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Embarazo Después Del Adiós.

Embarazo Después Del Adiós.

Status: Terminada
Genre:Completas / Embarazo no planeado / Embarazada fugitiva
Popularitas:32.8k
Nilai: 5
nombre de autor: Loloy

Tras un matrimonio, lleno de malos entendidos, secretos y mentiras. Daniela decide dejar al amor de su vida en libertad, lo que nunca espero fue que al irse se diera cuenta que Erick jamás sería parte de su pasado, si no que siempre estaría en su futuro...

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capítulo 7

En la sala de urgencias del hospital

Las luces blancas del hospital contrastaban con la opacidad del cielo que seguía nublándose. Daniela fue trasladada en una camilla por dos enfermeros mientras Erick caminaba junto a ella, sin soltar su mano ni un segundo. Su rostro era una mezcla de miedo, concentración y determinación.

—Solo quédate conmigo —susurró ella, mientras las puertas automáticas se abrían—. No me sueltes.

—No lo haré —le prometió, con una voz que apenas ocultaba el temblor.

Fueron recibidos por el equipo de obstetricia, que rápidamente instaló a Daniela en una habitación con monitoreo fetal. El sonido del latido rápido y constante de los gemelos llenó el cuarto como un tamborileo reconfortante.

El doctor Padilla llegó minutos después y comenzó con las indicaciones: medicamentos para madurar los pulmones de los bebés, inhibidores de contracciones, control constante de presión y dilatación.

Erick observaba cada movimiento con atención, como si con solo mirar pudiera protegerla de cualquier peligro.

—Dani —le susurró cuando quedaron solos unos segundos—. Estás siendo increíble. Los estás cuidando como una leona.

Ella intentó sonreír, pero solo le salió una mueca cansada.

—Tengo miedo, Erick. De que algo no salga bien. De no poder...

—No pienses en eso. Estamos aquí. Vamos a salir adelante —le interrumpió él, acariciándole la mejilla—. Los tres.

Ella asintió, con los ojos cerrados y las lágrimas brotando silenciosamente.

***

Horas después, en la sala de parto

El tiempo se volvió un concepto borroso. La noche había caído sobre la ciudad, pero dentro del hospital, el reloj parecía girar a otro ritmo. Las contracciones no se habían detenido del todo, a pesar de los medicamentos. Daniela estaba en trabajo de parto.

Erick se había negado a salir de la habitación. Se colocó la bata quirúrgica, la mascarilla, el gorro, todo lo necesario. Solo quería estar cerca.

—Estás haciendo un trabajo increíble, Daniela. Solo un poco más —la animó el doctor Padilla, su tono firme pero empático.

Daniela gritó, aferrándose a las sábanas. El sudor le caía por la frente, y su rostro estaba pálido, concentrado, exhausto. Erick le sostenía la mano, deseando poder absorber algo de su dolor.

—Ya viene el primero —avisó una enfermera.

Un minuto después, un llanto claro rompió el aire, llenando la sala con un sonido casi milagroso.

—¡Es un niño! —anunció el doctor, alzando al bebé envuelto rápidamente en una manta.

Erick soltó una risa ahogada, sus ojos inundados de lágrimas. Daniela sollozaba, sonriendo débilmente.

—¿Está bien? ¿Está bien él?

—Sí —respondió el doctor, aunque sin detenerse—. Pero necesitamos concentrarnos ahora. Viene el segundo.

El ambiente cambió. El segundo parto fue más difícil. El ritmo cardíaco del bebé fluctuó, haciendo que una de las máquinas emitiera un pitido intermitente y alarmante. El personal médico se volvió más rápido, más tenso.

—¿Qué está pasando? —preguntó Erick, acercándose—. ¿Qué tiene el otro?

—Está en posición complicada y su oxígeno está bajando —dijo una enfermera, con profesionalismo pero sin disfrazar la preocupación.

—¡Vamos, Daniela! Solo un esfuerzo más, ya casi lo tienes —insistió el doctor.

Daniela apretó los dientes, llorando de dolor, de miedo, de impotencia.

Y entonces, finalmente, el segundo bebé nació.

Pero no lloró.

El silencio fue aterrador.

Un equipo se lo llevó inmediatamente hacia una mesa de reanimación. Erick retrocedió, con la mirada fija en ese pequeño cuerpo inerte, sin saber si debía quedarse con Daniela o correr tras el bebé.

—¿Erick...? —susurró ella, débil—. ¿Qué pasa con él?

Él volvió junto a ella, tomó su rostro entre las manos y le habló con todo el amor que tenía:

—Lo van a ayudar. Está luchando, como tú. Va a estar bien, lo prometo.

Y entonces, un llanto suave y tembloroso se escuchó desde el rincón de la sala. Débil, pero suficiente. Vivo.

Daniela se quebró. Erick también.

***

Más tarde, en la sala de espera del hospital

La luz blanca del hospital no ayudaba a aliviar el peso en el pecho de Erick. Estaba de pie, con las manos entrelazadas, mirando a través de los ventanales como si esperara encontrar respuestas en la noche. Mariana entró sin hacer ruido. Venía con el cabello recogido, ojeras marcadas y el rostro desencajado por el miedo contenido.

Se quedaron unos segundos en silencio.

—¿Cómo están? —preguntó ella al fin, sin rodeos.

—Los bebés están estables —respondió él, sin girarse del todo—. En incubadoras. El segundo… tuvo problemas para respirar, pero reaccionó. El doctor dice que hay que esperar. Daniela está descansando.

Mariana asintió con la cabeza, bajando la mirada. Luego se sentó en uno de los sillones, pero no lo invitó a hacerlo. Él lo notó, pero no se movió.

—¿Y tú? —preguntó ella, con voz más baja—. ¿Estás bien?

—No. Pero estoy aquí. Por ellos. Por ella.

Mariana cerró los ojos un momento.

—Nunca pensé que volvería a verte en una situación así… acompañándola. Sosteniéndola. Jurando que no la vas a dejar.

Erick sintió el golpe suave pero directo de sus palabras.

—Tampoco pensé que tendría otra oportunidad para hacerlo bien.

Mariana lo miró ahora, directo a los ojos. Su expresión era dura, pero no había odio. Solo dolor y cansancio.

—Le hiciste mucho daño, Erick. Y no solo a ella. También a nosotros. A mí, como madre, me costó perdonarte por las veces que vi a mi hija encerrarse en el baño a llorar en silencio. Me costó entender por qué volvió contigo en primer lugar.

Erick bajó la mirada.

—No espero que me perdones. Solo que me permitas demostrar que esta vez es diferente.

Mariana lo observó, midiendo sus palabras. Y luego, después de un largo silencio, asintió con lentitud.

—No te estoy dando mi bendición, Erick. Pero si mi hija te necesita… no me voy a interponer. Solo prométeme algo.

—Lo que sea.

—No te vayas cuando las cosas se pongan difíciles. No desaparezcas si alguno de los niños se enferma. No la dejes sola si un día está cansada, si no puede más, si se derrumba —continuó Mariana, con la voz apenas quebrada—. No te vayas si el amor no se siente como al principio. Quédate incluso cuando no sepas cómo hacerlo. Porque eso... eso es ser padre. Y eso es ser pareja.

Erick asintió, con los ojos húmedos.

—No me voy a ir. Lo juro.

Mariana lo observó unos segundos más. Luego se levantó, caminó hacia él y, con un gesto que lo tomó por sorpresa, puso una mano sobre su brazo.

—No me importa si me crees o no, Erick, pero yo también quiero lo mejor para mi hija. Y si eres tú… más te vale estar a la altura.

—Voy a estarlo —dijo él, con firmeza.

Mariana asintió una vez más y, sin decir nada, salió de la sala.

Erick se quedó solo. Pero por primera vez en mucho tiempo, no se sintió enemigo de nadie. Solo un hombre con miedo... y con una promesa que cumplir.

***

En la sala de neonatología

La luz blanca del hospital era fría, pero el interior de la sala de neonatología estaba bañado por una calma extraña, casi sagrada. El silencio se rompía solo por el leve zumbido de las máquinas, los pitidos intermitentes del monitoreo y el murmullo lejano de pasos médicos.

Erick se detuvo frente a la incubadora, sin atreverse a respirar. Frente a él, separados del mundo por una cúpula transparente y rodeados de cables y sensores, dormían dos seres diminutos. Sus hijos.

No había imaginado que serían tan pequeños. Que la piel de uno parecería casi transparente, que las manos del otro se moverían con suavidad, como si intentara aferrarse al aire. Eran frágiles, sí, pero también… completos. Milagrosos.

—Hola… —susurró, sin saber si ellos podían oírlo—. Soy yo. Soy tu papá.

Sus palabras se quebraron en la garganta. Se llevó una mano al rostro, conteniendo el torrente que pugnaba por salir. No había forma de prepararse para eso. No había pasado por su mente, en ningún momento de su vida, que el amor pudiera golpear tan fuerte.

—No se imaginan cuánto los esperé —continuó, acercándose un poco más, apoyando la frente contra el vidrio—. Cuánto me dolió no estar desde el principio. Pero estoy aquí ahora. Y no me voy a ir.

Uno de los bebés, como si lo escuchara, movió los deditos. Erick sonrió, con lágrimas ya corriendo por sus mejillas.

—Ustedes no tienen idea de lo que están haciendo conmigo. Me están rompiendo y reconstruyendo al mismo tiempo.

A través del reflejo en la incubadora, vio a Daniela acercarse en silla de ruedas. El doctor había insistido en que descansara, pero ella se había negado. Necesitaba verlos.

—¿Estás bien? —preguntó ella con voz suave, conmovida por la escena.

—Nunca estuve mejor —respondió él sin apartar la vista de los bebés—. Son perfectos, Dani. Frágiles… pero fuertes. Como tú.

Ella sonrió, y una lágrima rodó por su mejilla.

—Tienen tu boca.

—Y tus ojos —susurró él.

Se quedaron así, sin tocarse, pero más cerca que nunca. Unidos por dos corazones diminutos latiendo bajo lámparas artificiales.

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Lermis Flores
Éste capítulo hermoso me ha conmovido tanto!!
Lermis Flores
Jajaja, quieren nacer en el País de sus padres!
Mirian Mendoza Gutierrez
felicidades autora muy bonita historia. bendiciones
Mirian Mendoza Gutierrez
hermoso capitulo
Tere Jimenez
gracias por compartir
Tere Jimenez
muy bonita historia muchas felicidades y bendiciones sabiduría y entendimiento para seguir escribiendo tan hermoso y compartir con nosotros felicidades estuvo increíble
Tere Jimenez
ojalá y ya lo dejen quedarse ahí
Tere Jimenez
que hermoso
Tere Jimenez
anoche estuvieron juntos según recuerdo
Tere Jimenez
muy interesante el capítulo
Tere Jimenez
muy pagados de si mismo los padres de el
Tere Jimenez
muy fuerte decisión la que tomaron
Tere Jimenez
que bonito capitulo
Tere Jimenez
que difícil situación convivir así por las criaturas
Tere Jimenez
ojalá y se lo lleve
Tere Jimenez
si muy cierto tal vez en el pasado nos sentimos los dueños del mundo pero tenemos que ser humildes
Tere Jimenez
que hermoso capitulo
Tere Jimenez
si muy hermosa novela
Tere Jimenez
que hermoso capitulo
Tere Jimenez
ésos bebés quiere llegar antes de tiempo
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