En un mundo donde las diferencias culturales pueden ser un obstáculo, dos personas se encuentran Pero su amor está condenado desde el principio. ¿Podrán superar los desafíos y encontrar un futuro juntos?
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capitulo 8 Retorno a Casa
Regresar a Suecia se sentía como despertar de un largo sueño. Al bajar del avión, el aire fresco me envolvió, y el aroma a tierra húmeda, el silencio, y el verde del paisaje me hicieron sentir en paz. Sin embargo, también sentía un vacío; parte de mí aún estaba allá, en catar, enredada en todo lo que dejaba atrás: la confusión, el dolor, y sobre todo, los recuerdos de Emir.
Al salir al área de recepción, vi a mis padres esperándome. Mi madre, con los brazos extendidos, y mi padre, con una sonrisa cálida y reconfortante. Al acercarme, sentí cómo una oleada de alivio me inundaba. Sus abrazos me envolvieron, y en ese instante, todas las preocupaciones y el caos de los últimos días parecían desvanecerse, al menos momentáneamente.
—Bienvenida a casa, mi niña —dijo mi madre, acariciando mi cabello como cuando era pequeña.
Mi padre me dio una palmada en la espalda, mirándome con ojos llenos de orgullo y ternura.
—Es bueno tenerte de vuelta, Helena Sabemos que fue una misión difícil.
Apenas llegamos a casa, Shary salió corriendo, saltando de emoción al verme. Sus ladridos llenaron la casa, y por primera vez en mucho tiempo, sonreí sin esfuerzo. Me agaché para acariciarla, estar. De nuevo en casa con mis padres y mi mascota se sentía una sensación maravillosa los había extrañado tanto
Durante los primeros días, mis padres me mimaron con mis comidas favoritas y con pequeñas atenciones que me hacían sentir amada. Sin embargo, en las noches, la tristeza regresaba. Me despertaba de sueños en los que Emir estaba cerca de mí, sus ojos mirándome con esa mezcla de calidez y profundidad que me hacía sentir especial. En esos momentos, el peso de la realidad caía sobre mí, y me recordaba que él estaba lejos, probablemente resentido y decepcionado.
Traté de mantenerme ocupada para no pensar en él. Me enfoqué en recuperar mi rutina, en retomar mis pasatiempos. Ayudaba a mi madre en el jardín y salía a pasear con Shary, dejando que el aire fresco y los sonidos de la naturaleza calmaran mi mente. Sin embargo, la imagen de Emir seguía apareciendo en mi mente, y el dolor de saber que no podría volver a escucharlo, ni explicarle la verdad, era un peso que no lograba sacudirme.
Una tarde, mientras caminaba por el bosque cerca de casa, sentí la necesidad de escribirle una carta. Pensé que tal vez, al poner mis sentimientos en palabras, podría encontrar algo de paz. Sin importar si él nunca leería esas líneas, necesitaba expresar todo lo que llevaba en mi interior.
Querido Emir,
No sé si algún día leerás esta carta, pero necesito escribirla para entender lo que siento y para disculparme, aunque sea en palabras.
Quiero que sepas que cada momento contigo fue especial para mí. Nunca planeé que las cosas se volvieran tan complicadas, y aunque he cometido errores, mi cariño por ti fue siempre sincero.
catar me enseñó muchas cosas, pero también me mostró lo frágil que puede ser el amor cuando no se protege. Estoy de regreso en Suecia, intentando encontrar paz, pero el vacío que siento por haberte perdido me sigue cada día.
Sigo amándote, aunque no me veas, aunque no me escuches. Tal vez nunca puedas perdonarme, y lo entiendo. Aun así, quiero agradecerte por haber sido parte de mi vida.
Con amor,
Helena
Al terminar la carta, las lágrimas rodaron por mis mejillas, pero me sentí más ligera, como si al fin pudiera comenzar a soltar algo de aquel dolor. Guardé la carta en una caja con algunos recuerdos de catar y decidí que ese sería el lugar donde la dejaría, junto con la esperanza de que algún día podría sanar completamente.
Al día siguiente, intenté enfocarme en mi carrera y en encontrar un nuevo propósito. Contacté algunos amigos del hospital en Suecia y revisé opciones para continuar mi formación. Aunque tenía claro que la medicina y la ayuda humanitaria eran mi vocación, todavía sentía dudas sobre el futuro, como si una parte de mí estuviera en suspenso, esperando algo que no estaba segura de que llegaría.
Sin embargo, a pesar de mis intentos de seguir adelante, el recuerdo de Emir no desaparecía. Mi madre lo notaba y, aunque no me presionaba, me observaba con esa preocupación silenciosa de quien comprende que su hija carga un dolor que no se puede remediar fácilmente.
Una tarde, mientras estaba sentada en la sala con Shary a mis pies, mi madre se acercó y se sentó junto a mí.
—Helena, sé que este viaje te ha cambiado —dijo tomándome la mano —Y sé que dejaste algo importante allá. Pero recuerda que la vida es así; a veces, lo que más queremos no siempre es lo que está destinado para nosotros.
La miré, tratando de mantener la compostura, pero sus palabras tocaron algo profundo en mí.
—No sé cómo olvidarlo, mamá —admití, sintiendo que las lágrimas amenazaban con brotar nuevamente -Intento distraerme, pero siempre vuelve a mi mente catar, Emir… todo lo que no pude decirle.
Mi madre me abrazó, sin decir nada más, dejándome llorar en su hombro. Ese momento me hizo sentir un poco más fuerte, como si pudiera empezar a soltar las lágrimas que había estado reprimiendo desde que dejé catar.
Los días pasaron, y aunque aún sentía una profunda tristeza, comencé a encontrar algo de paz en la rutina. Poco a poco, acepté que mi vida debía seguir adelante sin Emir.
Catar se convertiría en un recuerdo que, aunque dolía, también era un símbolo de todo lo que había aprendido y vivido.
A veces, mientras paseaba con Shary o charlaba con mis padres, sentía que, tal vez, el tiempo haría que el dolor se desvaneciera, dejando espacio para que pudiera amar de nuevo.