Enzo Greco: Dulce Tentación.

...AMELIA...

¿Cómo pude decirlo sin vergüenza? Qué decepción Amelia, pero ya qué, no es hora de arrepentimientos.

— Lo voy a hacer, por como eres virgen te dolerá, tan solo serán unos segundos pero me encargaré de llevarte al cielo y hacerte pasar tan bien— Toma su polla y su cabecita la presiona en mi entrada sin la intención de entrar. Sabe erizarme la piel, ¿cuál es la idea de seguir torturandome?— Entraré cuando vuelvas a darme un permiso oficial.

— Hazme tuya, padrino.

Abre mis piernas rozando su pene en mi monte. Se inclina hasta el punto de su erección traspasar mis labios. Gimo con los labios cerrados y mis uñas clavadas en la almohada donde estoy acostada.

— Enzo...

Sacude mi cuerpo al enterrarme más su cosa tan hinchada, dura como una roca. El choque de nuestros sexos se escucha muy claro en la habitación y tal vez sea el motivo por lo que me excito demasiado. No sentí dolor tan solo placer puro, algo que me quema viva, me tortura pero me prohíbe parar.

...ENZO...

La pongo de espaldas con las manos en la cabecera de la cama. Sin parar tomo el control de su cintura moviendome más rápido. Sus gemidos y gritos son los mas dulces que he escuchado. Su cuerpo vibra en cada movimiento. La abrazo por detrás apretando sus pechos lamiendo su cuello.

— Padrino...— Gime a través de nuestros labios, en un beso tan profundo como si quisiera devorar su interior—...más, quiero sentirte más...— Solita lleva mi mano a su entre pierna.

Tan preciso entierro mis dedos escuchando sus gritos suaves en mi oído. Su interior me succiona. Sus fluidos son tan claros y sale a montones. Saco mi mano luego de jugar mucho tiempo y la llevo a mis labios dándole a una lamida, acerco mis dedos a su boca y me sigue lamiendo mis dedos. Me quiere matar.

Empujo su cabeza contra la almohada, un último gemido de mi parte y llego en su vagina.

— Mmmm, padrino.

Me sacudo ante un último choque eléctrico y me sigue mojando ahora las sábanas.

Miro con detalle su cuerpo desnudo, y aunque haya dejado de ser puro es tan frágil, sin experiencia alguna. La miro a los ojos, tiene aquella misma mirada de niña, su sonrisa sigue intacta como hace 5 años.

25 años antes...

Con un ramo de flores toco un par de veces la puerta. Donato me abre, despeino su cabeza y sonriente avanzo hacia la rubia.

— Felicidades mamá— Vayola ríe— Lo mismo para tí Jasin.

— Qué bueno que hayas venido, me haces muy feliz.

— No iba perderme por nada del mundo el nacimiento de mi ahijada— Camino deteniendome en la cuna que está a su lado, mirando a aquella criatura tan frágil, pequeña— ¿Cómo se llama ésta princesa?

— Rashel.

Sonrío pasando mis dedos por sus mejillas tan rosadas— Mi pequeña Rashel.

Presente...

La vista se me nubla lentamente.

20 años antes...

— Gracias por haber venido, Enzo.

— No tienes que agradecer. Quiero a Rashel aunque me haya alejado por cuatro años. Y estaré dispuesto a consentir a esa princesa— La miro desde la ventana correr con Carlo y Donato.

— Quisiera que me hagas una promesa, Enzo.

— Las que quieras.

— Prométeme que si no estoy, cuidarás de Rashel, que la protegeras de todos los peligros de este mundo y que la amarás.

— Te lo prometo, Jasin.

Presente...

En lugar de cubrirse se arrodilla en el borde de la cama mirándome fijamente.

— Enzo...

— ¡No, mierda Rashel!— Me visto golpeando todo lo que veo.

— ¿Qué pasa? Pensé que te había gustado lo que había ocurrido aquí, entre tu y yo.

— ¿Te soy sincero Rashel? No sentí nada— Sus ojos cafeces ahora son rojos húmedos— De todos los errores que he cometido en esta vida fuiste el peor, sí Amelia, digamos que lo que sucedió fué solo un error.

— ¿Cómo que un error? Eres el primer hombre al que me entregué Enzo...

— ¿Y? ¿Ahora esperas que me case contigo?— Doy media vuelta, en un apretón de ojos derramos mis lágrimas— Para mí siempre serás esa niña de 4 años y nunca te veré de una forma diferente. Lo único que quería de tí era esto, recibir tu virginidad y como lo he dicho antes, no me interesa amar a nadie. Así que vete haciendo esa idea, eres muy niña para mí— Dejándola ahí en la cama tomo un supuesto valor, el de salir de su habitación sabiendo que lo que dije no fué cierto, pero...le hice una promesa a Jasin...¿cómo fuí capaz de romperla?

...AMELIA...

Observo la mancha de sangre en las sábanas que apreto pero no de placer si no de rabia.

Con las lágrimas hago un camino húmedo en el suelo hasta una esquina donde está mi ropa.

Miro mi reflejo en el espejo— No seré tu juguete ni el de nadie, Enzo.

Me doy calor con un abrigo largo y en medio de la noche salgo de casa sin ser vista.

…

Ya dos de la mañana y me paseo por las calles de México en medio de una tormenta.

— ¿Amelia?— Jade se pone al frente, con un paraguas en su mano me mira— ¿Qué tienes, preciosa?

La abrazo refugiandome en ella, mojando su vestido negro con mis lágrimas— No quiero regresar.

— ¿Donde no quieres regresar?

— Con Enzo...no quiero regresar nunca más a esa casa...

— Tranquila, tranquila. Subamos al auto, esta lluvia te puede hacer daño. Me explicas las cosas con calma al llegar a mi casa.

…

Me acompaña en el sillón de a lado sirviendome un vaso de agua.

— Terminé de acostar a los niños. ¿Enzo sabe que saliste de casa?— Niego sin mirarla— ¿Me puedes decir que te pasa? Cielos, ardes en fiebre. Iré a buscar una medicina— La tomo del brazo.

— No quiero que le diga a Enzo que estoy aquí por favor.

— No te preocupes, no abriré mi boca. Mi esposo estará fuera de la ciudad por unos días así que puedes quedarte aquí el tiempo que sea.

...ENZO...

…

Si no fuera por el GPS en su celular ahora estuviera frustrado buscándola. Una sirvienta me abre la puerta de la mansión de Jade, tal como lo imaginaba Amelia y Jade están sentadas en la sala. Los ojos de ambas se abren de par en par al verme.

— Es hora de irnos, Amelia.

Jade deja su copa para ponerse en mi paso, evitando que tome a Amelia.

— No te la llevarás a ningún lado.

— Verás Jade, eres mi amiga y te quiero pero tú no decidirás en lo que quiero hacer...— Da un puño en mi rostro que ensangrenta mi nariz. Hace tiempo no veía una expresión molesta en su rostro.

— Y tú por el hecho de ser mi amigo no significa que permitiré que hieras los sentimientos de Amelia. La chica se queda conmigo para que no la lastimes más y es mi última palabra. Así que Sr. Greco, ahí está la puerta tan espaciosa. Puedes irte cuando se te dé la gana. Porque si Amelia es un error como tú dices, no creo que la sigas queriendo en tu vida. Mujeres como ella valen mucho, no merecen a un cabron como tú. ¿Entendiste?