Cuando Marion se muda al complejo de departamentos de su familia, se encuentra con su vecino, el playboy Adrián, quien constantemente necesita su ayuda para alejar a sus conquistas de una noche. A medida que su vecindad se desarrolla, la tensión sexual entre ellos aumenta y el juego de ayudar a Adrián se vuelve cada vez más complicado y emocionante. Aunque Marion está decidida a independizarse y enfocarse en su carrera como contadora y en sus pasantías en la empresa de su padre, se descubre a sí misma cada vez más atraída hacia Adrián, y la línea entre la amistad y algo más comienza a difuminarse. Hay mucho en juego para ambos y puede que estén a punto de descubrir que la conexión entre ellos va más allá de la simple vecindad, pero ¿serán capaces de manejar las consecuencias de sus acciones? Sigue a Marion y Adrián en esta emocionante historia llena de romance, risas y intrigas.
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insaciable
Parezco un pez afuera del agua boqueando por un poco de agua. De verdad se tomó muy a pecho el hecho de no dejarme salir de la cama. No importo que era lunes y debía ir a la universidad como tampoco importo que debía presentarme a mi trabajo.
No, nada de eso importo. No hubo un momento de descanso, ni el hecho de que mi garganta estaba crujiente de la sed que tenía. El encontraba otra manera de humedecerla.
Me duele en zonas que no sabía que podrían llegar a doler. Mi centro parece que tiene un corazón, late y arde de igual manera. Mi pecho no deja de subir y bajar por la agitación.
A todo esto, debo admitir que me gusta la sensación, parezco masoquista. Lo veo por el rabillo del ojo y esta agitado, pero con los ojos serrados. Esa parte reptiliana de su cuerpo no deja de estar erguida, ¡Dios! Eso no lo calma nadie.
Me incorporo tratando de hacer el menor ruido posible, necesito agua con suma urgencia. Casi me siento un ninja caminando sigilosamente por mi departamento. Llego a la cocina y tomo una botella de agua de la heladera y la tomo con premura. De pronto una mano se posa en mi cintura y la otra me roba la botella, miro a mi vecino que toma también de la botella sin soltarme.
Su pequeño juan choca con mis nalgas, ese reptil tiene una vitalidad impresionante. Su mano en mi cintura aprieta mi piel, miro su cara a la espera de lo que dirá. Ambos estamos sin ropa. Ya son cerca de las ocho de la noche y me extraña que mi padre no me allá llamado para saber porque no asistí al trabajo.
Mi vecino deja la botella vacía sobre la mesada, toma mi cuerpo a su antojo me maneja. Me empuja contra la mesada y hace que me voltee. Mierda. Saber sus ideas me pone a mil, nunca imagine volverme adicta de alguien en tan poco tiempo, pero acá estamos desde la madrugada follando como conejos y ni siquiera hemos comidos.
Mientras se va adentrando a mi interior sus manos surcan mi espalda y su boca deja besos en mis hombros, cuello, columna. Esto es literalmente delicioso.
—Lo siento si soy bruto, pero me tienes estimulado como nunca nadie lo logro —susurra sin dejar de moverse.
—Mmm.... —solo puedo responder ante la sensación inminente de que mi cuerpo desea esto.
Siento como sus envistes se incrementa, sus manos no dejan de apretar mi piel, mis pechos duelen con cada pellizco, pero no todo tiene que ser placentero en esta vida.
El timbre de mi puerta suena, seguido de unos golpes, frenan todo movimiento y jadeos de ambos.
—¡Marion! —mis ojos se abren de sorpresa al escuchar la voz de mi madre atreves de la puerta— ¡Hija, abre!
—¡Mierda! —exclamo sin emitir sonido y aprieto la mesada con mis puños.
—¡Contesta! —apremia mi vecino, mientras apura sus movimientos, una de sus manos va a para a mi punto de placer haciendo que gima levemente.
—¡Diablos! —gimo, sintiendo el placer marcar mis venas.
—¡Hija! —vuelve a llamar mi madre.
—Enseguidaaaaaaa...... Madreeeee! —suelto entre gemidos y espasmos de placer.
—¿Estas Bien? —pregunta y vuelve a aporrear la puerta.
—¡Demonios! —exclamo cuando me siento venir de manera exquisita—. ¡Si!... ¡Si! ¡Si! —exclamo a mi madre y al placer de sentir como su pequeño juan late en mi interior.
—Me encanta escuchar tus gemidos —susurra en mi oído mi vecino pervertido a la vez que muerde mi cuello—. Rápido, aunque sea tu madre, despáchala inmediatamente —demanda mi gigolo pervertido saliendo de mi interior, llevando todo su descomunal cuerpo hasta mi habitación.
Estoy agitada y desnuda, busco con que cubrirme y afortunadamente, no sé cómo, pero una de mis soleras esta sobre la silla. Ahora recuerdo el momento en que la perdí. Sonrió mientras me la coloco, con mi vecino no necesito de prendas ya que al parecer le gusta que vistamos solo con nuestras pieles.
Me lo coloco, y corro a mi puerta que nuevamente mi madre aporrea. La abro y se queda mirándome.
—¡¿Que te paso?! —exclama mirando con algo de sorpresa mi rostro, miro mi reflejo en el espejo y me percato que parezco la bruja cachabacha de lo despeinada que estoy.
—Nada, estoy bien —le restó importancia y me hago a un lado para que entre—. Lo siento me desconecte del mundo —justifico mi ausencia, está bien tomarse un día para uno ¿No? O mejor dicho para mi vecino, porque eso es en realidad lo que hice me tomé el día para estar con mi vecino que de hecho mi madre piensa que es gay.
—Hija... ¿Tuviste sexo? —pregunta como olfateando el lugar, inmediatamente me ahogo con saliva y me pongo roja como el infierno—Toda tu casa huele a que si... —afirma.
—Hay... madre.... que cosas.... dices —digo mientras toso y trato de disimular lo acertada que esta.
—Digo lo que es, por lo visto la cosa no ha terminado, de momento espero que se hayan cuidado —dice señalándome, dirigiéndose a la salida—. Espero me lo presentes algún día —y así como llego se fue.
Esa es mi madre, nunca se opuso a mi sexualidad, solo siempre me remarco que me cuide, y evite un embarazo indeseado. Por eso tomo todas las medidas anticonceptivas, aunque no sea muy activa sexualmente, hasta ahora por lo visto.
Me quedo mirando la puerta de mi departamento, sonriendo por lo genial que es mi madre al percatarse de la situación y sin mucho pedir me da mi espacio para seguir haciendo ejercicios. Un ejercicio muy bueno y completo.
—Valla eso fue rápido —escucho a mi espalda, volteo y rompo a reír al ver a mi vecino con una nueva tira de preservativos— ¿Otra ronda?
—¿Tú no te cansas? —pregunto divertida, le arrebato la tira de profilácticos y los dejo sobre la mesa—. Tengo hambre y si planeas seguir con esta excursión necesito comer —digo segura—, ahora mismo —remarco.
—¿Mandona mi princesa? —pregunta acercándose a mi— ¿Pedimos o salimos? —pregunta envolviendo mi cintura, lo pienso por un momento y la verdad no se si quiero que me vean con él y pedir la comida nos mantendría en esta posición cómoda donde no necesito arreglare demasiado.
—Pedimos —murmuro.
—¿Qué te apetece? —pregunta buscando su celular, su desnudez me hace tiritar.
—Pizza, si puede ser —propongo y me dirijo a mi cocina para cerciorarme de que esas latas de cerveza que tenía todavía estén disponibles.
—Pizza será —lo escucho decir y sonrío al ver cinco latas de cerveza bien frescas en mi heladera.
Mi vecino decide que su mejor vestimento son su bóxer y decide colocarse eso solamente, por mí no hay problema. Esta como quiere el desgraciado. Sus piernas tonificadas, su abdomen marcado, sus brazos musculosos y su cara de pervertido me tienen con la boca seca.
—Si me sigues mirando de esa manera lo tomare como una invitación —me dice el descarado insaciable de mi vecino gigolo.
—Es que estas más bueno que el pan, pero de seguro eso ya lo sabes —murmuro y le llevo una lata de cerveza. La toma y besa mi cuello.
La puerta de mi departamento es tocada, él se aparta y como si estuviera vistiendo un traje de diseñador, aunque es difícil negar que no lo es, atiende mi puerta. Me acerco para tomar la caja y la chica que trae nuestro pedido se lo come con la mirada, se muerde los labios sin disimulo y le hace ojitos. Me rio internamente porque él no le presta atención o lo disimula muy bien.
La chica se va y lo espero con la pizza sobre la barra de mi cocina, él toma una rebanada a la vez que pellizca mi trasero. Lo miro mientras como mi porción y la verdad que ya se me fue el apetito. No sé si agradecerle a la mirona esa o al hecho de que no ha soltado mi trasero y lo masajea de forma algo descarada.
—¿Pretendes distraerme? —pregunto he involuntariamente suelto un gemido.
—¿Lo estoy logrando? —pregunta mientras su mano pasa de mi trasero a mi pierna y posterior trepa por el ruedo de mi solera para encontrar mi zona sensible.
—¿Necesitas respuesta? —murmuro dejando la rebanada de pizza.
—No, por supuesto que no —dice, copia mi movimiento y deja su porción de pizza.
Libera mi intimidad arrancándome un jadeo de frustración para tomarme de la cintura, levantarme y sentarme sobro la barra, corre la caja de pizza y las latas de cerveza y vuelve su atención a mi cuerpo. Lentamente acaricia mis piernas desde los tobillos sin dejar de mirar mis ojos, sin perderse de vista ninguno de mis gestos. Me enloquece su roce suave. Llega a mis muslos y sigue ascendiendo atreves de la tela de mi solera arrasándola en el camino. Sus suaves manos rozan el contorno de mis pechos y ahora si soy un manojo de nervios excitada.
Levanto las manos para despedirme de la prenda que cubría mi cuerpo, y las vuelvo a apoyar en la barra. Estoy a su merced, me tiene hechizada con sus dedos mágicos.
Sus manos se aferran a mis rodillas para abrir mis piernas. En esta posición puede tomarme sin complicaciones, pero por primera vez en lo que llevamos del día se toma su tiempo para mirar cada rincón de mi cuerpo, explorarlo con sus dedos y ahora su boca.
—Eres hermosa —susurra entre besos que calientan mi piel.
—Tú también.... —murmuro perdiendo la cordura, eso logra sus besos.
—¿Soy hermosa? —preguntó divertido, dejando ardiendo mi piel.
—Sabes a que me refiero —digo mirándolo sería—, ahora deja de torturarme y deme lo que quiero —demando.
—¿Y qué es lo que quiere mi princesa? —pregunta rozando mis brazos con sus dedos, alejado de mi cuerpo, gruño.
—No me hagas decirlo —suelto en un quejido.
—Si no lo dices, no te doy lo que quieres —dice risueño, esperando mi respuesta, mi pedido.
—Engreído... —murmuro por lo bajo, su sonrisa se acentúa—. A ti dentro de mi —pido al fin, sin mirarlo.
Toma mi rostro bruscamente y plata un beso en mis labios, me suelta he intercepta su pequeño juan en mi cuerpo con un movimiento rudo, me roba el aire.
—Hijo de.... —jadeo, todo es bueno cuando sus caderas comienzan a danzar a la par de las mías.
Pierdo la noción del tiempo en los brazos de mi vecino. Ya no se si es de día o de noche.
Felicidades
me encantó
me encantó
bien escrita candente sin enredos