Amor encontrado:Fue un encuentro fortuito, una chispa que encendió una pasión arrebatadora. Él y ella, dos almas distintas, se vieron envueltos en un romance fulminante, pero frágil como una llama a punto de extinguirse.
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Capitulo 9
Capítulo 9
—Mira, Lucas —dijo Alejandro, acercándose a uno de los estantes llenos de libros—. Aquí es donde papá y mamá pasan mucho tiempo. ¿Ves todos estos libros? Algún día podrás leer y descubrir todas las historias que esconden.
Lucas observaba todo con una expresión de asombro, sus pequeñas manos moviendo inquietas los objetos que Alejandro le acercaba. Sofía los observaba con una sonrisa, sintiendo que su corazón se llenaba de orgullo.
—Mira, mi amor —dijo, tomando en brazos a su hijo—. Este es el lugar donde mamá y papá comparten su amor por los libros con todos. ¿Te gusta?
Lucas emitió un gorgoteo entusiasmado, como si quisiera responderle. Sofía lo abrazó con ternura, besando su frente con delicadeza.
Alejandro se acercó a ellos, contemplando la escena con una mirada llena de amor.
—Nuestro pequeño ya es todo un explorador —comentó, acariciando suavemente la mejilla de Lucas.
Sofía asintió, dándole a Lucas unos golpecitos suaves en la espalda.
—Sí, y estoy segura de que le encantará venir a la librería a disfrutar de todos los libros.
En ese momento, la campanilla de la entrada sonó, anunciando la llegada de un cliente. Alejandro se acercó a atenderlo, mientras Sofía y Lucas continuaban recorriendo el local.
Sofía se detuvo frente a uno de los estantes dedicados a la literatura infantil, pasando suavemente los dedos por los lomos de los libros.
—Mira, Lucas —le susurró—. Aquí hay historias increíbles que algún día podrás disfrutar.
El bebé emitió un pequeño sonido, estirando sus manitas hacia los libros. Sofía no pudo evitar soltar una risita enternecida.
—¿Te gustan, verdad? Pues te prometo que papá y yo te leeremos todos los que quieras.
En ese momento, Alejandro se acercó a ellos, sonriendo ampliamente.
—Parece que alguien ya se ha enamorado de los libros —dijo, acariciando el cabello de Lucas.
Sofía asintió, acercando al bebé hacia él.
—Sí, nuestro pequeño explorador tiene mucho interés en este mundo.
Alejandro tomó a Lucas en brazos, besando su mejilla con delicadeza.
—Pues entonces, bienvenido a la librería de mamá y papá, campeón. Aquí hay mucho por descubrir.
Lucas soltó una risita encantadora, como si entendiera las palabras de su padre. Sofía los observaba con una mezcla de ternura y orgullo, sintiéndose la mujer más afortunada del mundo.
Pasaron la tarde recorriendo la librería, mostrándole a Lucas cada uno de los rincones que habían creado con tanto cariño. El pequeño parecía disfrutar de cada nuevo estímulo, abriendo sus ojos con asombro y riendo cada vez que sus padres le hablaban.
Cuando finalmente llegó la hora de cerrar, Sofía y Alejandro salieron del local con Lucas en brazos, sintiéndose plenos y agradecidos.
—Ha sido un día increíble, ¿no crees? —comentó Alejandro, acercando a Lucas para besar su cabecita.
Sofía asintió, acariciando suavemente la mejilla de su hijo.
—Sí, mi amor. Verlo aquí, en nuestro lugar especial, me llena el corazón de dicha.
Alejandro le dedicó una sonrisa cálida, tomando su mano libre con cariño.
—Esto es solo el comienzo, Sofía. Nuestro Lucas va a crecer rodeado de libros, historias y el amor que hemos construido.
Sofía sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas de emoción. Tener a esos dos hombres a su lado era el mayor tesoro que podía imaginar.
—Gracias, Alejandro —murmuró, acercándose para besarlo con ternura—. Gracias por hacer realidad este sueño conmigo.
Él la estrechó con fuerza, cuidando de no aplastar a Lucas.
—Gracias a ti, mi amor. Tú eres quien le da vida a todo esto.
Juntos, caminaron de regreso a su hogar, disfrutando de la compañía de su pequeño hijo. Sofía sabía que, sin importar lo que les deparara el futuro, mientras tuviera a Alejandro y a Lucas a su lado, nada podría detenerlos.
Los meses siguientes transcurrieron en un torbellino de amor y nuevos descubrimientos. Lucas crecía saludable y feliz, deleitando a Sofía y Alejandro con cada una de sus sonrisas y travesuras.
Sofía se maravillaba al ver cómo su hijo desarrollaba su personalidad, convirtiéndose en un niño curioso, alegre y lleno de energía. Alejandro, por su parte, se mostraba como un padre dedicado y protector, siempre atento a las necesidades de Lucas y dispuesto a brindarle todo su cariño.
En la librería, la presencia de Lucas se había convertido en una delicia para los clientes. Sofía y Alejandro lo llevaban con ellos la mayor parte del tiempo, permitiendo que el pequeño explorara el mundo que ellos tanto amaban.
—Mira, Lucas —decía Alejandro, señalando un estante—. Aquí hay libros increíbles sobre animales. ¿Quieres que te lea uno?
El niño soltaba una risita entusiasmada, estirando sus manitas hacia los libros. Sofía los observaba con una sonrisa, sintiendo que su corazón desbordaba de orgullo y felicidad.
Una tarde, mientras Alejandro atendía a unos clientes, Sofía se encontraba acomodando los últimos libros en su lugar. De pronto, escuchó un sonido familiar que la hizo levantar la mirada.
—¡Lucas! —exclamó, acercándose rápidamente al pequeño, quien se había alejado de su área de juegos.
El niño la miró con una sonrisa traviesa, sosteniendo un libro entre sus manos.
—Oh, cariño, ¿qué estás haciendo? —dijo Sofía, agachándose a su nivel—. Sabes que no debes alejarte de mamá.
Lucas soltó una risita, extendiendo el libro hacia ella.
—Libro —balbuceó, con una expresión emocionada.
Sofía sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas. Ver a su hijo mostrando tanto interés por los libros la llenaba de una alegría indescriptible.
—Sí, mi amor. Es un libro —respondió, acariciando su cabecita con ternura—. ¿Quieres que mamá te lo lea?
Lucas asintió enérgicamente, aferrando el libro con sus pequeñas manos. Sofía lo tomó con cuidado y se acomodó en uno de los sillones, acercando a Lucas a su regazo.
Mientras leía la historia, el niño la escuchaba atentamente, abriendo sus ojos con asombro a cada nueva página. Sofía se deleitaba observando su expresión fascinada, consciente de que aquel momento