Ivette Mora es una madre de dos hijos que prefiere pasar su vida sola, el maltrato y desamor que sufrió con el padre de sus hijos dejó huellas en lo más profundo de su ser, en una jugada del destino se cruza con Gustavo Martínez y viven una historia de amor plena. Pero un error hará perder la confianza, allí empezará la difícil tarea de reconquistar a su amor o dejar que todo se pierda.
Una historia de amores y desencuentros.
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Ivette supera el cáncer.
A menos de una hora de estar allí en el cerro mirador ella dijo
—Es hora de regresar a casa o mis hijos estarán preocupados.
—¿Quieres bajar para ver la vista hermosa que hay desde aquí?
—No, no quiero gastar las pocas fuerzas que junté, me encantaría, pero no tengo suficiente fuerza.
—Espera un momento — Gustavo dijo bajando del auto, volvió segundos más tarde —Tomé unas fotos para que tengas una vista.
—¿En serio tomaste fotos?
—Si, te las enviaré por WhatsApp —Respondió Gustavo, era una sutil, pero directa forma de pedirle el número de teléfono.
De regreso la trajo hasta la dirección que ella le había dado tiempo antes, no quiso avergonzarla diciéndole que ya sabía que no vivía allí, esperaba que ella fuera la que tuviera confianza para indicarle que esa no era su dirección.
—Yo... —Dijo titubeante y con voz un poco avergonzada —la verdad yo no vivo aquí.
—¿No? Aquí te traje el otro día.
—Lo sé, peor no es mi dirección, ni siquiera sé quien vive aquí.
—y ¿Por qué me diste otra dirección?
— Porque soy mamá de dos hijos adolescentes a los que tengo que cuidar y proteger, no sé si tú eres un loco o eres buena persona y no quise exponer mi dirección.
Gustavo bajo su cabeza y respondió —Entiendo — la verdad es que sí la entendía, como padre él protegió a su hija cuando era pequeña y al separarse de su esposa, sus hijos son adultos y todavía viven con él, le gustó de ella la madre protectora que podía ver en esa corta respuesta, su exesposa nunca, después de separarse y que se fue volvió a preguntar por sus hijos.
Agregó — ¿Y ahora me dirás la dirección correcta o aún piensas que soy un loco?— Esbozando una sonrisa.
—Aún no sé quién y cómo eres, te lo diré solo porque no tengo fuerzas para caminar estas dos cuadras que me separan de mi casa — le dijo la dirección y él partió, aún estaban más cerca
—Yo vivo cerca de aquí, lo que necesites llámame. No olvides escribirme así te mando las fotos.
Ivette bajó, se despidió, agradeció su gentileza y se dirigió a la entrada de su edificio, él esperó que ella entrará y desde el auto volvió a hacer el ademán figurando con su mano un teléfono en su oreja, dando a entender que lo llame.
Al entrar a su casa los hijos de Ivette estaban cada uno en su habitación, ya habían regresado del colegio. Había señales de que ya habían comido así que ella pasó por cada una de las habitaciones saludando preguntando por cómo fue su día y les dijo voy a descansar un momento, ellos sabían que ese momento era verla al día siguiente porque cuando volvía de una sesión no podía despertar.
Antes de dormir le escribió a Gustavo un corto texto
"Hola soy Ivette, este es mi número, aquí puedes enviarme las fotos del mirador."
Cuando Gustavo recibió el mensaje su corazón se llenó de alegría, guardó en los contactos el número y le respondió
"Gracias por escribirme, lo necesitaba, adjunto las fotos a continuación."
Y envío cinco fotos.
Ivette alcanzó a leer el mensaje y después se durmió, por alguna razón estaba tranquila, aunque su cuerpo en ese momento tenía más molestias que todos los otros días en que se hizo sesiones, es esta ocasión estaba más esperanzada que nunca que todo saldría bien.
Desde allí se escribían esporadicamente, no era de todos los días y el siempre le recordaba que podía llamarle cuando lo necesitara, ella no quería molestar.
Una semana después de ese lunes ella tenía examen médicos para ver si había hecho efecto la última sesión, así era siempre, las secciones cada tres semanas exactas y a la semana siguiente de la sesión la toma de muestras para evaluar, el efecto y resultados cinco días después de la muestra. Era un ciclo una y otra vez.
Los resultados fueron favorables, efectivamente esa sección más invasiva hizo efecto en Ivette, quien tenía una gran cantidad de células malas menos que el análisis anterior.. Las siguientes dos sesiones tuvieron resultado maravilloso hasta que hubo la respuesta del doctor.
—Tal cual lo esperado, el hecho de encontrar tu cáncer a tiempo nos dio la posibilidad de revertir la situación, tu cuerpo respondió bien al tratamiento así que hoy debo decirte que has superado y vencido la enfermedad.
Sé llenaron de lágrimas, sus manos estaban apretadas a firmadas sobre su regazo, mostrando visiblemente su nerviosismo.
Al lado de ella estaba sentado Gustavo que escuchó cada palabra del médico.
—Te felicito por lo fuerte que eres — Le dijo mientras intentó tomar su mano, pero ella esquivó inmediatamente el agarre de él.
—¿Qué sigue ahora? Pregunto Ivette.
El médico respondió — por ahora durante las próximas semanas seguirás tomando tamoxifeno bajando la dosis poco a poco, ya que no se puede quitar de un día para otro. Tendrás control en seis meses de todos los exámenes de imagen y analíticos y así se te van a dar las indicaciones según corresponde. Si tienes dudas no dejes de venir a la consulta en forma inmediata.
Esta vez salieron juntos de la clínica, esta vez ella no estaba tan decaída como las otras veces, se veía feliz, había perdido un poco de cabello, no tanto pero se notaba la delgadez de su cabellera y de su físico.
Gustavo le dijo. — bueno, el clima está más frío, no se si da para tomar un helado, pero si para tomar un café o un té, ¿Que te parece? — Agregó — tenemos que festejar esta noticia.
—Te lo debo —Respondió ella.
—No, tú me debes un helado y ahora hace frío para tomarlo así que me lo sigues debiendo. — dejando escrito entre líneas que no sería su última salida.