Ecos Del Pasado

La mañana después de la fiesta de las máscaras, Emilia se despertó con una sensación extraña, una mezcla de inquietud y determinación que no había experimentado antes. La conversación con la misteriosa mujer y las palabras enigmáticas de Rossi seguían rondando en su mente. Sabía que no podía ignorar lo que había sentido esa noche, y que debía tomar control de su propia vida antes de que los secretos que la rodeaban la ahogaran.

Dante ya se había levantado. Desde que volvieron de la fiesta, él había estado distante, sumido en sus pensamientos, y Emilia podía notar que algo lo preocupaba. Quizás él también había sentido la presión de la noche anterior, o tal vez, simplemente, estaba cargando con más de lo que le permitía ver. Pero lo que fuera, ella estaba decidida a descubrirlo.

Después de vestirse, bajó a la planta baja, donde la luz de la mañana iluminaba la mansión con un brillo cálido. Las criadas se movían con diligencia, preparando el desayuno en el gran comedor, pero Emilia no tenía apetito. En cambio, se dirigió al despacho de Dante, una habitación que había aprendido a evitar la mayor parte del tiempo. Sin embargo, hoy, sentía la necesidad de estar allí, de enfrentarse a lo que sea que Dante pudiera estar ocultando.

La puerta del despacho estaba entreabierta, y Emilia pudo ver a Dante sentado en su escritorio, revisando algunos documentos. Su semblante estaba grave, y la concentración con la que observaba los papeles revelaba que algo importante estaba sucediendo.

Golpeó suavemente la puerta, y Dante levantó la vista, sorprendido de verla allí. "Emilia, ¿todo bien?" preguntó, aunque sus ojos reflejaban su cansancio.

Ella entró y cerró la puerta detrás de sí, dispuesta a tener una conversación sincera. "Necesito hablar contigo, Dante. Sobre lo que está pasando. Sobre la fiesta de anoche y… lo que sea que no me estás diciendo."

Dante la observó en silencio durante un momento antes de suspirar y hacer un gesto para que se acercara. "Emilia, hay cosas que no puedo explicarte del todo, no porque no quiera, sino porque podría ponerte en peligro. Lo que ocurrió anoche en la fiesta fue solo una pequeña parte de algo más grande."

"Entonces, dime lo que puedas," insistió Emilia, sentándose frente a él. "No quiero seguir caminando a ciegas en esta casa, en este mundo. Necesito saber qué está sucediendo."

Dante dejó los documentos a un lado y apoyó los codos en el escritorio, entrelazando las manos. "La familia Rossi es poderosa, más de lo que imaginabas anoche. No solo por su riqueza, sino por las conexiones y las influencias que tienen. Lo que viste anoche no era solo una fiesta; era un escenario donde se toman decisiones que afectan a muchas más personas de las que te imaginas. Decisiones que tienen que ver con negocios, alianzas y, a veces, con la vida y la muerte."

Emilia sintió un escalofrío recorrer su espalda. "¿Y nosotros? ¿Qué papel jugamos en todo esto?"

Dante la miró fijamente. "Somos una pieza en un tablero de ajedrez, Emilia. Pero no somos simples peones. Los Moretti son una familia con historia, con peso en este juego, y por eso, debemos ser cautelosos. Rossi estaba enviando un mensaje anoche. Quería recordarnos cuál es nuestro lugar y asegurarse de que no intentemos movernos fuera de las líneas que ellos trazan."

"¿Un mensaje para ti?" preguntó Emilia, intentando comprender. "¿O para nosotros?"

"Para ambos," admitió Dante, su voz grave. "Rossi es consciente de nuestra unión, de cómo nos afecta a nivel personal y de lo que puede significar para los negocios de la familia. Nos observa de cerca, como lo hacen muchos otros."

Emilia recordó la advertencia de Rossi: "En este juego, no hay lugar para los errores." Ahora entendía mejor lo que él había querido decir. Cualquier movimiento en falso podría tener consecuencias devastadoras, no solo para ellos, sino para todos los que dependían de la familia Moretti.

"¿Y qué se supone que hagamos?" preguntó, sintiendo que la situación la superaba.

Dante se levantó y caminó hacia la ventana, observando los jardines de la mansión. "Jugamos, Emilia. Jugamos el juego con cuidado, movemos nuestras piezas estratégicamente, y no dejamos que vean nuestras debilidades. Pero más que eso, debemos confiar el uno en el otro. Si estamos divididos, caeremos."

Emilia se unió a él en la ventana, apoyando su mano sobre la suya. "Estoy dispuesta a aprender, Dante. No quiero ser una carga ni un blanco fácil. Si hay algo que pueda hacer para ayudar, dímelo."

Dante la miró con una expresión suave, como si viera a la mujer que había aceptado como esposa bajo una nueva luz. "Lo que puedes hacer es lo que ya estás haciendo, Emilia. Mantente fuerte, no muestres miedo y confía en mí. Con el tiempo, te contaré más, cuando llegue el momento adecuado."

Emilia asintió, aunque sabía que habría más desafíos por delante. Había entrado en un mundo que no comprendía del todo, pero estaba decidida a adaptarse, a aprender a jugar este juego peligroso. Porque sabía que, para sobrevivir en el mundo de los Moretti, tenía que ser más que una simple observadora.

Dante le apretó la mano y luego, como si una idea hubiera cruzado su mente, se volvió hacia el escritorio, abriendo uno de los cajones. Sacó un pequeño tablero de ajedrez y lo colocó sobre la mesa. "¿Juegas?" preguntó con una leve sonrisa.

Emilia lo miró, sorprendida por el gesto, pero entendió lo que él intentaba enseñarle. "Claro," respondió, tomando asiento frente a él.

Mientras Dante colocaba las piezas en el tablero, Emilia supo que esa partida de ajedrez no era solo un juego. Era una lección, una forma de prepararla para lo que vendría, para las estrategias y decisiones que tendría que tomar en su nueva vida. Y mientras movían las primeras piezas, Emilia se prometió a sí misma que no sería una reina atrapada en un rincón, sino una jugadora activa en el tablero, lista para enfrentar cualquier desafío.

La partida había comenzado, y Emilia estaba decidida a ganar.