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"Objetivo" Domar Al Ceo

"Objetivo" Domar Al Ceo

Status: En proceso
Genre:Grandes Curvas / Autosuperación / Reencuentro / Amor-odio / Ascenso de clase social / Mujeriego enamorado
Popularitas:6k
Nilai: 5
nombre de autor: valeria isabel leguizamon

Teodoro es hijo de un magnate, el es un joven malcriado que vive sin preocupaciónes pero todo se acaba cuando su padre para darle una lección le da el puesto de ejecutivo a su Rival de la escuela Melanie el debera trabajar para ella y no será nada fácil porque es perfeccionista y poco flexible a diferencia de Teodoro,

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capitulo 8

Teo estaba parado frente a la ventana del despacho de Melanie, mirando la ciudad a través del cristal como si en ella pudiera encontrar alguna respuesta que justificara su creciente incomodidad. Era una tarde gris, el tipo de tarde que hacía que las cosas parecieran más difíciles de lo que eran. Un café frío se encontraba sobre su escritorio, completamente olvidado, mientras él luchaba con la maraña de pensamientos que le recorrían la cabeza. Lo que más le sorprendía no era el hecho de que su vida estuviera dando tumbos, sino cómo la presencia de Melanie había comenzado a calarlo de una manera que no podía ignorar.

"Solo un desafío", se decía a sí mismo. "Solo una competencia." Pero, ¿por qué sentía que cada vez que ella lo miraba, algo dentro de él se desmoronaba? ¿Por qué sus pequeños comentarios, cargados de sarcasmo y crítica, lo hacían sentirse más vivo que nunca? Todo eso lo confundía. Pero lo que más lo confundía, y lo que menos quería admitir, era lo que su propio corazón le estaba diciendo: que tal vez, solo tal vez, había algo más que rivalidad entre ellos. Algo más profundo, más complicado.

El sonido de la puerta abriéndose lo sacó de sus pensamientos.

—¿Te has quedado ahí toda la tarde mirando por la ventana, Teo? —La voz de Melanie era directa, pero al mismo tiempo tenía algo de preocupación disimulada que Teo pudo captar en su tono.

Teo giró lentamente, con la mano todavía en el café olvidado, y levantó una ceja, tratando de disimular la incomodidad que sentía.

—Solo estoy apreciando la vista, Melanie. ¿Qué pasa, ya se acabaron los proyectos urgentes? —respondió con una sonrisa mordaz, pero su tono sonaba más tenso de lo habitual.

Melanie no se dejó influenciar por su actitud. Ya lo conocía lo suficiente como para saber cuándo estaba tratando de ocultar algo. Avanzó hacia su escritorio y se sentó, observándolo con atención.

—No, solo vengo a preguntarte si prefieres tomar las riendas de este proyecto o seguir perdiendo el tiempo mirando la ciudad.

—Yo no pierdo el tiempo —dijo Teo, aunque sabía que no estaba siendo completamente honesto. Había dejado que sus pensamientos lo distrajeran por más tiempo del que debería. Sin embargo, lo que le molestaba no era solo la empresa, sino esa sensación de estar atrapado entre algo que no podía nombrar: esa especie de lucha interna que sentía cada vez que veía a Melanie.

Melanie lo observó por un momento, como si estuviera evaluando la situación. Teo no entendía por qué le preocupaba, ni por qué él se sentía de repente tan consciente de la mirada de ella.

—¿De qué estás huyendo, Teo? —preguntó de repente, y las palabras le cayeron como un balde de agua fría.

Teo frunció el ceño y dejó el café en el escritorio con brusquedad.

—¿Qué estás insinuando?

Melanie se cruzó de brazos, mirando al frente mientras su expresión se mantenía impasible.

—Sé que estás evitando algo. Ya no se trata solo de no poder dejar el descontrol de tu vida anterior. Se trata de que no te atreves a enfrentar lo que realmente está pasando entre nosotros.

Las palabras de Melanie resonaron en la habitación como una verdad incómoda. Teo se quedó paralizado por un momento. ¿Cómo podía ella saberlo? ¿Cómo podía ser tan perspicaz? No estaba listo para admitir lo que ni siquiera él mismo comprendía del todo. Y sin embargo, la mirada firme de Melanie no dejaba lugar a dudas.

—¿Qué crees que está pasando entre nosotros? —preguntó Teo, intentando recuperar algo de control.

Melanie se levantó del asiento y dio un par de pasos hacia él. Cada movimiento suyo parecía calcular cuidadosamente el siguiente paso, pero no se veía vulnerable. Era fuerte, como siempre.

—Lo que veo es que hay un juego entre nosotros, Teo. Uno que no se juega en el campo de la competencia ni de las apuestas. Lo que sucede es que, en algún lugar entre todo este lío, hay algo que ninguno de los dos quiere admitir.

Teo la miró fijamente, buscando en sus ojos alguna pista, pero en lugar de encontrar claridad, solo veía más oscuridad. Era como si Melanie estuviera lanzando un desafío, pero no tenía la más mínima idea de cómo responder a ello.

—¿Y qué es lo que tú ves? —preguntó él, su voz volviéndose más baja, más desafiante.

—Veo que ambos hemos sido arrastrados por el peso de nuestras expectativas —dijo Melanie, sin apartar la mirada—. Yo, porque crecí sin que nadie me ayudara, siempre luchando sola. Y tú, porque siempre has vivido bajo la sombra de lo que tu padre quiere para ti.

Teo se tensó, las palabras de Melanie tocándole un punto sensible. No sabía cómo responder. No podía dejar que ella lo viera tan vulnerable. Pero lo peor era que, en el fondo, ella tenía razón. Todo lo que había hecho en su vida había sido un intento desesperado por conseguir la validación que nunca encontró.

—No tienes idea de lo que hablas, Melanie —dijo, tratando de desviar la conversación.

—Tú sí sabes de qué hablo —respondió ella con una calma que lo desarmaba—. Solo que no quieres reconocerlo.

Un silencio incómodo se instaló entre ellos. Teo se apartó de ella y miró de nuevo por la ventana, pero esta vez, no estaba pensando en nada específico. Su mente estaba ocupada con pensamientos contradictorios. ¿Por qué siempre se sentía tan a la defensiva con ella? ¿Por qué algo tan sencillo como una conversación parecía convertirse en una batalla que no podía ganar?

Melanie observó el cambio en su postura, la forma en que sus hombros se relajaron, como si la tensión de todo el día lo hubiera sobrepasado. No sabía por qué, pero de repente sentía una extraña pena por él. Sabía lo que era cargar con el peso de las expectativas. Ella lo había hecho toda su vida. Y a pesar de que su relación con Teo estaba llena de sarcasmo y competiciones, algo dentro de ella sentía que, tal vez, en el fondo no eran tan diferentes.

—Teo —dijo ella suavemente, rompiendo el silencio—. No tienes que hacer todo esto solo. Sé que quieres parecer el chico fuerte, el que lo puede todo, pero no tienes que cargar con todo el peso tú solo.

Teo no la miró, pero las palabras se quedaron en el aire entre ellos. Por un segundo, una parte de él quería aceptarlo. Quería decirle que estaba agotado, que no podía seguir así, pero algo en su interior le impedía hacerlo. No estaba preparado para mostrar esa vulnerabilidad. No con ella. No ahora.

—Solo estoy buscando mi camino, Melanie —dijo finalmente, con la voz más suave de lo que esperaba.

—Eso está bien. Todos buscamos un camino. Solo recuerda que no tienes que hacerlo todo a tu manera. No todo lo que se quiere se consigue con competencia o con rebeldía.

Teo se giró lentamente para mirarla, y por un breve momento, sus ojos se encontraron. Hubo algo en ese instante, algo que no podía describir. Quizá fuera la forma en que sus corazones, aunque llenos de diferentes batallas, parecían resonar en el mismo tono. Algo que Teo no quería admitir, pero que comenzaba a entender. Tal vez no eran enemigos. Tal vez no todo entre ellos era competencia.

Pero antes de que pudiera profundizar en esos pensamientos, el sonido de su teléfono interrumpió el momento. Era un mensaje de su padre.

“Necesito que termines esto hoy, Teo. No hay excusas.”

El mensaje le llegó como un golpe bajo, y por un segundo, Teo se sintió perdido, como si estuviera atrapado en una red de expectativas ajenas que no podía cortar.

Melanie, observando el cambio en su rostro, suspiró y se acercó a él.

—No todo es culpa de tu padre, ¿sabes?

Teo la miró, con una sonrisa amarga en el rostro.

—Tal vez, pero... es lo que tengo. Y no sé si estoy listo para dejarlo ir.

Pero algo en su tono, en esa vulnerabilidad que apenas dejaba entrever, hizo que Melanie comprendiera que, tal vez, ambos estaban en el mismo lugar: buscando una forma de ser más que solo lo que el mundo había querido que fueran.

El capítulo terminó en un silencio incómodo pero lleno de promesas no dichas, y ambos sabían que, aunque no pudieran cambiar de inmediato, el enfrentarse a la verdad de sus propias vidas juntos los acercaría más de lo que podían imaginar.

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Elizabeth Sánchez Herrera
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