A veces, la vida nos juega una mala pasada. Nos hace probar el dulce néctar del amor, para luego arrebatárnoslo como si fuera una burla. Ésta historia le pertenece a ellos, aquéllas dos almas condenadas a amarse eternamente, Ace e Isabella.
—¿Seguirás amándome en la mañana?.
—Toda la vida, mi amor...
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Capítulo 9
...Isabella....
Mientras cortaba el pan, y comenzaba a preparar los sándwiches, podía sentir los ojos de mi esposo sobre mí.
—¿Hay algo mal, Ace? –Cuestioné–. Te ves pensativo.
Él regresó en sí mismo cuándo escuchó mi voz.
—Ah, estoy bien, sólo... Pensando. –Respondió, apoyándose en la encimera–.
—¿Pensando? ¿En quien? ¿Tu novia? –Indagué y él negó–.
—No, no estoy pensando en ella. –Declaró firmemente–.
—¿Entonces...? –Lo observé, buscando más información–.
—No es nada importante, simplemente... –Soltó un suspiro frustrado, mientras pasaba su mano por su cabello, desordenándolo–. Tengo la sensación de que he estado aquí antes. –Declaró mientras observaba el lugar–.
—Éste lugar, ésta casa, ésta cocina, tú... Todo aquí es tan malditamente familiar que me hace preguntarme si te he conocido antes. –Expresó en un susurro–.
Lo observé en shock.
¿Acaso Ace recuerda todo?
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Quería decir eso, y más.
Pero, ¿Cómo decirlo sin que piense que estaba completamente loca?
—Quizás... Quizás nos conocimos en alguna otra vida. –Respondí, sin mirarlo–.
—Quizás... –Dijo él–. O, quizás, sólo quizás, nos conocimos en un sueño.
Mis ojos se posaron en los suyos.
—Ese sueño... ¿Es bonito? –Murmuré con mi mirada fija en la suya–.
Él asintió.
—Es un sueño hermoso, Isabella. –Afirmó–. Un sueño del que nunca querría despertar.
—De ser así, me encantaría estar atrapada en ese sueño contigo, para toda la vida. –Respondí con sinceridad–.
Puedo notar como él se estremece ante esas palabras.
—Lo siento, dijiste... <<¿Para toda la eternidad?>> . –Indagó y asentí–.
—Sí, ¿Hay algo mal en eso?.
—No, no... Pero esa frase, me causa algo...
Él pasa su mano por su cabello, desordenándolo nuevamente.
—Tengo un dolor de cabeza insoportable, discúlpame Isabella, pero debo irme.
Sin darme oportunidad de responder, mí esposo ya estaba saliendo de la casa.
Me dejó sola... Sola en la misma casa en la que en alguna otra línea temporal compartimos nuestra vida.
Yo tampoco me quedé atrás, tomé taxi y me dirigí a dónde la gitana.
Al llegar, fui directamente a su puesto y, por suerte, ahí estaba ella.
—¡Gitana! ¿Tienes un minuto? Necesito hablar contigo. –Dije mientras mis dedos golpeaban suavemente la mesa–.
—Ah, la señorita viajera, viene tan seguido que quizás deba comenzar a cobrar las consultas. –Comentó sonriendo–.
—¡¿Ah?! ¡Tú dijiste que debía venir a ti cada que necesite tu ayuda! –Me quejé y ella rió–.
—Está bien, está bien... Sólo era una pequeña broma, debés aprender a relajarte. –Sugirió–. Ahora dime, ¿Qué te trae por aquí? –Me observa–.
Solté un suspiro tratando de recobrar la calma.
—El día de hoy ví a Ace, fuimos a mi casa y...-
—¿Fueron a tu casa? –Indagó, interrumpiéndome–.
—Sí, fuimos a mi casa y...-
—Entonces, invitaste a tu casa al chico que te gusta. Y es el mismo chico que casualmente tiene una novia. ¿Eso me estás diciendo? –Cuestiona, interrumpiéndome una vez más–.
—¡No lo hagas sonar mal! ¡Y ya no me interrumpas! –Exclamé algo alterada–. Suena mal, lo sé. Pero, en primer lugar, yo no lo invité. Ace me pidió quedarse en mí casa un rato. –Le expliqué–. En segundo lugar, sé que tiene novia. En tercer lugar, no hicimos nada. –Afirmé–. Y por último, te recuerdo que "Ese chico que me gusta", es nada más y nada menos que mí esposo. –Le recordé–.
—Pero no es tu esposo en ésta línea temporal. –Aclaró ella–.
—Aún. No lo es, aún. –Respondí con seriedad–.
—Bien, bien... Por favor, continúa con lo que me estabas contando. –Comenta observándome–.
—Bien, te decía que estábamos en mi casa. –La observé a los ojos–. Ace dijo que sentía que había soñado con esa casa, dijo que soñó conmigo. –Señalé–. Dime, ¿Existe alguna posibilidad de que mí esposo recuerde nuestra antigua vida? –Pregunté observándola atentamente–.
La ginata guardó silencio, analizando mis palabras.
—Ya veo, ven conmigo. –Comienza a caminar hacia el interior de su tienda–.
Obedecí y la seguí sin cuestionar.
El lugar estaba repleto de telas, incienso y muchos objetos de diferentes clases, me atrevería a decir que le gusta coleccionar cosas pero, como son gitanos, no digo nada.
—¿A dónde vamos? –Indagué, mientras observaba al rededor–.
—Vamos a hablar con Rom Baró, el antíguo patriarca gitano. –Verbalizó–.
La ginata me llevó a una habitación en dónde yacía un anciano, estaba postrado en la cama.
No tenía cabello, el hombre era ciego, y dudo que escuche bien.
La gitana se acercó a dicho hombre, y comenzó a hablarle en su lengua originaria.
No sé que le dijo, pero pude ver como el anciano asintió ante sus palabras.
—Acércate al patriarca, viajera. –Ordenó la gitana–.
No cuestioné su órden, me acerqué al anciano y éste habló.
—Viajera, portadora del reloj del tiempo... –Habló con carraspera–. ¿Cuál es su nombre? –Preguntó–.
—Isabella Davinia. –Respondí observándolo–.
—Patriarca, ella es la mujer de la que te hablé. –Dijo la gitana al anciano–. La que compró el reloj. –Explicó la gitana–.
El patriarca niega.
—El reloj del tiempo no se compra, el reloj elige a su portador. –Dijo el viejo–.
—Claro, la traje aquí porque usted fue el último protector del reloj hace tantos años. Ésta mujer es la nueva viajera. –Me empuja hacia el anciano–. Ya le he explicado al patriarca la situación, él de dirá lo que sabe. –Susurró–.
—Viajera... –Dice el anciano–. Viajaste al pasado, lo que hace que aquéllos que te conocieron, te olviden. Y olviden la vida que alguna vez tuvieron. Pero, en el inconciente aquéllos recuerdos siguen vigentes. Es por eso que tu esposo sueña contigo, y con la vida que alguna vez tuvieron. –Explica el hombre–.
—¿Eso que significa, señor? –Pregunté con confusión–.
—Significa que cada que el lado consciente del cerebro de tu esposo se desactive, él te recordará. Dormido, borracho, e incluso drogado, tu esposo se acordará de ti y de la vida que alguna vez les perteneció.–Afirmó–. Pero sólo cuándo esté dormido o bajo sustancias.–Remarcó–. De lo contrario, no lo hará, y estará confundido tal y cómo sucedió hoy.
—¿Dices que mí esposo me recuerda cuándo duerme o está bajo sustancias? –Murmuré para mí misma, intentando comprender sus palabras–.
—Sí. –Confirmó mis dudas–. El alma tiene memoria, memorias que se desatan cuándo el consciente es apagado. –Informó–. Es por eso que tu esposo busca estar cerca de ti, incluso si está con alguien más. Es por eso que no deja de pensar en tu persona, incluso si sabe que está mal. –Verbalizó–.
—Podrás hablar con tu esposo siempre y cuándo se encuentre en ese estado. –Interviene la gitana–.
Hablar con Ace...
Hablar con mí esposo...
—Él cree que son sueños, quizás piensa que sólo está imaginando una vida contigo, lo que no sabe es que no está imaginando nada, él está recordando su vida anterior, la vida que ambos compartieron juntos. –Declaró la gitana–.
Mí esposo me recuerda...
—¡Ésto es maravilloso! –Exclamé extasiada–. Creí que no tenía oportunidad, pero mí esposo me recuerda. ¡Mí Ace me recuerda! –Literalmente comencé a saltar de la emoción–. Podré hablar con él, con mí amado esposo. –Me volví hacia el anciano y tomé su mano entre las mías–. ¡Muchas gracias, señor, muchas gracias!
El hombre asintió.
—¡Gracias a ti también, gitana! –Le agradecí–.
—Claro, cuándo quieras. –Respondió–.