Luisa escapó de un matrimonio arreglado, pero su prometido la encontró, la llevó de regreso a Grecia y la obligó a contraer matrimonio, sobre todo, a darle un hijo, porque de lo contrario, la herencia familiar pasaría a manos de fundaciones, y Francesco Nikolauo, no estaba dispuesto a perderla.
En un país que ya no siente suyo, encerrada en las cuatros paredes de una mansión, mientras su abuela está en el calabozo, Luisa le súplica a su cruel esposo, la dejé en libertad, pero él, firme en su posición le propone.
"Libertad a cambio de que seas mía, y me des un hijo".
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Capítulo 8
Arrodillada a los pies de aquel hombre inflexible, Luisa suplicaba con voz temblorosa, su corazón destrozado por la angustia. Pero Francesco permaneció impasible, sin atender a sus ruegos desesperados. Ni siquiera una pizca de compasión se reflejó en su mirada fría y distante.
La súplica de Luisa se convirtió en un lamento desgarrador cuando vio que sus palabras caían en oídos sordos. Su abuela, la mujer que le había dado tanto amor y consuelo, iba a ser encerrada en aquel horrible lugar, y ella era incapaz de hacer nada para evitarlo.
—Lo pensaré, pero por ahora, se queda ahí —Se fue, dejando atrás a Luisa en el suelo, con un llanto desgarrador que atravesaba y se hacían eco en las paredes de esa lujosa mansión.
Por otro lado, Luisa se duchaba, mientras lo hacía lloraba desconsoladamente porque no tenía de otra que, entregarse a ese hombre y, si más tardaba, más tiempo pasaba su abuela en ese lugar. Su delgado cuerpo rodó por la fría losa, al quedarse sentada se abrazó a las piernas y, sollozó como una chiquilla perdida en la plaza. Al salir del baño, Luisa se colocó una bata y, armada de baló fue a la habitación de Francesco, este se estaba preparando para ir a la cama cuando tocaron la puerta.
Miró la hora y frunció el ceño. seguido fue a abrir, al ver a Luisa enarcó una ceja. No pensó que fuera a ir tan pronto, pero ya veía que por la abuela era capaz de hacer todo.
Francesco le dio paso para que entrara. Las piernas de Luisa eran incapaces de moverse, estas temblaban, era como si plomo estuviera sobre ellas—. Si no estás segura aun, puedo esperar…
Luisa le fulminó con la mirada, seguido ingresó, al pararse al filo de la cama retiró su bata dejando completamente su cuerpo. La boca de Francesco se hizo agua. Muchas veces imaginó que detrás de esas prendas se escondía un fabuloso cuerpo, pero no pensó que fuera grandioso.
Luisa cerró los ojos cuando sintió el aliento de Francesco caer en su cuello. Buscó en su mente algún recuerdo especial que hubiera tenido con alguien, pero no encontró ninguno, es que con el único hombre que había estado, se comportó como un patán luego de hacerla suya. Al momento que los dedos de Francesco tocaron su piel, su cuerpo tembló, sobre todo, su corazón sintió un rechazo hacia ese hombre. Deseaba agarrar la bata, cubrirse, salir corriendo, huir de ese lugar, pero eso significaría otro día más de su abuela en ese lugar. Ya no estaba dispuesta a dejar que continuara en el calabozo.
Los dedos de Francesco se deslizaron suavemente por la espalda de Luisa, acariciando su piel. Con la mano libre, agarró un mechón del cabello de Luisa y aspiró su aroma, cerrando los ojos mientras lo hacía—. Hueles muy bien —dijo con voz grave—, tu cuerpo es hermoso, incluso tu piel es muy suave —parloteó respirando profundamente.
Luisa permanecía inmóvil, como una estatua, con la respiración contenida, deseando que esta tortura terminara pronto. Ningún halago de Francesco podía levantarle el ánimo. En ese momento, lo estaba odiando con todas sus fuerzas por obligarla a estar con él.
Cuando los labios de Francesco se posaron en su cuello, los vellos de su piel se erizaron y un escalofrío la recorrió. Su cuerpo comenzó a reaccionar a las caricias, y por un momento la imagen de Francesco en la piscina la embargó. Sacudiendo esos pensamientos, ladeó la cabeza— ¡Por favor, haga esto rápido! —pidió, provocando que Francesco se detuviera.
—¿En serio quieres que lo haga rápido? —preguntó Francesco.
—Luisa lo miró con sus hermosos ojos inyectados en sangre—. Si cree que estoy llevando esto paso a paso porque cree que soy virgen, sepa que no es así. Tuve muchos hombres en mi pasado, así que, en mí no encontrará virginidad porque la perdí hace años.
—Ok —respondió Francesco, pues no le importaba la virginidad de una mujer, lo que quería era que ella disfrutara igual que él. Pero era evidente que Luisa no iba a disfrutar, porque se sentía obligada—. Entonces, lo haremos rápido —la giró y la lanzó a la cama. Luisa cubrió sus senos, presionó sus piernas y contempló a Francesco desnudarse.
Cerró los ojos cuando lo vio quitarse la camisa. Suspiró y controló las lágrimas que amenazaban con caer. Respirando profundo, se dijo a sí misma. “Tienes que poder, Luisa. Por la abuela, por Eli, tienes que poder”.
Luisa abrió los ojos cuando los labios de Francesco comenzaron a besar sus piernas. Al llegar a sus caderas y morder esta, su cuerpo reaccionó, erizando nuevamente sus vellos. Incluso, cuando los labios de Francesco envolvieron sus pezones, su vagina se humedeció.
Luisa mordió su labio porque todo su cuerpo reaccionaba a las caricias de Francesco, a pesar de que ella odiaba sentir y desear que él continuara. Cuando Francesco buscó sus labios, ella los apretó para no unirlos a los de él. Francesco se alejó para mirarla y reprocharle lo fría que estaba siendo en su primera noche de casados.
—Pareces una vaca, Luisa. Si no puedes moverte, al menos bésame.
—Usted nunca obtendrá mis besos, puede obtener mi cuerpo, incluso un hijo mío, pero nunca mi corazón, menos mis besos.
—¿Y crees que me importa obtener tu corazón? ¡No me importa obtener el corazón de la hija de la zorra que destruyó la relación de mis padres! —exclamó Francesco. Luisa se levantó para golpearlo por haber insultado a su madre, pero Francesco le agarró ambas manos, la llevó de vuelta al colchón y, presionándola mientras la miraba con frialdad, refutó— ¡No ha nacido la mujer que golpee mi cara!
Luisa quería llorar, llorar fuerte, pero se armó de valor y dijo— ¿Quién de nuestras madres es más zorra? ¿La que se preñó de otro hombre y le tiró el hijo a mi padre o la que se metió con este sabiendo que estaba casado? Yo creo que más zorra fue la primera, porque fue la que primero falló al meterle un hijo de otro hombre. Usted señor Nikolauo, ni siquiera debería llamarlo así, ya que es un bastardo del cual mi abuelo se compadeció, porque usted no es un Nikolauo, usted ni siquiera sabe qué apellido llevaba su verdadero padre.
gran historia .muchas felicidades escritora