está es la historia de Betty una jovencita luchadora , positiva y humilde; que sin querer atrae la atención de un hombre que es lo opuesto a Betty.
Antoni Santino un hombre con cicatrices del pasado ,desconfiado y cerrado al amor.
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Capítulo 8: La Noche Inolvidable
La noche era alucinante, se miraron, se sentía como si estuvieran ellos dos solos en la pista de baile. Suena de fondo la canción move your body de sia y Betty empieza a mover de manera sexi sus caderas,frotándose sobre el cuerpo de Antoni.
🎶 🎶 🎶 🎶 🎶 🎶
Poetry in your body
You got it in every way
And can't you see? It's you I'm watching
I am hot for you in every way
And turn around, let me see you
Wanna free you with my rhythm
I know you can't get enough
When I turn up with my rhythm
Your body's poetry, speak to me
Won't you let me be your rhythm tonight?
(Move your body, move your body)
I wanna be your muse, use my music
And let me be your rhythm tonight
(Move your body, move your body)
Your body's poetry, speak to me
Won't you let me be your rhythm tonight?
(Move your body, move your body)
I wanna be your muse, use my music
And let me be your rhythm tonight
(Move your body, move your body)
Oh-oh-oh, oh-oh-oh, oh, oh
Oh-oh-oh, oh-oh-oh, oh, oh
Oh-oh-oh, oh-oh-oh, oh, oh
Oh-oh-oh, oh-oh-oh, oh, oh
🎶 🎶 🎶 🎶
Antoni no aguanta más y la besa de manera posesiva,hasta que quedan sin aire ,se aleja un poco para ver sus ojos y vuelve a besarla con pasión.
Betty nunca imaginó que la noche tomaría ese giro. Todo había comenzado como una simple salida con amigos, una celebración de su nuevo yo, de su confianza recién descubierta. Sin embargo, ahora estaba aquí, en los brazos de Antoni, un hombre que jamás habría soñado tener tan cerca, mucho menos en una situación tan íntima.
Cuando Antoni la besó por primera vez en la pista de baile, fue como si una corriente eléctrica recorriera su cuerpo. La música, el ambiente, la manera en que sus cuerpos se sincronizaban con el ritmo... todo se combinó en un frenesí de sensaciones que la llevaron a un lugar desconocido, pero maravillosamente emocionante. Nunca antes había experimentado algo así, una conexión tan profunda y abrumadora.
El recorrido desde la discoteca hasta el apartamento de Antoni se había sentido como un sueño, uno en el que no podía creer que estaba inmersa.Ahora, de pie en medio de la lujosa sala de estar del apartamento de Antoni, Betty intentaba procesar lo que estaba sucediendo. El beso que le había dado en el carro la dejó sin aliento, y cuando la tomó de la mano y la llevó hacia el ascensor, supo que estaban cruzando una línea. Pero en lugar de detenerse, decidió seguir adelante. Por primera vez en su vida, quería saber qué se sentía vivir una experiencia completa, sin reservas ni miedos.
Antoni no podía apartar los ojos de ella. La manera en que Betty había movido su cuerpo en la pista de baile, la forma en que había respondido a sus besos, todo en ella lo tenía fascinado. No era solo su belleza, que esa noche resplandecía más que nunca; era su autenticidad, su vulnerabilidad y la fuerza que estaba descubriendo en sí misma. Había algo en Betty que lo atraía de una manera que ninguna otra mujer había logrado.
La llevó en brazos hacia su habitación, sintiendo el calor de su cuerpo contra el suyo, el aroma suave y dulce de su perfume envolviéndolo. Cuando llegaron a la cama, Antoni la depositó suavemente sobre las sábanas, y se inclinó para besarla nuevamente, pero esta vez, sintió la ligera rigidez en su cuerpo. Betty estaba nerviosa, y eso lo detuvo.
—Betty —murmuró contra sus labios dulcemente, retirándose un poco para mirarla a los ojos—, ¿qué pasa? ¿Estás bien?
Betty respiró hondo, tratando de encontrar las palabras adecuadas. No quería que él pensara que no lo deseaba, porque eso no podía estar más lejos de la verdad. Pero había una verdad innegable que no podía seguir ocultando.
—Antoni, yo... nunca he hecho esto antes —admitió, sintiendo el rubor en sus mejillas—. Nunca he estado con un hombre de esta manera.
El silencio que siguió a su confesión fue ensordecedor. Betty se mordió el labio, temiendo la reacción de Antoni. ¿Pensaría que era tonta o inexperta? ¿La rechazaría ahora que sabía que no tenía la misma experiencia que él?
Pero los ojos de Antoni no mostraban ni burla ni decepción. Por el contrario, había una suavidad en su mirada que Betty no había visto antes.
—Nena, no tienes que preocuparte por nada —le dijo con una ternura que la sorprendió—. Si no estás lista, no vamos a hacer nada que no quieras. No quiero que te sientas presionada.
Betty parpadeó, sorprendida por su consideración. Antoni, el hombre que había pensado era solo un conquistador, estaba mostrando un lado completamente diferente. Un lado que era protector, cariñoso, y lo más importante, respetuoso.
—No es que no quiera —dijo ella rápidamente, sintiendo que debía aclarar sus sentimientos—. Es solo que... está es mi primera vez.
Antoni sonrió, esa sonrisa que hacía que sus ojos brillaran y que a Betty se le acelerara el corazón.
—Está bien, nena. Vamos a tomarlo con calma —le aseguró, acariciando suavemente su mejilla—. No hay prisa. Solo quiero estar contigo, y que te sientas cómoda.
Betty asintió, sintiendo que parte de su nerviosismo se disipaba con sus palabras. Sabía que estaba entrando en un territorio desconocido, pero también sabía que confiaba en Antoni, algo que jamás pensó que diría.
Antoni la besó de nuevo, esta vez con una delicadeza que la hizo relajarse completamente. Sus labios se movieron sobre los de ella con una suavidad que parecía decirle que todo estaría bien. Se tomó su tiempo, explorando cada rincón de su boca, dejándola acostumbrarse a la sensación de estar tan cerca, tan conectados.
Las manos de Antoni viajaron lentamente por su cuerpo, recorriendo su espalda, sus brazos, como si estuviera memorizando cada curva, cada contorno. Betty se dejó llevar, permitiendo que sus propios dedos se aventuraran a explorar el cuerpo de Antoni, sintiendo los músculos firmes bajo su camisa.
Antoni, notando que Betty se relajaba, se tomó un momento para mirarla a los ojos. Quería asegurarse de que ella estaba bien, que no había miedo en su mirada. Lo que vio lo tranquilizó: Betty lo estaba mirando con una mezcla de deseo y confianza, y eso lo hizo sentirse aún más decidido a hacer de esa noche algo especial para ella.
—Betty, eres hermosa —le susurró, su voz ronca de emoción—. No tienes idea de cuánto te deseo.
Las palabras de Antoni hicieron que Betty sintiera un escalofrío recorrer su espalda. Había algo tan honesto, tan genuino en su declaración, que no pudo evitar sonreír. Por primera vez en su vida, se sentía verdaderamente deseada, y esa sensación era intoxicante.
Antoni la besó nuevamente, pero esta vez con más pasión, con más urgencia. Betty respondió con igual intensidad, sus cuerpos moviéndose al unísono, una danza íntima que parecía haber sido ensayada miles de veces antes. Todo en ese momento se sentía perfecto, como si fueran las piezas que faltaban en el rompecabezas del otro.
Sin embargo, mientras las cosas comenzaban a intensificarse, Antoni se detuvo. Sabía que podía continuar, que Betty no se opondría, pero había algo en su interior que le decía que debía tomarse las cosas con calma. No quería que su primera vez fuera impulsiva o precipitada. Quería que fuera especial, memorable.
—¿Estás bien? —preguntó Betty, confundida por la pausa.
Antoni sonrió, acariciando su mejilla nuevamente.
—Sí, estoy bien. Solo quiero asegurarme de que tú también lo estés. Que estés completamente segura de esto.
Betty lo miró a los ojos, viendo la sinceridad en su mirada. En ese momento, supo que podía confiar en él, que Antoni no era el hombre frívolo y superficial que aparentaba ser. Había mucho más debajo de esa fachada, y ella estaba empezando a descubrirlo.
—Estoy segura, Antoni —respondió con firmeza, sorprendida por la seguridad en su propia voz—. Quiero esto. Quiero estar contigo.
Antoni no necesitó más palabras. La besó con una pasión renovada, y esta vez, no hubo más dudas, no hubo más pausas. Lo que siguió fue una noche llena de descubrimientos, de conexión profunda, de sensaciones que Betty jamás había imaginado.
Fue un acto de entrega mutua, donde cada caricia, cada beso, cada susurro, fue una promesa de lo que podría ser si ambos estaban dispuestos a dejar atrás sus miedos y entregarse por completo.
Cuando la noche finalmente llegó a su fin y la oscuridad dio paso a la luz del amanecer, Antoni ya no estaba en la cama, Betty se sintió triste por qué esperaba que por lo menos amanecieran juntos, con sus cuerpos entrelazados,pero no fue asi. Antoni había salido temprano, le había dejado una nota "gracias por la agradable noche" y le dejo unos billete.Betty No entendió este acto de Antoni *ella pensó que le estaba pagando por la noche*. Lo que sucedido esa noche cambiaría las cosas para siempre.
Antoni, por su parte, salió rápidamente del apartamento,no podía dejar que ella pensara que iba a suceder algo más entre ellos.Sabía que algo dentro de él había cambiado esa noche. Ya no podía ver a Betty como solo una mujer más en su vida y le dió miedo , por eso se alejo de ella esa mañana. Había algo especial en ella, algo que lo hacía querer ser diferente, mejor. Pero también sabía que sus demonios no se habían ido, que el miedo seguía ahí, acechando. No estaba seguro de si estaba listo para dejar entrar a alguien en su vida de esa manera,por eso se alejo lo más rápido posible de ella, para que no creciera ese sentimiento y seguir con su vida como si nada.
Con ese pensamiento, cerró los ojos , tomo una botella de whisky y un vaso del bar privado de la mansión de sus padres. Hasta que ya era de noche nuevamente permitiendole dormir, sabiendo que el mañana traería nuevas decisiones, nuevos retos, pero también la posibilidad de un nuevo comienzo. Pero lo que le deparaba el día siguiente cambiaría todo.