Sipnosis
En la cosmopolita ciudad de Busan, tres vidas se entrelazan en un inesperado triángulo de emociones. Joon-Ho, un humilde maestro de matemáticas, lucha por equilibrar su pasión por la enseñanza con las limitaciones de su origen. Durante una conferencia, su vida da un vuelco al conocer a Han Soo-Yeon, una encantadora profesora de arte y dueña de una acogedora biblioteca. La conexión entre ellos es instantánea, aunque sus mundos parecen demasiado lejanos para unirse.
Mientras Joon-Ho intenta conquistar el corazón de Soo-Yeon, no se percata de los sentimientos de Mi-Ra, una de sus estudiantes, hija de una familia adinerada y atrapada en un amor no correspondido por su maestro. Desde hace meses, Mi-Ra guarda en secreto lo que siente, pero la creciente cercanía entre Joon-Ho y Soo-Yeon pone a prueba su paciencia y valentía.
Entre las lecciones de la vida y las barreras que impone la sociedad, "Oh, ¡Maestro! Quiéreme" explora los conflictos del amor prohibido, las
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Un beso del deseo.
Mi-Ra observó a Joon-Ho con una mezcla de nerviosismo y deseo, el vino aún en sus labios, dejando un toque suave y afrutado en el aire. El calor del salón, mezclado con la tensión palpable entre ellos, hacía que el momento fuera aún más intenso.
Se acercó más a él al verlo perdido en la confusión, sin decir una palabra, con la sensación de que lo que estaba por suceder sería un cambio irreparable. Joon-Ho la miró, indeciso pero profundamente atraído por ella. Sus ojos, antes llenos de dudas, ahora brillaban con una emoción difícil de reconocer.
Mi-Ra, con una mezcla de valentía y ternura, se inclinó hacia él, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. En otro movimiento suave, se acercó aún más, dejando que sus labios rozaran los de él. El sabor del vino aún permanecía en su boca, dulce y un poco ácido, como un susurro de lo que estaba por venir.
Mi-Ra lo miró fijamente, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza, acelerado por la cercanía de Joon-Ho. Sin pensarlo más, lo tomó suavemente de las manos y, en un impulso de valentía, lo condujo hacia el despacho de su padre. El aire parecía volverse más denso a medida que se acercaban, y Joon-Ho no pudo evitar notar la tensión que ambos compartían.
Cuando llegaron al escritorio, Mi-Ra lo hizo sentarse en el sillón de cuero, un lugar que en otros tiempos había sido tan solo un mueble común en la oficina. Pero ahora, con la mirada ardiente de Mi-Ra fija en él, el sillón parecía convertirse en un espacio sagrado, un punto de encuentro para dos corazones que, aunque temerosos, deseaban algo más.
Mi-Ra se acercó lentamente, su respiración algo entrecortada. Subió al regazo de Joon-Ho con suavidad, sentándose frente a él. El contacto entre sus cuerpos era eléctrico, como si todo lo que habían guardado en su interior estuviera a punto de estallar. La cercanía hacía que el corazón de Mi-Ra latiera tan fuerte que casi podía escuchar cada latido en su pecho.
—Joon-Ho... —susurró, con los ojos fijos en los suyos—. No puedo negar lo que siento por ti.
Joon-Ho la miró, con la respiración profunda, su mente llena de pensamientos confusos, pero también de un deseo primitivo. Sus manos, que antes habían estado tensas a los costados, ahora descansaban suavemente sobre sus caderas. El roce de su piel sobre la suya le hizo sentir una calidez que lo envolvía por completo.
Mi-Ra, con una suavidad infinita, le acarició el rostro, acercándose lentamente. Los dos compartían el mismo deseo, la misma incertidumbre, pero también sabían que este momento, aunque lleno de dudas, era inevitable.
—No quiero apresurarte, Joon-Ho —dijo con una sonrisa que contenía una mezcla de ternura y confianza—. Solo quiero que sepas que siempre estaré aquí, contigo.
Joon-Ho no pudo evitar sonreír al escuchar sus palabras, sus manos moviéndose instintivamente para rodearla. El momento estaba cargado de emociones, y aunque temía lo que pudiera pasar después, no podía negar lo que su cuerpo necesitaba.
Joon-Ho se apartó ligeramente, su mirada llena de duda. La tensión en el aire era palpable, y una parte de él no podía evitar cuestionar lo que estaba sucediendo entre ellos. Mi-Ra, notando su conflicto, bajó la mirada, sintiendo el peso de la situación.
—Esto está mal —dijo él, su voz algo quebrada—. Puedo caer preso por esto.
Mi-Ra lo miró fijamente, sus ojos llenos de una intensidad tranquila. No quería que su propio deseo lo confundiera ni lo hiciera sentir culpable, pero no podía negar lo que sentía en ese momento.
—No si estoy de acuerdo —respondió, con suavidad, acercándose a él nuevamente. Su tono era firme, pero cargado de vulnerabilidad.
Joon-Ho se quedó en silencio, mirando sus ojos, tratando de entender lo que Mi-Ra le decía. La situación era complicada, mucho más de lo que él quisiera admitir. Las reglas que había seguido durante toda su vida como maestro ahora parecían desmoronarse frente a él. Pero había algo en Mi-Ra que lo atraía, algo que lo hacía sentir que, tal vez, por primera vez en mucho tiempo, podía ser sincero con sus propios deseos.
—No quiero que esto cambie lo que somos... lo que tenemos —dijo Mi-Ra, su voz un susurro casi inaudible.
Joon-Ho la miró, su mente en conflicto, pero sus manos, aunque temblorosas, buscaron las suyas. La duda seguía allí, pero también había algo más. Un impulso que lo empujaba a seguir, a descubrir qué sucedería si cruzaba esa línea.
Mi-Ra, con una expresión decidida, lo miró por última vez antes de hablar con suavidad.
—Si es un error, lo cometeremos juntos. Pero no quiero arrepentirme de no haberlo intentado. —Y con esas palabras, sus labios encontraron los de él una vez más, un beso suave pero lleno de promesas.
El beso fue tímido al principio, como si ambos estuvieran probando el agua antes de sumergirse por completo. Pero rápidamente, la necesidad de estar cerca, de compartir algo más profundo, los impulsó a continuar. La calidez de sus labios, el roce de sus cuerpos, era como una danza lenta, casi cautelosa, pero llena de promesas no dichas. Aquella silueta sensual estaba sobre él excitando su centro.
Joon-Ho, sorprendido pero cautivado, dejó que el momento lo envolviera. El vino realmente hace lo suyo. Su mano, antes temblorosa, se deslizó hacia la espalda de Mi-Ra, presionando suavemente, como si estuviera buscando algo más que un simple contacto. Sus dedos recorrían su piel, sintiendo la suavidad de su ropa y el calor de su cuerpo. A pesar de la distancia emocional que había mantenido con ella, en ese momento, no podía negar que esa chiquilla lo excita y lo cautiva.
Mi-Ra, con su respiración entrecortada, apartó ligeramente su rostro, pero no lo suficiente para separarse completamente. Sus ojos se encontraron nuevamente, y en sus miradas había una mezcla de deseo, vulnerabilidad y una silenciosa comprensión. Nadie necesitaba decir nada; todo lo que necesitaban estaba en ese instante compartido.
—¿Estás seguro? —preguntó Joon-Ho, su voz grave, como si todavía buscara una confirmación, aunque ya sabía la respuesta.
Mi-Ra, sonriendo con una suavidad que solo ella podría transmitir, asintió lentamente.
—Solo quiero que lo sientas, Joon-Ho. No te preocupes por lo que esto signifique después. Solo este momento, aquí y ahora.
Con esas palabras, el aire entre ellos se volvió aún más denso, pero también más lleno de significado. Joon-Ho, al ver la sinceridad en sus ojos, no pudo más que ceder a la tentación que lo había estado envolviendo. Esta vez, su beso fue más profundo, sin miedo, sin reservas. Ambos sabían que algo estaba por cambiar, pero por primera vez, no temían lo que vendría. Solo existía el ahora.
Mi-Ra y Joon-Ho permanecieron besándose por un largo rato
Sus corazones latían en un ritmo frenético, tan sincronizados como nunca antes. El tiempo parecía haberse detenido. Mi-Ra lo miró con una mezcla de vulnerabilidad y determinación. Sus ojos brillaban con una intensidad que solo él podía ver.
—No quiero que pienses que fue un impulso, Joon-Ho —dijo con suavidad, su voz temblando ligeramente por la emoción—. Quiero que sepas que me gustas, no solo como mi tutor, sino como algo más.
La sinceridad en sus palabras hizo que Joon-Ho sintiera un nudo en el estómago. Había algo en su mirada que lo hacía sentir más vivo que nunca, pero también lo dejaba cautivo de la situación. Sabía que había algo más entre ellos, algo que no podía ignorar, pero la realidad, la diferencia de roles, la duda, lo hacían vacilar.
Él abrió la boca para decir algo, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. Mi-Ra, al ver su lucha interna, se acercó un poco más, con una sonrisa cálida y sin prisa, volvió a besarlo hasta llevarlo al límite, ella puede sentir el bulto entre sus piernas.