¿Qué pasa cuando tu oficina se convierte en un campo de batalla entre risas, deseo y emociones que no puedes ignorar?
Sofía Vidal nunca pensó que un simple trabajo en una revista cambiaría su vida. Pero entre reuniones caóticas, sabotajes inesperados y un jefe que parece sacado de sus fantasías más atrevidas, sus días pronto estarán llenos de sorpresas.
Martín Alcázar es un hombre de reglas. Siempre profesional, siempre en control... hasta que Sofía entra en su mundo con su torpeza encantadora y su mirada desafiante. ¿Qué sucede cuando una chispa se convierte en un incendio que nadie puede apagar?
"Entre Plumas y Deseos" es una comedia romántica llena de tensión sexual, momentos hilarantes y personajes inolvidables. Una historia donde las plumas vuelan, los corazones se tambalean y las pasiones estallan en los momentos menos esperados.
Atrévete a entrar a un mundo donde el humor y el erotismo se mezclan con los giros inesperados del amor.
NovelToon tiene autorización de Cam D. Wilder para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Los Primeros Sabotajes
El primer movimiento fue simple, casi inocente. Envió un correo masivo al equipo editorial, aparentemente en nombre de Sofía, proponiendo una nueva sección para la revista: "El poder de las piedras energéticas para el amor y la productividad". El contenido estaba cuidadosamente redactado para sonar como una idea absurda pero plausible, lo suficiente para sembrar dudas sobre el juicio de Sofía sin parecer un ataque directo.
Desde su escritorio, Vanessa observó las reacciones. Un diseñador gráfico levantó una ceja, mientras una asistente editorial dejó escapar una risita contenida. Sofía, quien aún no había visto el correo, seguía escribiendo ajena a la pequeña tormenta que empezaba a formarse.
—Primer paso: cumplido —susurró Vanessa, escondiendo una sonrisa detrás de su taza de té de hierbas.
El segundo acto fue más elaborado. Con una sincronización precisa, intercambió las etiquetas de las columnas de Sofía y otro escritor. El resultado: un artículo profundamente emocional sobre la importancia de las relaciones modernas terminó en la sección de tecnología, mientras que una aburrida pieza sobre la última app de moda fue publicada bajo el nombre de Sofía en estilo de vida. Las reacciones en la redacción iban desde la confusión hasta la carcajada abierta.
—¿Qué demonios pasó aquí? —preguntó Sofía, sosteniendo un ejemplar de la revista mientras miraba su artículo fuera de lugar.
Vanessa, siempre lista para el papel de aliada comprensiva, se acercó con una sonrisa inocente.
—Ay, qué raro, Sofía. Seguro fue un error del sistema. Estas cosas pasan, ¿no?
La guinda del pastel llegó cuando se acercó a recursos humanos con su tono más dulce.
—¿Sabías que Sofía tiene un verdadero talento para la organización? Me comentó que estaría encantada de ayudar con los arreglos en la sala de suministros durante la fiesta. No quiere que nada salga mal.
Vanessa imaginó a Sofía, con su blusa cuidadosamente elegida para la ocasión, lidiando con cajas de papel y cartuchos de toner mientras el resto de la oficina disfrutaba de la música, las copas de vino y las luces tenues de la pista de baile improvisada.
—Un poco de humildad le vendrá bien —murmuró para sí misma, deleitándose con la imagen mental de Sofía en un rincón oscuro de la sala, completamente aislada del brillo de la fiesta.
Pero mientras Vanessa saboreaba su triunfo anticipado, no pudo evitar lanzar una última mirada a Sofía. Algo en la forma en que su rival inclinaba la cabeza al leer su pantalla, con una sonrisa pequeña y decidida curvando sus labios, le provocó un escalofrío. Como si Sofía, sin saberlo, ya estuviera planeando un contragolpe. Y Vanessa no era una mujer que ignorara el peligro, por pequeño que fuera.
El bullicio de la redacción de Estilo Porteño era apenas un murmullo de fondo para Sofía, concentrada en su pantalla mientras las palabras fluían de sus dedos al teclado. Sus cejas ligeramente fruncidas y el pequeño mordisco que daba ocasionalmente a su labio inferior eran señales de que estaba sumergida en su trabajo. Pero la calma relativa de su espacio personal se quebró de pronto con una intrusión que, en el fondo, ya esperaba.
Primero fue el aroma: una mezcla de café recién hecho y la inconfundible colonia especiada de Martín Alcázar, tan distintiva como él mismo. Luego, la presencia; ese calor casi tangible que emanaba de alguien que sabía exactamente cuánto espacio ocupar para desestabilizarla. Finalmente, la voz, grave y cercana, bajando su atención de golpe a la realidad.
—¿Trabajando duro o apenas sobreviviendo?
Sofía giró la cabeza justo lo suficiente como para encontrarse con el rostro de Martín a unos pocos centímetros del suyo. El brillo de sus ojos oscuros y esa sonrisa ladeada que siempre parecía burlarse del mundo —y especialmente de ella— hicieron que su corazón se acelerara de una forma que ni siquiera las tazas de café doble podían explicar.
—Ambas cosas —respondió, con un tono que intentaba ser firme pero que salió un poco más suave de lo planeado—. ¿Puedo ayudarte en algo o solo estás aquí para interrumpir?
Martín no se inmutó. Si acaso, su sonrisa se amplió apenas un poco, una mueca de triunfo silencioso.
—Solo asegurándome de que la estrella de la revista no se queme demasiado rápido.
Sofía parpadeó. ¿Estrella? ¿De verdad iba a usar ese término? Su primera reacción fue un destello de irritación, pero su orgullo no iba a dejar que Martín tuviera la última palabra tan fácilmente.
—Oh, tranquilo, sé manejar el calor —dijo, sin pensar demasiado en el doble sentido que acababa de escapar de su boca.
El efecto fue inmediato. Los ojos de Martín, que solían brillar con diversión, se oscurecieron un matiz, como si algo más profundo se hubiese encendido en él. El cambio fue sutil, pero Sofía lo sintió como si el aire entre ambos hubiera cambiado de temperatura.
—Eso espero —murmuró Martín, inclinándose un poco más hacia ella, su voz bajando a un registro que parecía diseñado para hacerla tambalear—. Porque donde hay fuego…
—¿Hay humo? —lo interrumpió rápidamente, intentando recuperar el control de la conversación antes de que la tensión siguiera escalando.
Martín dejó escapar una risa suave, una de esas que vibraban más en el pecho que en la garganta, y que Sofía sintió como un ligero cosquilleo que recorría su columna.
—Exactamente —dijo, enderezándose con una lentitud deliberada.