
Ella se quedó sin pronunciar palabras, salió del agua y caminó hacia la choza. Él fue detrás de ella.
— Perla, si no me dices lo que tienes, no te puedo ayudar. — insistió Dayhan.
— Es que…— No pudo decir más nada, sintió muchas náuseas y empezó a vomitar. Mientras ella estaba inclinada hacia adelante devolviendo todo lo que había en su estómago, él le sostenía el cabello y le pasaba la mano por la espalda. Unos minutos después, ya estaba mejor. Entraron a la choza y, ella se acostó dándole la espalda.
— ¿No me vas a decir qué te pasa? — preguntó Dayhan insistente.
— No quiero hablar ahora.
Dayhan se sentó en la silla y, la miró mientras ella se quedó dormida. Miles de pensamientos pasaban por su cabeza. Él estaba frustrado. Era imposible dejar de hacer suposiciones. Lo que le atormentaba era creer que ella estaba embarazada. Para Dayhan, eso era lo que estaba sucediendo. Llegó a la conclusión de que esa era la sorpresa, de la noche romántica. "¡Maldición! ¡Joder! ¿Qué demonios me pasa?"— pensó con amargura. Se sentía atormentado, abrumado. Una sensación invadió todo su ser.
Eran las 1:00 AM y Dayhan continuaba sentado en la silla. Perla abrió los ojos y se dio cuenta de que él no estaba en la cama. Miró a una esquina y ahí estaba el chico, mirándola fijamente.
— ¿Me puedes dar un poco de agua? por favor. —pidió Perla.
Él, sin decir nada, le pasó la jarra.
— ¿Por qué no te acuestas? —le preguntó Perla. Él no contestó.
— Dayhan, no me siento bien, no me dejes sola. —expresó triste.
Él estaba enojado y no sabía las razones. Que ella estuviera embarazada de Andhy lo hacía enfurecer. Pero no podía dejarla sola, sabiendo su estado de salud, y se acostó en su lugar.
Al día siguiente, Dayhan despertó muy temprano o, mejor dicho, durmió muy poco. Fue al lago a darse un baño y luego volvió a la choza. Perla estaba sentada en la cama.
— Buen día, Dayhan. Muero por tomar agua de coco. —dijo ansiosa.
—¿Es un antojo? —preguntó él.
— Parece que sí. —dijo ella con una sonrisa, ajena a lo que él se refería. — Me acompañas al lago. —Él asintió con la cabeza.
Estaban en el lago. Él tenía una actitud de indiferencia. La miraba esquivando las miradas. Permaneció callado y pensativo. Incluso no quiso bañarse con ella.
— Estoy preocupada, no eres así. Estás enojado, lo dicen tus ojos.
— No me conoces.
— Al principio no, pero creo que conozco muchas cosas de ti.—comentó Perla, con amabilidad.
— Porque estemos juntos en este estúpido lugar, no significa que sepas quién soy. —habló molesto y se fue.
— ¡Wow! ¡Qué actitud! Imbécil, y yo queriendo ser amable. —dijo ella mirándolo caminar.
El día continuó avanzando y ya era de noche. Dayhan no le volvió a dirigir la palabra a Perla en todo el día. Se encargó de buscarle qué comer, pero nada más. Ella estaba confundida y no entendía su reacción. En varias ocasiones le preguntó: "¿Qué te pasa?" Pero él la miraba con reproche, ignorando su pregunta.
Estaban acostados y Perla sentía unos cólicos y, en ocasiones, se quejaba levemente.
— ¿Qué tienes? — preguntó preocupado.
— Nada.— no le quería decir que eran unos cólicos menstruales.
ella es más terca que una mula,a el le faltan pilas para poner esa mujer en su sitio, y la maddy está queda.
voy a seguir leyendo a ver si estoy se compone jejejeje