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Welcome To The Imgard

Welcome To The Imgard

Status: En proceso
Genre:Romance / Venganza / Intrigante / Época / Traiciones y engaños / Sherlock
Popularitas:460
Nilai: 5
nombre de autor: Nijuri02

En el elegante y exclusivo Imperial Garden (Imgard), un enclave de lujo en el Londres de 1920, la vida de las doce familias más ricas de la ciudad transcurre entre jardines impecables y mansiones deslumbrantes. Pero la perfección es solo una fachada.

Cuando un asesinato repentino sacude la tranquilidad de este paraíso privado, Hemmet, un joven detective de 25 años, regresa al lugar que dejó atrás, escondido tras una identidad falsa.
Con su agudeza para leer el lenguaje corporal y una intuición inquebrantable, Hemmet se sumerge en el hermético círculo social de Imgard. Mientras investiga, la elegancia y los secretos del barrio lo obligan a enfrentarse a su propio pasado.

En Imgard, nada es lo que parece. Y cada elegante sonrisa esconde un misterio.

NovelToon tiene autorización de Nijuri02 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo Siete: Psicópata

"Los psicópatas navegan el mundo sin la brújula de la empatía, viendo a los demás como meros objetos para su manipulación."

Atte: Mamá.

Minutos Antes.

En el auto, mientras la pareja se dirigía a la mansión Lyonhurts, Hemmet miraba por la ventana, con el codo apoyado en la puerta y la mano en el mentón. Mireia, sentada a su lado, miraba fijamente sus propias manos, las palmas sudorosas. Estaba comenzando en este nuevo y desconcertante mundo detectivesco, y sentía que no tenía la menor idea de cómo se hacía realmente este trabajo.

—¿Johan? —preguntó, su voz apenas un susurro.

El detective solo la miró.

—¿Hay algo que deba saber una vez ahí adentro? —Mireia estaba un poco incómoda, la voz temblorosa.

—Mh… —Hemmet musitó, sus ojos mirando hacia arriba, pensando.

—Digo —interrumpió la joven, impaciente. —¿Tienes algún plan? ¿Debo decir algo? No sé…

—Nunca lo había pensado —contestó Hemmet con una calma imperturbable.

La chica lo miró, ahora sorprendida y visiblemente molesta. Se inclinó hacia el detective, las manos en la cintura. ¿Está por actuar sin ningún plan?, se preguntó, incrédula.

—Aunque… —continuó Hemmet. —Me gustaría que vigilaras de cerca al joven Christian.

—¿Sebastian? —corrigió Mireia.

—Ese.

Un momento de silencio en el que Mireia procesó la orden, luego, con cautela, continuó preguntando:

—¿Debo seducirlo?

—¡Adivinaste! —dijo Hemmet con un falso sobresalto, su voz impostada. —Muéstrale tus encantos. Si es posible, bésalo.

—¡¿Qué?! ¡No! —contestó Mireia, el rubor subiendo por su cuello.

—¿Qué? ¿Nunca has besado?

—No es eso… es lo que… —Mireia se puso de un rojo tomate, intensamente avergonzada. Por suerte, con la poca luz, el detective no se daría cuenta, pensó. Claramente, sí lo hizo.

En la mesa del comedor, los platos blancos con bordes dorados exhibían el toque lujoso de aquella mansión. La carne, jugosa y perfectamente cocida, lanzaba un aroma penetrante que hacía agua la boca de los invitados. Las verduras y las frutas, rara vez tocadas, eran más un adorno suntuoso que un alimento, una declaración silenciosa: "Tenemos el dinero suficiente para permitirnos estos lujos".

—¿Qué tal su estadía con los Shelford, señor Fareyn? —rompió el silencio el señor Theón, con una sonrisa amable.

—Bastante acogedora, no puedo quejarme de nada —Hemmet mostró, como siempre, su tranquilidad. Lograba hacerse sentir parte de cualquier lugar que visitaba, como si conociera de toda la vida a los anfitriones de sus reuniones.

—Si no le molesta, podría quedarse con nosotros —la dulce y suave voz de Vanessa hizo que Hemmet girara su cabeza con velocidad, volviendo a observar a la chica encantadora.

—Me halaga, señorita, pero creo que sería descortés de mi parte abandonar la casa que me dio cobijo. Los Shelford son muy buenas personas.

—Eso es cierto —continuó la chica. —Conozco a Mireia desde que éramos niñas. ¿No es así, Mir?

Mireia observó a Hemmet primero, buscando una señal, y luego forzó una sonrisa.

—Es verdad, muy buenas amigas, de hecho —ingirió, sintiendo un nudo de enojo en la garganta al pronunciar esas palabras.

—Oh, es maravilloso que los Shelford y los Lyonhurts se lleven bien —dijo Charlotte, limpiándose la boca con una servilleta de lino. —Nosotros también tenemos una excelente relación con tus padres, querida Mireia.

—Ahora que lo recuerdo —siguió Theón. —Dentro de unos días, celebraremos la "Noche de las Estrellas" en nuestra mansión.

Vanessa aplaudió suavemente, una gran sonrisa iluminando su rostro.

—¡Va a ser grandioso tenerlo aquí con nosotros, señor Hemmet!

—Va a ser un honor que participe por primera vez y encima en nuestra casa —continuó Charlotte, la formalidad en su voz.

—¿La Noche de las Estrellas? —preguntó Hemmet, ya conociendo la respuesta, pero alargando la conversación.

Necesitaba escuchar no solo lo que decían, sino cómo lo decían.

—Todos los años, una vez al mes, una familia de Imgard se encarga de organizar la fiesta de "La Noche Estrellada". Somos doce familias, así que encaja perfecto. La idea es mantener las amistades y el buen trato con cada vecino y familia, sin mostrar odio hacia nadie, simplemente, unirnos en una pequeña fiesta.

—Lamentablemente —siguió Charlotte. —El mes pasado, en la casa de los Bullock, aquel asesinato aterrador nos dejó a todos horrorizados. Esperemos que pueda encontrar al culpable pronto, señor Fareyn.

—No tiene que preocuparse, el asesino estará tras las rejas. Contrataron al mejor. Además, tengo una gran compañera de trabajo. ¿No es así, Mir?

Mireia solo sonrió mientras masticaba su comida, lanzando una mirada a Hemmet. A su lado, Sebastian estaba encorvado, mirando hacia abajo. Hemmet lo miró un instante, dándose cuenta de que su padre también miraba a Sebastian con una expresión peculiar.

"Hora de mover un poco el panal", se dijo a sí mismo, y se dirigió a Theón.

—¿Qué tal el negocio, señor Lyonhurts?

—Llámame Theo, por favor.

—Lo siento, Theo.

—Nuestro negocio va de maravilla, cada día que pasa nuestra clientela crece y crece.

—La nueva crema para las arrugas es una maravilla —continuó Charlotte desde la otra punta de la mesa.

—Nuestros productos de belleza están hechos con nuestras propias manos, eso le da muchísima más confianza a quienes los usan. Mi hijo, Sebastian, es el encargado de dirigir su producción —Theón se volvió hacia su hijo, y esa última parte había sonado un tanto sospechosa para Hemmet.

—Cuéntales un poco, hijo.

Hubo un instante de silencio. Sebastian seguía sosteniendo su mirada hacia abajo, apretaba sus manos en sus piernas. Mireia se percataba de que estaba temblando; solo ella lo notó.

—¿Sebastian? —repitió el padre, ahora con la voz pesada, dura y reflejando una pequeña porción de obligación.

Hemmet lo miró. Sebastian apretaba su puño derecho mientras sostenía una servilleta.

—Sí… —Sebastian comenzó, su voz apenas un susurro. —Yo fabrico los… —Miró a Mireia a los ojos, se había percatado de que estaba demasiado cerca de él. Volvió a mirar hacia abajo, vergonzoso y con el rostro rojo tomate.

—…Cosméticos —terminó.

—Qué gran trabajo —dijo Hemmet, apurando su copa de vino con un trago largo. Luego, con una calma que descolocó a todos, continuó.

—Eso explica el moretón en tu ojo izquierdo. Trabajar con tantos químicos puede afectar demasiado tu salud física.

Un silencio incómodo e inesperado invadió la sala. Gotas de sudor caían por la frente de Sebastian. Mireia se dio cuenta al instante y levantó su copa para fingir beber de ella, conteniendo la respiración.

—Señor Hemmet —dijo Vanessa, levantándose de su asiento con una gracia natural. —¿No quiere conocer la casa? Siento que le encantaría.

—Con mucho gusto —dijo Hemmet, ofreciendo su brazo para llevar a la joven a su lado.

—¿Por qué no van ustedes también? —ordenó el padre a Sebastian y a Mireia, con un tono que no admitía réplica.

También se levantaron. Cada pareja se dirigió por un lugar diferente. Vanessa explicaba y mostraba cada cuadro y escultura que veían; eran tantas que algunas menos relevantes las ignoraba.

Sebastian, por su parte, caminaba junto a Mireia. No decía nada, pero ella miraba curiosa cada sector. Ya conocía la casa de su amistad con Vanessa, pero debía fingir asombro, eso pensaba. Sin embargo, una vez más, se equivocó.

—¿Puedes dejar de hacer eso? —Sebastian rompió el silencio, su cara con una seriedad pura y molesta.

—¿Hacer qué? —dijo Mireia con asombro, no pensó que el chico podría hablarle así.

—Estoy harto de fachadas y falsedades. Solo camina y no digas nada, ¿sí?

El joven estaba fastidiado, sus pasos perezosos indicaban que solo quería irse de ahí. Mireia no lo permitió. Miró detenidamente el moretón del ojo de Sebastian.

—¿Tu papá te lo hizo?

—¡Ja! ¿Mi padre? No golpearía ni una almohada —contestó con ironía, irguiendo la espalda y sintiéndose fuerte de repente, una máscara de arrogancia en su rostro. —Un desacuerdo con un proveedor. Así se arreglan las cosas por aquí.

Mireia estaba absorta, no podía creer lo que escuchaba. Llegaron a un pasillo apartado de todos los demás. Sebastian tomó del brazo a la chica, la empujó suavemente contra la pared, no con suficiente fuerza para lastimarla, pero sí para asustar a Mireia. Sebastian apoyó sus brazos entre la cabeza de ella, apoyándose en la pared, acorralándola.

—En esta casa, yo soy quien controla todo. El idiota de mi padre no comprende de negocios, solo vende y vende, ¿gracias a quién? A su puto hijo que obedece sus órdenes. Eso es lo que cree el viejo estúpido.

Sebastian se acercaba cada vez más a ella, como si estuviera a punto de besarla. Ella podía sentir su aliento cálido en su rostro; él podía sentir los latidos acelerados de ella.

—Este cuadro lo pinté yo, cuando tenía doce años —contaba Vanessa a Johan, con una sonrisa tenue, agradable y cálida. El cuadro representaba un camino de piedras con un río a la derecha, y una densa neblina cubría el fondo.

—Hermoso paisaje —dijo el detective, sin mirar el cuadro, solo a ella, sus ojos fijos en los de Vanessa.

Ella solo sonreía, saboreando su atención.

—¿Es real su nombre, señor Fareyn? —preguntó ella, caminando por delante, agarrando sus manos detrás de la espalda, su voz melódica. —En los libros dicen que los detectives suelen cambiar sus nombres para no revelar su verdadera identidad.

—Creo que son solo cuentos —respondió Johan con su habitual tranquilidad.

—También dicen que se disfrazan —siguió la chica, girándose para mirarlo, sus ojos brillando con curiosidad. —¿Es usted un disfraz? ¿Trae una máscara?

—Si quiere, puede comprobarlo.

Vanessa se acercó a él, con sus suaves manos acarició la mejilla de Hemmet. Él sintió una suavidad única, un aroma a flores agradable, la calidez de sus manos era relajante.

—¿Sintió algo? —preguntó el detective, su voz un susurro.

—Todavía no —dijo ella, acercándose aún más a él, sus cuerpos casi rozándose. —¿Puedo seguir intentando?

Hemmet asintió, su mirada fija en la de ella. Rápidamente y sin dudar, sin darle tiempo al detective de esquivar o empujar a la chica, Vanessa fundió sus labios en los de Hemmet. Un beso profundo y descarado.

Duró unos instantes, dejando al detective perplejo. Ella se alejó lentamente. Hemmet notó algo, algo raro en ella. Unas lágrimas discretas descendían de sus ojos, surcando su maquillaje.

Hemmet, extrañado, levantó la cara de la chica con sus manos, limpiándole las lágrimas.

La chica tragó saliva, sus ojos verdes llenos de dolor y una decisión terrible.

—Era mi mejor amiga. No puedo hacerle esto —dijo sollozando y limpiándose el rostro con el dorso de la mano, su maquillaje se había corrido.

—Mi hermano… —se detuvo un instante, la voz quebrada por la emoción.

El detective la dejó ahí, sola por un segundo, su mente procesando la información. De repente, corrió como nunca, una vez que ella, mirando a los ojos al detective, con una desesperación, una debilidad que no debía mostrar, le dio un empujón de adrenalina al terminar la frase que había empezado:

"Va a asesinar a Mireia."

1
Thaurusi
buen ritmo. siento que ba a pasar algo grande. quiero masss
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