Las Cicatrices Del Pasado Lastiman Lo Que Mas Amo...

Por un momento, Violeta dejó caer el informe sobre la mesa. Sus manos temblaban ligeramente, algo completamente ajeno a su persona, y su mente no dejaba de repasar cada palabra escrita. Rodríguez había vuelto, y con él, una amenaza que ni siquiera su astucia y su carácter calculador podían prever. Este hombre no solo amenazaba su imperio, sino que ahora, envenenado por su propia desesperación, apuntaba a lo que más amaba en este mundo: su hija, Valentina.

Valentina, su princesa, la joya más preciosa que la vida le había dado. Ella era la luz de sus ojos, la razón por la que todo lo que Violeta había hecho, desde el inicio, había tenido sentido. La niña, con su rostro que reflejaba cada facción de su madre, se había convertido en el faro que guiaba la vida de Violeta. Pero la sola idea de que Rodríguez pudiera ponerla en peligro hizo que el miedo, por primera vez en muchos años, se apoderara de su corazón.

Ese miedo era palpable. La mujer que nunca había mostrado debilidad, que había enfrentado cada batalla con una frialdad imparable, ahora sentía un nudo en el estómago, una angustia que no podía ignorar. Rodríguez no era solo un enemigo personal; él era ahora una amenaza directa a la seguridad de su hija, quien no solo era su reflejo, sino también el futuro de su legado. Valentina representaba la continuación de todo lo que Violeta había logrado, y la sola posibilidad de que alguien pudiera arrebatarle a su hija le provocaba una sensación indescriptible de impotencia y terror.

Violeta comenzó a pensar en lo peor, algo que nunca había permitido en su vida. ¿Qué pasaría si Rodríguez, en su odio y venganza, decidía usar a Valentina como arma? Sabía que este hombre era capaz de cualquier cosa, que su poder no solo se limitaba a los carteles de droga, sino también a las formas más sucias y crueles de control. El hecho de que él estuviera al tanto de la existencia de su hija y que la considerara una vulnerabilidad la desgarraba por dentro. Rodríguez sabía que Valentina era su punto débil, y esa certeza despertaba en Violeta un miedo profundo que jamás había experimentado.

No era el miedo de una mujer cualquiera; era el miedo de una madre. Una madre dispuesta a hacer lo que fuera necesario para proteger a su hija. Violeta se dio cuenta de que el peligro había evolucionado, y ahora su prioridad era más clara que nunca: mantener a Valentina a salvo a toda costa, incluso si eso significaba arriesgar todo lo que había construido.

Con el rostro endurecido nuevamente, Violeta tomó una decisión. No permitiría que el miedo la paralizara. Aunque temía profundamente por su hija, sabía que la única manera de derrotar a Rodríguez y salvar lo que amaba era enfrentándose a él con una fuerza que solo ella poseía.

Violeta, después de una media hora sumida en sus pensamientos, sintió cómo el peso del miedo comenzaba a disiparse. La madre que había forjado su propio imperio, la mujer imparable que había aprendido a manejar el dolor y la traición, sabía lo que debía hacer. Aunque la amenaza era real y el miedo por su hija se había apoderado de ella, Violeta también sabía que Valentina era tan fuerte, tan astuta y tan capaz como ella misma. La niña no era una víctima fácil, y su carácter, su inteligencia y su valentía la hacían mucho más que una simple princesa en peligro. Valentina era su reflejo, una versión más joven, pero con una determinación propia que haría frente a cualquier adversidad.