Safira, una joven de veinte años que no tiene más esperanzas en la vida. Tras un trauma en su infancia, su psicológico se vio afectado y como siempre mal tratada por quien le amaba y protegía, su capacidad de lucha se vio afectada.
Con una hermana mayor que es la preferida de su madre, pero vendida por su padre, a un hombre temido por todos, conocido por ser implacable y cruel. Samira acabará casada con Alejandro Torreto, que tampoco está nada contento con esta unión.
Ahora Safira tiene que descubrir qué hacer y confirmar por sí misma si la fama de los Torreto es un hecho o sólo una leyenda...
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10 capítulo.
Duda.
Después del contacto que tuvimos los dos, sentí algo como una descarga, no estoy entendiendo nada, cuando estoy cerca de hombres siento un gran miedo, ¿por qué con él es diferente? ¿Por qué me siento en paz cerca de él?
Él sale apresurado delante de mí y lo veo desaparecer por las escaleras. Bajo las escaleras y la puerta se abre. Entonces, entra aquel hombre que me encerró y siento un gran pánico. Mi corazón se acelera, mis manos tiemblan, miro alrededor y veo a Alejandro parado. En un acto de valentía, me agarro a él e intento esconderme detrás de aquel hombre enorme y musculoso. Tengo miedo de lo que pueda hacer conmigo. Parezco una niña asustada.
Alejandro me mira sorprendido, yo misma estoy sorprendida, pero el miedo es más grande que cualquier cosa. Entonces, Alejandro pone su mano detrás de él, sujetando la mía que tiembla sin parar.
Alejandro: Está bien, Samira. Todo estará bien.
Pablo: Veo que finalmente se entendieron.
Alejandro: Padre, necesitamos hablar.
Pablo: Después, hijo. Estoy cansado.
Alejandro: No, padre, ahora mismo.
Pablo lo mira.
Pablo: Habla de una vez.
Alejandro: ¿Cómo puedes encerrar a Samira en esa habitación? ¿Cómo puedes ser tan cruel?
Pablo: Míralo desde el lado bueno, ella está contigo.
Alejandro: No, padre. Ella está aterrorizada y tu miedo le da valentía. No te reconozco. Este hombre que está aquí no es mi padre. Vamos, Samira.
Él me saca del brazo para tomar las llaves del carro y nos vamos por la puerta, abre la puerta del carro para que yo pueda entrar, sin tener mucha alternativa, me acomodo en el asiento y él cierra la puerta e ingresa en el asiento del conductor saliendo de la mansión.
Está con una cara seria, cerrada, y yo me encojo en el asiento del carro.
Alejandro: Disculpa, no tienes que tener miedo de mí, ¿quieres ir a casa?
Casa, no, no quiero ir.
Saco la cabeza para demostrar que no.
Alejandro: Está bien, puedo llevarte a un lugar, prometo que no te tocaré.
Asiento con la cabeza afirmativamente.
Alejandro: Muy bien, creo que te gustará.
Sonríe con una hermosa sonrisa, sonrío incómoda por mis pensamientos. ¿Cómo alguien como él querría a alguien como yo? Sucia y con un pasado nada agradable. Miro por la ventana viendo pasar los coches y pienso en lo que será de mi vida, estoy sin rumbo, sin esperanza y, sobre todo, sin nadie.
Para en un lugar muy hermoso.
Alejandro: ¿Has estado aquí alguna vez?
Saco la cabeza para demostrar que no.
Alejandro: Ven, vamos a entrar.
Salgo del coche, es un lugar muy bonito.
Alejandro: El nombre de este parque es Parque El Retiro, ¿no es hermoso?
Saco la cabeza para demostrar que sí y sonrío para él, que me devuelve la sonrisa.
Alejandro: Vamos a encontrar algo para comer, ven.
Me llama, manteniendo cierta distancia de mí, me gusta eso. ¿Acaso el médico le dijo algo acerca de mi fobia a las personas del sexo masculino?
Alejandro: Mira ahí, encontré algo para comer.
Observo y veo una carpa donde una señora vende galletas.
Alejandro: Puedes elegir, Samira. Yo quiero a esa señora.
Él elige un paquete, yo elijo otro con un poco de vergüenza, él paga las galletas y dos jugos para nosotros, la señora me da las galletas y el jugo.
Alejandro: Gracias.
Luego salimos y vemos un banco, apunto al banco.
Alejandro: ¿Quieres sentarte en el banco?
Asiento con la cabeza.
Alejandro: Vamos.
Nos dirigimos hacia el banco, él me mira y dice.
Alejandro: ¿Puedo sentarme a tu lado?
Me siento un poco incómoda, pero para alguien que ya se aferró a este hombre, sentarse junto a él no será un problema, pienso así.
Asiento con la cabeza.
Nos sentamos en el banco, él mantiene cierta distancia de mí, miro hacia adelante y veo un lago, aquí es tan hermoso, no tan hermoso como él, ¿por qué no estoy desesperada a su lado? ¿Por qué me siento así cuando estoy con él?
Él abre el paquete de galletas y come una.
Esa forma suya de ser es tan... sexy, mi Dios, ¿qué estoy pensando? No soy yo quien debería estar aquí, soy Safira, no Samira, pero ¿cómo le cuento eso a alguien? ¿y si mi madre lo descubre? ¿y si me devuelven a ella diciéndole que mintió acerca de mí? ¿y si ella me encierra en una habitación con esos hombres? No, tengo que mantener la calma. Soy Samira, dejen que piensen eso hasta que pueda escapar.
Alejandro: ¿En qué estás pensando? ¿No tienes hambre?
Balanceo la cabeza afirmativamente, pero al abrir la bolsa de galletas, ésta se rompe y las galletas vuelan por todos lados. Pongo una expresión, y Alejandro comienza a reír a carcajadas, lo cual lo hace lucir aún más hermoso.
Alejandro: Lo siento, Samira, pero fue muy gracioso... jajaja, ver tu expresión y las galletas volando, perdón, pero no pude resistir.
Al observar esa sonrisa deliciosa, no puedo evitar sonreír también. Él me mira, coge otra bolsa de galletas y me la ofrece. Nuestras manos se rozan levemente, y esa sonrisa calienta mi corazón.
Permanecemos allí por un buen rato, en silencio, comiendo galletas, bebiendo jugo y admirando ese paisaje maravilloso.