"Fantaseo Con Esas Curvas" es una novela que narra la historia de un hombre que, a pesar de los estereotipos y las normas sociales, se enamora perdidamente de una mujer con sobrepeso. Alejandro, un joven exitoso y atractivo, ha pasado toda su vida rodeado de mujeres delgadas y "perfectas" según los cánones de belleza establecidos. Sin embargo, un día conoce a Sofía, una mujer con curvas generosas que cautiva su corazón desde el primer momento. A medida que su relación avanza, Alejandro debe enfrentarse a sus propios prejuicios y a la presión de su entorno, que no entiende cómo puede estar enamorado de alguien que no encaja con los ideales de belleza tradicionales. Sofía, por su parte, lucha por aceptarse a sí misma y superar sus inseguridades, mientras descubre que el amor verdadero puede encontrarse en los lugares más inesperados.
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Capitulo 9
Alejandro
Durante un buen rato, permanecemos en silencio, escuchando únicamente el crepitar del fuego en la chimenea y nuestras propias respiraciones. Puedo sentir la tensión flotando en el aire, pero intento mantener la calma, sabiendo que es importante respetar el ritmo de Sofía.
Finalmente, la escucho soltar un largo suspiro y, lentamente, se gira hacia mí, encontrándose nuestras miradas.
-Alejandro -susurra, con una voz tan suave que casi se pierde entre las sombras-. Yo... quiero que sepas que aprecio mucho tu paciencia y tu respeto hacia mí. Sé que no ha debido ser fácil lidiar con mis inseguridades y mis miedos.
Extiendo mi mano y acaricio suavemente su mejilla, intentando transmitirle todo el cariño y la comprensión que siento hacia ella.
-Sofía, no tienes que agradecer nada -le respondo, con igual delicadeza-. Eres una persona maravillosa, y lo único que quiero es poder estar a tu lado y brindarte el apoyo y el cariño que te mereces.
Puedo ver cómo una chispa de emoción se enciende en sus ojos, y me siento tentado a acercarme más a ella. Pero me contengo, consciente de que debo dejar que sea ella quien tome la iniciativa.
Sofía se acerca un poco más a mí, y siento cómo mi corazón se acelera ante su proximidad.
-Alejandro, yo... -comienza a decir, con una determinación que me sorprende-. Quiero que sepas que, a pesar de mis miedos, estoy dispuesta a intentarlo. A confiar en ti y en lo que estamos construyendo juntos.
Mi respiración se detiene por unos segundos, incapaz de procesar lo que acabo de escuchar. ¿Acaso Sofía está diciendo lo que creo que está diciendo?
-¿Estás... estás segura? -pregunto, con voz temblorosa, temiendo que todo esto sea simplemente un sueño del que vaya a despertar en cualquier momento.
Ella asiente lentamente, y en sus ojos puedo ver reflejada una mezcla de nerviosismo y determinación que me deja sin aliento.
-Sí, Alejandro -responde, colocando su mano sobre mi pecho, justo donde late mi corazón-. Quiero estar contigo, y quiero que tú estés conmigo.
No necesito que diga nada más. Sin pensarlo dos veces, acerco mi rostro al suyo y la beso con una ternura y una pasión que parecen querer consumirme por dentro.
Sofía corresponde a mi beso con la misma intensidad, y siento cómo cada uno de mis sentidos se enciende al contacto de su piel. Es como si, en ese momento, todo a nuestro alrededor desapareciera, dejándonos envueltos en una burbuja de intimidad y conexión.
Lentamente, nos separamos, mirándonos a los ojos con una mezcla de asombro y satisfacción. Sofía me regala una sonrisa tímida, y yo no puedo evitar volver a perderme en la profundidad de su mirada.
-Sofía -murmuro, acariciando suavemente su rostro-. Eres la mujer más especial que he conocido en mi vida. Y no sabes cuánto me alegro de que hayas decidido confiar en mí.
Ella se acurruca contra mi pecho, y puedo sentir cómo su cuerpo se relaja por completo. Envolviéndola entre mis brazos, comienzo a trazar delicadas caricias sobre su espalda, sintiendo cómo mi corazón parece a punto de estallar de felicidad.
Permanecemos así durante lo que parecen horas, simplemente disfrutando de la mutua compañía y del calor que nuestros cuerpos irradian. Es un momento íntimo y cálido, lleno de una conexión que va más allá de lo físico, y que me hace sentir como si, finalmente, hubiera encontrado mi lugar en el mundo.
Poco a poco, el sueño comienza a apoderarse de nosotros, y decido que es mejor que nos dispongamos a descansar. Con sumo cuidado, me recuesto sobre la cama, llevando a Sofía conmigo y envolviéndola entre mis brazos.
-Buenas noches, mi amor -susurro, depositando un suave beso en su frente.
Sofía sonríe y se acurruca aún más cerca de mí, dejándose envolver por el calor de mi cuerpo.
-Buenas noches, Alejandro -responde, con una voz apenas audible.
Y así, entre arrumacos y caricias, nos dejamos llevar por el sueño, sintiéndonos más a salvo y protegidos que nunca.
Al despertarme a la mañana siguiente, me toma unos segundos recordar dónde me encuentro y con quién estoy. Pero cuando siento el cálido cuerpo de Sofía junto al mío, una enorme sonrisa se apodera de mi rostro.
Lentamente, me incorporo un poco, procurando no despertarla, y la observo dormir con una tranquilidad y una paz que rara vez he visto en ella. Sus rasgos, suavizados por el sueño, parecen resplandecer con una belleza que me deja sin aliento.
Alargo mi mano y acaricio con delicadeza su mejilla, sintiendo cómo mi corazón se hincha de un amor y una ternura infinitos. Sofía es, sin duda, la mujer más especial que he conocido en mi vida, y el hecho de que haya decidido confiar en mí y entregarme una parte de su corazón me llena de una emoción indescriptible.
Poco a poco, veo cómo sus párpados comienzan a moverse y, finalmente, sus ojos se abren, regalándome una mirada somnolienta pero radiante.
-Buenos días -susurra, con una voz suave y adormilada.
-Buenos días, mi amor -respondo, sin poder evitar que mi voz se tiña de emoción-. ¿Has descansado bien?
Sofía asiente lentamente, esbozando una sonrisa tímida. Luego, con una decisión que me sorprende, se acerca a mí y deposita un suave beso en mis labios.
Correspondo a su beso con ternura, sintiéndome como si estuviera tocando el cielo con las manos. Es un momento mágico, lleno de una conexión y una intimidad que nunca antes había experimentado.
Cuando finalmente nos separamos, me pierdo en la profundidad de sus ojos, viendo reflejada en ellos una confianza y una seguridad que pocas veces he presenciado.
-Gracias, Alejandro -murmura, acariciando suavemente mi rostro-. Gracias por ser tan paciente y por respetar mi ritmo.
-No tienes nada que agradecer, mi amor -respondo, envolviéndola entre mis brazos-. Eres tú quien me ha enseñado a valorar cada momento y a no precipitarme. Tú me has hecho ser una mejor persona.
Sofía se acurruca contra mi pecho, y puedo sentir cómo su cuerpo se relaja por completo.
Mientras ellos sean felices, los demás les resbale.