Aun cuando los años pasen como un río imparable, la verdad se abre paso como un rayo de luz entre la tormenta, para revelar lo que se creía sepultado en las profundidades del silencio.
Así recaería, con el peso de una tormenta anunciada, la sombra de la verdad sobre la familia Al Jaramane Hilton. Enemigos de antaño, armados con secretos y rencores, volverían a tambalear la paz aparentemente inquebrantable de este sagrado linaje, intentando desenterrar uno de los misterios más sagrados guardados con celo... Desatando así una nueva guerra entre el futuro y el pasado de los nuevos integrantes de este núcleo familiar.
Aithana, Aimara, Alexa y Axel, sobre todo en la de este último, donde la tormenta haría mayor daño.
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CAPITULO 7
Promesas cumplidas.
Eran pasadas las tres de la madrugada cuando Axel regresó junto a su hermana a la villa familiar. A pesar de la diversión de la noche, Aimara no había podido sacarse de la cabeza a aquel chico.
—¿Quién era él? —preguntó Axel a su hermana, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos.
—Se llama Naim —dije, recordando cómo lo había llamado el otro hombre—. Solo eso sé —la chica dibujó una sonrisa en su rostro, sintiendo que el recuerdo de su mirada intensa la envolvía.
—Tenía buena pinta —soltó Axel, y ella asintió, convencida de que sí. La imagen de Naim seguía danzando en su mente, como un eco de la noche.
Ambos entraron a casa, y Axel se percató de la mala cara de su hermana por los zapatos que llevaba en la mano. Sin pensarlo dos veces, se posó frente a ella y le ofreció su espalda, como siempre hacía con ellas.
—Véngase, princesa —exclamó divertido—. La llevaré hasta su alcoba.
—Es usted un buen caballero —respondió Aimara, riendo mientras se subía a su espalda, sintiendo la calidez de su hermano.
Ambos soltaron risas mientras subían las escaleras hacia la planta superior, el eco de su alegría resonando en el pasillo.
—¿Crees que oficialicen lo que sea que tengan ese par? —preguntó la chica, mirando a su hermano con curiosidad.
—Que va, Aithana ya lo ve como algo divertido, y hasta que Jared no haga algo contundente al respecto, seguirán así —dijo él con sinceridad, su tono reflejando una mezcla de preocupación y comprensión.
—Es una cabezota —apuntó Aimara, recordando las veces que su hermana había ignorado las señales de su corazón.
—No puedo contradecir eso —respondió Axel, sonriendo con complicidad.
Aithana
Intento mantener la calma a pesar de que la gélida brisa me pone la piel de gallina. La emoción y la ansiedad se entrelazan en mi pecho mientras espero a que Jared aparezca.
—¡Date prisa, joder! —le grito al rubio que parece haberse perdido en algún rincón de donde sea que estamos.
—Solo aguarda un poco —lo escucho decir cerca, su voz resonando en la oscuridad.
Intento bajarme lo que me ha puesto en los ojos, pero rápidamente siento sus manos sobre las mías, evitando que lo haga.
—¡Apresúrate! —le riño, y él se ríe, su risa cálida y familiar.
De repente, siento su cuerpo firme contra mi espalda, y un escalofrío de anticipación recorre mi columna.
—¡Feliz cumpleaños, mi preciosa demonios! —exclama Jared, soltando lo que llevo en los ojos.
—¡Oh, Dios mío! —mi voz se quiebra al ver lo que se alza ante nosotros.
Una estructura preciosísima se erige en la oscuridad, con paredes altas y blancas, y ventanales de vidrio que le dan un toque lujoso y elegante. Un hermoso jardín lleno de rosas rojas rodea la casa, y en el centro, una fuente con una gran figura de un ángel. . Y, como si fuera un sueño, las letras J&A brillan en medio de la puerta.
《Todo es igual al dibujo que hice cuando tenía 6 años.》
—Algún día será nuestro hogar, Aithana —dice él en un susurro a mi lado, y siento algo crecer en mi pecho, una promesa que me cumple Jared.
《Te prometo que cuando estemos grandes, te regalaré una casa igual a la de tu dibujo.》
—Es... es hermosa —susurro, incapaz de contener la emoción.
Sin poder evitarlo, me vuelvo hacia él y lo beso, lo beso sin pudor alguno.
—Es lo que te mereces —dice, correspondiendo a mi abrazo con la misma intensidad.
Jared me envuelve en sus brazos, y siento la calidez de siempre. Y sí, quizás sea una loca por no haberle dado el "sí" que tanto quiere, pero si él se fijara un poco más, se daría cuenta de que no hace falta dicha afirmación para saber que sí quiero ser su novia, que siempre lo he querido ser.
—¿Quieres verla por dentro? —pregunta, y asiento, sintiendo que la emoción me inunda.
Sujeta de su brazo, entramos a la casa. No hay muebles ni nada, solo paredes vacías e inocentes, pero perfectas para mí. No es tan grande, pero es justo lo que siempre deseé.
—Sé que no sabes cocinar —se burla—, pero igual he pensado en cada detalle para la cocina —dice, guiándome hasta ella.
Preciosos mesones negros aparecen ante mí, y no puedo evitar sonreír.
—Solo imagínate a este sexy rubio sentado aquí —señala una de las sillas de la barra—, esperando a que su linda chica le prepare una taza de cereales.
—Y comienzas a quejarte desde ahora, no seré yo esa linda chica —dejo claro, fingiendo seriedad.
—Siempre serás tú —dice__ y aunque decidas hacerme esperar, no sé cuánto más, siempre serás tú.
Sus ojos claros destellan, y me pregunto cómo he sido tan dura con él a veces.
—Muéstrame el resto —le pido, y se acerca a mí, su sonrisa iluminando el ambiente.
—¡Ay! —chillo cuando el rubio me toma en brazos y comienza a subir las escaleras conmigo.
Comienza a mostrarme todo, y es igual a lo que siempre le comenté que quería. Cada habitación, cada rincón es perfecto.
—¿Lista para ver tu regalo? —me pregunta, su voz llena de emoción.
—¿No es la casa? —pregunto, confundida.
—No, la casa es el cumplimiento de mi promesa —dice seguro—. Tu regalo es otro.
Abre una puerta y me deja en el suelo con suavidad. La emoción de hace un rato se vuelve inmensurable al ver lo que hay aquí.
Cientos de rosas por todos lados, muchos ramos, pétalos... velas, todo maravilloso. En medio de la habitación, una manta con cojines rojos, mi color favorito, me invita a sentarme.
Jared me abraza por la espalda y apoya su cabeza en mi hombro.
—¿Desea usted, hermosa reina, pasar una buena velada con este modesto caballero? —susurra contra la piel de mi cuello mientras sus manos se enroscan en mi cintura.
—Tú nunca has sabido aceptar un "no", Jared.
Un enorme oso de peluche con un corazón en el centro adorna una esquina de la habitación, y junto a él, algo comienza a destellar.
—¿Es mi obsequio? —pregunto con emoción, sintiendo que el corazón me late con fuerza.
El rubio se separa de mí y se acerca al oso, se agacha y toma una caja.
—Feliz cumpleaños, Aithana —dice, y mi corazón se acelera.
Es hermoso, un brillante brazalete con una gran esmeralda en forma de corazón.
—Eres el ser más insoportable y guapo que he conocido —digo mientras doy un salto hacia él, que me recibe con los brazos abiertos y me estrecha con fuerza.
Y es así como este se convierte en uno de los mejores cumpleaños que he tenido.
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La mañana llegó, el sol se alzaba entre las nubes que adornaban el cielo brillante, y rayos dorados caían sobre la ciudad, bañando así la villa familiar en una luz cálida y esperanzadora. Era un nuevo día, lleno de promesas y oportunidades.
Con el inicio de este nuevo día, varias de las plataformas de noticias de la ciudad, incluso del país, destacaban en sus portadas la imagen de la bella familia Al Jaramane. Una fotografía que mostraba el amor que allí habitaba, pero que para otros significaba una burla, un recordatorio de lo que no podían tener.
En un rincón oscuro de la ciudad, un hombre con expresión amarga sostenía el periódico con fuerza, sus manos temblando de rabia. La ira se reflejaba en su rostro, y sus ojos destilaban un veneno que amenazaba con desbordarse.
—¡Juro que haré que te arrepientas por haberme rechazado! —espetó con rabia, mientras marcaba el rostro de Anna con un cuchillo afilado, la hoja brillando con la luz del sol que se filtraba por la ventana. Su voz era un susurro cargado de odio, y cada palabra era un eco de su frustración.
—Y a ti, por haberte aparecido, te haré suplicar como nunca te has imaginado —continuó, su mirada oscura y amenazante se centró en Axel, quien se encontraba en la fotografía junto a su mujer.
La filosa hoja rasgó también el rostro de Axel en su mente, un símbolo de la violencia que estaba dispuesto a desatar. La imagen de la familia Al Jaramane, que para muchos representaba la felicidad, se convertía en un blanco para su venganza.
Y así, la sombra de un oscuro enemigo, que no había sabido aceptar lo que el destino ya tenía escrito, se cernía sobre aquella familia. Con una amenaza directa, su rencor se transformaba en un plan que prometía desatar el caos en la vida de aquellos que parecían tenerlo todo.
La luz del sol seguía brillando sobre la villa familiar, ajena a la tormenta que se avecinaba.
La vida continuaba, pero en el corazón de aquel hombre, la oscuridad crecía, alimentada por el deseo de venganza y la incapacidad de dejar ir el pasado.