Hace años, Ilán le mintió a su exmarido, Damon, diciéndole que el bebé que había dado a luz había muerto. Lo hizo por la profunda decepción que sentía hacia él, quien lo había abandonado en el momento más vulnerable, cuando estaba a punto de dar a luz.
Ahora, Ilán se ve obligado a enfrentarse nuevamente a Damon, ya que su hijo/a necesita desesperadamente un donante de médula ósea.
¿Cómo reaccionará Damon al descubrir que su hijo/a sigue vivo y está gravemente enfermo debido a la enfermedad que padece?
—Cásate conmigo otra vez, Ilán —dijo Damon, su voz impregnada de autoridad, mientras las feromonas alfa llenaban la habitación, abrumando a Ilán con una mezcla de tensión y deseo reprimido.
—Acepto... —respondió Ilán, conteniendo la respuesta instintiva de su cuerpo al poder que emanaba Damon—, pero después de que quede embarazado y dé a luz, nos separaremos.
El aire cargado de feromonas hizo que la atmósfera se volviera insoportable, incrementando la tensión entre ambos...
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9
—¿Qué sucede, señor? —preguntó Zack con cautela. Desde que habían dejado la imponente residencia de Theo y atravesado kilómetros hacia la caótica Jakarta, Damon no había pronunciado ni una palabra. El silencio entre ambos se sentía denso, casi insoportable, y las feromonas de Damon, normalmente controladas, empezaban a impregnar el ambiente con una mezcla de frustración y tensión.
El rostro de Damon estaba rígido, sus ojos fijos en el horizonte a través de la ventanilla del coche, pero su mente estaba claramente en otro lugar. De vez en cuando, un suspiro profundo escapaba de sus labios, como si intentara liberar el peso invisible que lo aplastaba. Zack sintió un escalofrío recorrer su espalda; la presión del alfa era palpable.
—¡Zack! —la voz de Damon rompió el silencio de forma abrupta, tan afilada que Zack casi dio un respingo—. Quiero que encuentres a Ilán. ¡Ahora mismo!
Zack parpadeó, sorprendido. Las feromonas dominantes de Damon llenaron el aire, haciendo que el interior del coche se sintiera aún más sofocante.
—¿El paradero de Ilán? —preguntó Zack, con un nudo de nervios en el estómago—. ¿Te refieres a tu exesposo, señor?
El silencio se prolongó por un segundo que pareció eterno, hasta que Damon asintió lentamente, con el ceño fruncido.
—Quiero esa información de inmediato —añadió Damon, su voz grave y controlada, pero con un trasfondo de impaciencia que no pasó desapercibido—. Si es necesario, paga lo que sea. No escatimes en recursos.
Zack asintió, ya pensando en las opciones, pero había un problema.
—Señor, necesitaré una foto de Ilán —admitió, sintiéndose incómodo. No tenía ninguna imagen reciente del omega, y no sabía si Damon guardaba algo que pudiera ayudar en la búsqueda.
Damon cerró los ojos un segundo, como si luchara internamente. Sacó su billetera de cuero negro y, tras un breve instante de vacilación, extrajo una vieja foto de Ilán. La miró por un momento antes de entregársela a Zack.
—Él la puso en mi billetera hace mucho tiempo —dijo Damon con voz baja, como si ese recuerdo fuera algo que aún le afectaba profundamente.
Zack levantó una ceja, sorprendido. Nunca habría imaginado que su jefe aún guardaba algo tan personal después de todo este tiempo.
—No puedo creer que todavía conserves una foto de Ilán —dijo Zack, tratando de aliviar la tensión con una sonrisa, aunque sabía que estaba pisando terreno delicado.
El ambiente en el coche estaba cargado, las feromonas de Damon fluctuaban entre el control y la melancolía. Su mirada permanecía fija en la foto, como si los recuerdos del pasado se filtraran de nuevo en su mente.
—Él la dejó ahí, y simplemente olvidé deshacerme de ella —mintió Damon, aunque el tono de su voz y el ligero temblor en su mandíbula traicionaban sus palabras. Zack pudo percibir el cambio en las feromonas del alfa, ahora mezcladas con algo más suave, una nostalgia que no estaba dispuesto a admitir.
—Sí, claro... —respondió Zack con una sonrisa cómplice—. Me pregunto qué diría Juan si supiera que aún conservas una foto de Ilán.
Damon soltó un suspiro pesado, como si no le importara en absoluto.
—Él lo sabe, y no es asunto suyo. Además, nuestra relación es solo física. Nada más.
Damon recordó cómo, en su momento, Juan había sido el único capaz de distraerlo de sus pensamientos por Ven. Nadie más había conseguido arrancarlo de esa oscuridad emocional. Incluso había llegado a pensar en casarse con él después de su separación de Ilán, pero las cosas se habían torcido. Juan había traicionado su confianza, y ahora lo único que los mantenía unidos eran noches vacías, carentes de cualquier emoción.
—Recuerda, quiero que encuentres a Ilán cuanto antes. No aceptaré errores —dijo Damon, esta vez con una intensidad que dejó a Zack sin palabras. Las feromonas alfa de Damon se sentían como un manto abrumador que llenaba todo el espacio a su alrededor.
—Entendido, señor —respondió Zack con un nudo en la garganta, ya marcando números en su teléfono para poner en marcha la búsqueda. Pero, para su sorpresa, a pesar de todos sus esfuerzos, al día siguiente aún no había obtenido ninguna información.
—¡No me importa cómo lo hagas, pero tienes que encontrar a Ilán! —rugió Damon, golpeando su escritorio con fuerza. Las feromonas se desbordaban de él, intensas y casi sofocantes, llenando la habitación con una atmósfera de pura dominación.
Zack, quien raramente fallaba en su trabajo, estaba desesperado. No entendía cómo un omega como Ilán había desaparecido tan completamente, dejando tan pocas pistas.
—Señor, aunque no está siendo fácil, estoy contratando a más expertos para acelerar la búsqueda —dijo Zack, sintiendo la presión abrumadora de las feromonas de Damon que lo mantenían en vilo.
—Mejor que sea así —gruñó Damon, mientras descendía del coche y caminaba hacia su imponente edificio. La tensión en sus hombros era palpable, y sus feromonas aún cargaban el ambiente con su frustración—. ¿Hay alguna reunión fuera de la oficina hoy? —preguntó, sin desviar la mirada hacia los empleados que lo saludaban respetuosamente.
—No, señor, pero después del almuerzo tenemos una reunión con el equipo de producción —respondió Zack, esforzándose por seguirle el ritmo.
Damon asintió, dirigiéndose hacia el ascensor privado, pero justo antes de entrar, una voz resonó por el pasillo.
—¡Damon…!
El alfa se detuvo en seco. Un escalofrío recorrió su espalda, y las feromonas en el aire cambiaron bruscamente. Esa voz… era inconfundible. Damon se giró lentamente, y su corazón dio un vuelco al ver la figura que lo llamaba desde la distancia.
Era Ilán.
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