Vidas Cruzadas

Ander

El almuerzo había sido eterno y entre más le decían cosas a Daila, más rabia sentía. Pero con la mirada de mi mujer, me hacía entender que lo mejor era mantenerme calmada y no reaccionar demasiado violento con esto.

Cuando se metieron con el punto sensible, Cachetes reaccionó de inmediato, furiosa y con la actitud que siempre me había demostrado que tenía. Poco a poco la estaba sacando a flote, se había tardado luego de todo lo sucedido, pero me alegraba de verla de esa forma.

Todo se fue al carajo cuando mi padre llego, no podía soportar la rabia que tenía contra él, no podía soportar como se había referido a Daila, aun menos como mi hermana, Emily y mi mamá de una bajaron la cabeza por el miedo de tener a mi papá presente.

—No te metas en peleas innecesarias, no eres como él —Me agarra del brazo, los cachetes de Daila estaban rojos, también estaba peleando.

—Mira como te dejas controlar por una mujer —Suelta con burla con mi papá —Después de todo uno se deja controlar por quien le da eso.

—Sí, hazle a tu caso a tu papá y te lo doy —Me giro a verla sorprendido, ¿qué estaba diciendo? — No me mires así, vámonos, mamá y Oli nos deben estar esperando.

—Carajo —Suelto a mi papá por completo y agarro de la mano a mi futura novia, caminamos al auto sin mirar atrás.

Sentados ambos en nuestros asientos, suspiramos y ambos nos reímos cuando nos escuchamos.

—Siempre creí que los padres eran amor y comprensión —Daila dijo, dándome una sonrisa nerviosa—. Parece que viví en una cuna de oro, pero era otra.

—Yo creí que mi padre era el mejor hombre del mundo, hasta que cumplí 7 años. Su carrera se estancó por su edad y su problema con el alcohol —empecé a hablar mientras encendía el carro para salir de la casa de mi infancia—. Era mi ídolo, el hombre al que yo quería alcanzar, pero al final, su actitud arrogante fue lo que lo condenó.

—No tienes que hablar de eso si no quieres.

—Quiero, no me molesta —le dije con una sonrisa mientras esperaba un semáforo en rojo—. Mi papá le fue infiel a mi mamá cuando yo tenía 15 años, o al menos fue la que descubrí. Con eso perdí totalmente la fe en él, en ese momento.

—No eres tu papá.

—No, pero lo fui. Tenía talento como él, era bueno con el balón, tuve muchas mujeres, una diferente cada día. Cuando me enamoré, me di cuenta de que todo me estaba pasando factura, porque ella me dejó por otro al tiempo —le dije con una sonrisa amarga.

—Está bien, aprendiste de tus errores.

—¡Lastimé a muchas personas! —dije con dolor. En ese momento, me di cuenta de que no merecía ni un poco a Daila. Ella era demasiado para mí, la mujer más increíble que había conocido en toda mi vida. ¿Quién era yo? Un pobre futbolista que apenas estaba consiguiendo un nombre sin la sombra de mi padre, tratando de limpiar una reputación.

Yo no era nadie, ella tenía un gran futuro por delante.

—¿Crees que yo no he cometido errores? —dijo Daila, sus ojos llenándose de lágrimas—. La razón por la que mi familia de parte de mamá no quiere estar con nosotros es porque empezaron a decirle a mi madre que consiguiera otro hombre, que todo estaría bien, que me podían poner a trabajar a mí. Me estaban dejando toda la carga. Mi mamá me defendió, y le dijeron que por esa razón yo era como era, una buena para nada que solo sabía comer.

Sentí una punzada de dolor al escucharla. Daila estaba llorando, sus palabras cargadas de dolor y frustración.

—Explote y les dije todas las verdades —continuó—. Les dije que yo al menos era consciente de mis cosas, pero sus hijos solo eran buenos para nada que solo servían para hacer berrinches.

Tomé su mano, apretándola suavemente.

—Todos cometemos errores, Ander. Ya queda en cada uno, si mejorar y ser mejor persona o seguir siendo la misma mierda de siempre.

—Tienes razón —En un semáforo en rojo, se acerca para darme un beso fuertemente, que va subiendo de tono, hasta que se escucha la bocina de un carro —Vamos a comprar la comida.

Nos detenemos en un supermercado.

—¿Qué vas a comprar?

—Papitas y cosas así.

—¿Si puedes comer eso? —Me cruzo de brazos.

—Un día no me matará, ya di mi entrenamiento diario, mañana le tendré que hacer más fuerte.

—¿Estás nervioso? El lunes te vas para Bogotá.

—Sí, hablando de eso. ¿En un mes tu mamá estará mejor?

—Creo que sí, el lunes tiene la cita, dependiendo de eso, veremos que hacer.

—Si tu mamá está bien, vengan conmigo donde sea, pondré a tu hermana a estudiar, podrá estudiar inglés, lo que quiera.

—¿Por qué me pides eso?

—Me gustas —Confieso, sin temor a nada, total estábamos en un supermercado —Me gusta cuando haces mala al sentir un olor extraño, cuando inflas tus cachetes, cuando volteas los ojos, cuando te ríes y se ponen tus mejillas rosadas.

—No digas más —Ella me cubre la boca, las personas nos estaban mirando. —También me gustas, maracuyá, eres dulce y ácido al mismo tiempo.

—A veces más dulce —Le doy un beso en su cachete y luego en los labios —Te haré sentir orgulloso de mí, cada gol será dedicado a ti y tu familia.

—Tal vez te puedas arreglar con tu familia.

—A mi papá nunca lo podré perdonar.

—Hazlo, pero no por eso tienes que estar cerca de él.

—¿Qué quieres decir? —Pregunto confundido, mi no sé qué era me mira.

—No tienes que amarlo, no tienes que darle cariño y compresión, solamente perdona que actuó por traumas o por un montón de cosas externas, pero no lo quieres en tu vida.

—¿Eso haces tú?

—A veces —Se ríe, una risa que me hace alegrar todo en mi interior.

—Sé mi novia, sé mi motor, Daila —Le digo y ella me sonríe.

—Seré tu novia, pero —Me muestra su dedo anular —Es la única forma de amarrarme, aunque ya lo has hecho por querer tanto a mi familia.

—Lo haré.

¿Era rápido? Habíamos tenido química, comenzamos de forma muy extraña, pero nos habíamos empezado a hablar bastante, habíamos empezado con confianza y compresión, algo que no es tan común como se cree, mi linda cachetes sería la reina del mundo.