Entre La Razón Y La Piel

~ Allison

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De cualquier forma, no quería irse, y con todo lo ocurrido yo no estaba en condiciones de soportarlo. Aunque pareciera algo ridículo, mi carrera entera estaba en riesgo por esta tontería. Y Liam no hacía más que empeorar las cosas, se deleitaba con el caos, lanzando comentarios al vacío a la espera de ver hasta qué punto podía incrementar mi ansiedad. Podría entender que aún guardara rencor por el tema del papeleo, pero esto era algo importante, de verdad importante.

Digo. Bien, está bien. Tal vez los documentos que perdí por error –y no adrede como él se ha encargado de divulgarle a Camile– eran valiosos para él, pero eso no lo justificaba. No había ningún punto de comparación, a lo mucho la directiva lo vería como un despistado, ¿y qué más? Una vez pasado el tema de su conferencia ni siquiera recordarían quién era él.

Yo perdería mi beca y la posibilidad de continuar estudiando si no corregía a tiempo lo que había causado. No se me había olvidado, estoy segura de haber guardado el registro, de verdad que lo revise, mil veces. Esto tenía que ser culpa de la computadora, una reliquia anticuada con un sistema operativo tan obsoleto como problemático, no era la primera vez que el sistema provocaba algo así.

Considerando eso, me molestaba mucho la actitud que había adoptado Baudelaire conmigo, sentía que se había desligado de sus responsabilidades por completo. Sí, yo era la encargada de esta tarea, pero ella debería haber estado igual de preocupada que yo, tenía que estar allí mismo supervisándome, y en lugar de eso, se había ido tranquilamente a la cafetería por su almuerzo. Lo peor de todo es que si terminaba por salir mal, todo caía sobre mis hombros. La tipa me caía peor de lo que me caía el imbécil que se resistía a dejarme tranquila en un momento tan crítico.

En cuanto a lo que él piensa. No, no hubiera querido arrojarle la pantalla por la cabeza, lo hubiera querido arrojar a él mismo por la ventana. Se había quedado callado al ver que no cedía a sus comentarios, pero eso no era mejor, incluso en silencio, su sola presencia vigilándome me mortificaba de sobremanera. Seguía siendo insoportable.

—Liam, ya vete. Dios mío, no te aguanto más.

Me ignoró, desde luego.

—¿Sabes que pienso? —se paseó por la pequeña sala con aires de superioridad, como si fuera mi jefe—. Que esto se trata de que estás celosa de cuánto más inteligente soy que tú.

Otra vez el "yo, yo, yo". No me podía dar el lujo de discutir como gallito. No era un patio de recreo, me estaba desconcentrando. Bajé la cabeza, agotada del escenario. Mis manos temblaban por la frustración. Me agarré el cabello con fuerza. En mi mente, no era mi cabeza la que sujetaba, sino la suya.

—Ah, de verdad te estoy irritando. Parece que toqué un nervio sensible ¿No es divertido cuando las cosas son a mi favor por una vez?

La verdad, quería soltarme a llorar, esto ya estaba pasando mis límites. Pero nunca le daría esa satisfacción, no para que se prendiera de eso después, así que me resistí. Y, como si el universo decidiera concederme una pizca de misericordia, justo en ese momento Camile abrió la puerta. Siempre aparecía a esa hora una vez terminada su clase de psicopatología, y casi siempre llevaba algún postre consigo para traérmelo.

—¿Qué ocurre aquí? —cerró la puerta tras de sí, con una expresión genuina de sorpresa al vernos, mientras analizaba el panorama. Dejó la caja a un costado luego de escanear las cosas.

—Llévatelo, ¿quieres? —le rogué con voz apenas contenida, sin poder sostener más el hilo que sujetaba mi paciencia.

—¿Qué pasa? Creí que disfrutabas de mi presencia —respondió él, pero no le dije nada, ni siquiera le dirigí la mirada.

—Por favor —le pedí nuevamente, juntando mis manos para que comprendiera que lo estaba pidiendo en serio.

A lo que Camile respondió tomándolo de la muñeca para jalarlo hacia afuera.

Felizmente, porque me encontró al borde de la tortura, y si me daba un segundo más, estaría a nada de estamparle la cara contra la maceta que tenía al lado.