Ansel y Emmett han sido amigos desde la infancia, compartiendo risas, aventuras y secretos. Sin embargo, lo que comenzó como una amistad inquebrantable se convierte en un laberinto emocional cuando Ansel comienza a ver a Emmett de una manera diferente. Atrapado entre el deseo de proteger su amistad y los nuevos sentimientos que lo consumen, Ansel lucha por mantener las apariencias mientras su corazón lo traiciona a cada paso.
Por su parte, Emmett sigue siendo el mismo chico encantador y despreocupado, ajeno a la tormenta emocional que se agita en Ansel. Pero a medida que los dos se adentran en una nueva etapa de sus vidas, con la universidad en el horizonte, las barreras que Ansel ha construido comienzan a desmoronarse. Enfrentados a decisiones que podrían cambiarlo todo, ambos deberán confrontar lo que realmente significan el uno para el otro.
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📌Novela Gay.
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Capítulo 08. Patéticos por amor.
Ansel avanzaba con el cuerpo pesado del desconocido colgando sobre su hombro. Sus pensamientos giraban como una tormenta, entre el rechazo de Emmett y la situación ridícula en la que ahora se encontraba. No sabía si reír o llorar, pero lo cierto era que todo lo que quería en ese momento era desaparecer. Cada paso que daba era una lucha contra la sensación de que el mundo estaba conspirando en su contra.
Miró al tipo que seguía murmurando el nombre de "Leo" entre jadeos y suspiros ebrios. La rabia aún le quemaba en el pecho, pero al mismo tiempo, no podía evitar sentir una leve compasión por él. Sabía lo que era tener el corazón roto, aunque, a diferencia del chico a su lado, él nunca había sido lo suficientemente valiente como para actuar en sus emociones. Y ahí estaba, cargando con las consecuencias de alguien más.
—Esto es ridículo —murmuró Ansel mientras doblaba una esquina, buscando algún hotel barato—. Lo único que quería era salir del cine, llorar solo y comer helado como en las películas. Pero no, aquí estoy, cargando a un borracho desconocido. Qué asco de día.
Al encontrar un pequeño hotel que no parecía exigir demasiadas preguntas, entró en el vestíbulo iluminado con luces amarillas, y con un suspiro agotado, pidió una habitación. El recepcionista lo miró de reojo, claramente desconfiando de la situación, pero no dijo nada y le entregó la llave.
Subir las escaleras fue una tortura, pero finalmente llegó a la habitación. Ansel dejó caer al tipo en la cama con un resoplido y lo cubrió con una manta. Se quedó observando el rostro del chico por un momento. A pesar del desastre de la noche, algo en la desesperación del desconocido resonaba en él. Ese sentimiento de haberlo perdido todo, de estar solo en medio de un abismo de emociones desbordadas. Aunque el tipo había sido un infiel, esperaba que lo que dijo fuese verdad, después de todo, tal como dicen, los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.
—Al menos tú tuviste a alguien a quien besar —susurró Ansel con amargura, limpiándose una vez más la boca como si pudiera borrar por completo el beso forzado.
Caminó hacia la ventana, observando las luces de la ciudad mientras la mente se le llenaba de pensamientos sobre Emmett. No importaba cuánto lo intentara, no podía evitar pensar en él. A pesar de todo lo que había pasado esa noche, seguía deseando estar en los brazos de Emmett, aunque solo fuera un sueño.
—Idiota —se murmuró a sí mismo—. Siempre vuelves a lo mismo, Ansel.
Antes de comenzar a sentirse completamente miserable, un alboroto a sus espaldas lo hizo girar. El borracho intentaba ponerse de pie, llorando y mirando a su alrededor hasta que sus ojos se encontraron con los de Ansel.
—¿Leo? ¿Dónde está Leo? —murmuró mientras caminaba torpemente hacia él—. ¡Tú! ¡Tú eres el bastardo con el que se quiere ir por venganza! ¡Maldito, devuélveme a mi Leo!
Ansel casi estalla en carcajadas por lo absurdo de la situación. Observó cómo el hombre caminaba con pasos tambaleantes y tropezaba con la alfombra. Su cabello rubio estaba desordenado y las lágrimas hacían que su rostro luciera aún más desfigurado. El desconocido se arrastró hacia él y abrazó su pierna con fuerza.
—No te lo lleves, por favor. Leo es todo para mí, es mi esposito.
—¿Qué? ¿Esposito? —Ansel se agachó y le dio una palmada, no muy suave, en la espalda—. Pensé que yo era patético, pero tú me ganas en este momento.
A pesar de sus palabras de burla, no pudo evitar sentir una punzada de tristeza. Al menos ese borracho aún tenía la posibilidad de recuperar a la persona que amaba. Muy probablemente, Leo lo perdonaría si le explicaba bien la situación. En cambio, él no tenía la menor oportunidad con Emmett. Por un breve instante, sintió un toque de envidia hacia Leo.
Él también deseaba a alguien que lo amara con la misma intensidad, que llorara por él, que lo cuidara y lo llamara con apodos ridículamente cariñosos. Pero sabía que la persona de la que estaba enamorado jamás haría eso por él. No dudaba de que Emmett fuera capaz de ser afectuoso, pero ese afecto no sería para él.
Ansel sacudió la cabeza, intentando deshacerse de esos pensamientos. Agarró al desconocido por los hombros y lo ayudó a ponerse de pie.
—Ven, vamos a darte una ducha fría para que se te pase la borrachera.
Solo habían dado cinco pasos cuando el borracho vomitó todo su estómago sobre la ropa de Ansel.
—Esto tiene que ser una maldita broma —Ansel cerró los ojos, apretando los labios con impotencia—. Vaya día de mierda. ¿Sabes qué? Quédate con tu vómito, yo me voy a bañar.
Dejó al borracho en el suelo y se dirigió a la regadera. Había planeado irse tan pronto como el tipo estuviera sobrio, pero ahora parecía que tendría que quedarse para que le pagara la noche de hotel y la lavandería. El idiota lo había besado sin su consentimiento y, para colmo, lo había vomitado. No era tan generoso como para dejar que se fuera sin pagar.
Cuando Ansel despertó al día siguiente, se estiró y se incorporó en la cama, aún somnoliento. Sin embargo, en cuanto vio al desconocido sentado frente a la cama, con la mirada fija en él, casi gritó del susto e, instintivamente, se cubrió con las sábanas.
—¿Qué demonios? ¡Vas a matarme de un susto! Pensé que eras un fantasma o algo así —Ansel llevó una mano al pecho, tratando de calmar su acelerado corazón—. Este tipo tiene un problema, definitivamente.
—Lo siento, no fue mi intención —respondió el desconocido, bajando la mirada mientras jugueteaba nerviosamente con sus manos—. No sé qué pasó ayer entre nosotros, pero quiero decirte que amo a otra persona. Lo siento, no puedo corresponder tus sentimientos.
Ansel guardó silencio por unos segundos antes de dejarse caer sobre el colchón, riendo a carcajadas hasta que su estómago dolió.
—Realmente eres un idiota —dijo entre risas, sujetándose el abdomen—. ¿Cómo llegaste a esa conclusión?
—Bueno, yo... —El desconocido movió las manos con más nerviosismo, y sus orejas se tiñeron de un rojo brillante, al igual que su rostro, cubierto de pequeñas pecas castañas que le daban un aspecto realmente tierno—. Te vi en la cama, y yo no tenía camisa, así que pensé...
—Ayer pensé que eras un idiota solo porque estabas borracho, pero ahora veo que lo eres siempre —Ansel salió de las sábanas, se colocó el albornoz, y se sentó en el borde de la cama, cruzando sus piernas y brazos—. Dime, ¿cómo te llamas?
—Soy Evan Leduc.
—Bien, Evan Leduc, me debes el dinero del hotel, lo de la lavandería y una compensación por vomitarme encima —Ansel extendió la mano, esperando el pago. Evan miró de su rostro a su mano varias veces antes de buscar en su cartera y darle dinero—. Perfecto, esto es más que suficiente.
—Gracias, no sé qué ocurrió ayer, pero te agradezco que no me dejaras tirado en la calle —dijo Evan con una sonrisa amable.
—Estuve a punto de dejarte ahí, pero escuchar que llorabas por Leo me conmovió un poco —Ansel se puso de pie y caminó hacia él, colocando una mano sobre su hombro—. Tranquilo, si le explicas, estoy seguro de que te entenderá.
—¿Estaba llorando? —Evan cubrió su rostro con las manos, abrumado por la vergüenza—. Dios, qué patético me vi.
—Eh, algo así. Pero estás enamorado, supongo que todos nos volvemos patéticos por amor —Ansel regresó a su lugar, soltando un suspiro. Él también se sentía patético—. Aunque, le fuiste infiel, y eso no se perdona tan fácil.
Evan alzó la mirada, con los ojos llenos de lágrimas contenidas.
—Te juro que no soy de esos hombres —Ansel casi rodó los ojos. Evan lo había besado, ¿cómo iba a confiar en su palabra?
—¿Entonces? Dijiste algo sobre que estabas borracho.
—Sí... Le reclamé a Leo porque no me contó que había sido aceptado en una universidad en el extranjero. Le grité muchas cosas y dije otras de las que me arrepiento. Me fui sin darle oportunidad de explicarse. Después, cuando comprendí que estaba equivocado, lo llamé, pero no respondió. Entonces me encontré con alguien que me ofreció una bebida, y bueno, el resto es historia —sonrió con desgana al recordar el rostro lloroso de Leo—. ¿Por qué te interesa saber mi historia?
Ansel bajó la mirada. Sí, ¿por qué le interesaba? Tal vez porque al escucharla sentía que no era tan miserable después de todo. Al menos, él todavía contaba con la amistad de Emmett.
—Supongo que también tengo una vida amorosa patética. Tal vez solo estaba buscando a alguien en la misma situación para compartir mis penas —Ansel fijó la vista en el suelo. Evan pudo notar la tristeza reflejada en esos ojos ámbar, tan hermosos—. Me enamoré de mi mejor amigo, pero el idiota está interesado en alguien más. Aun así, permití que nuestra relación fuera más allá de una simple amistad. ¿Soy un tonto, verdad? Y ahora, menos puedo deshacerme de lo que siento por él.
Ambos se quedaron en silencio, sintiéndose más miserables que nunca. Eran solo un par de desconocidos compartiendo sus desdichas amorosas, pero para Ansel, eso era lo mejor. Hablar con sus amigos sería aún peor; no quería que lo miraran con lástima cada vez que lo vieran. Y Evan probablemente nunca volvería a aparecer en su vida, así que no se sentía tan estúpido al abrirse con él.