Amor De Manicomio

Capítulo 8

Un inolvidable primer encuentro

Keyler seguía pensando que estaba en un sueño tan vívido donde sentía a su amada a plenitud entre sus brazos. Ver como ella correspondía a su afecto le hacía sentir que la estaba alucinando, llevado por la pasión del momento y la emoción que tenía de saber que ella al fin lo deseaba, la levantó por su cintura sentándola ahorcajada sobre sus piernas sin dejar de mover sus caderas en vaivén friccionándola hacia su propio cuerpo.

Las manos del muchacho recorrían su cuerpo con lascivia, apretando sus glúteos, deslizando sus manos por su espalda, apretando sus caderas y volviendo hasta sus pechos. El hombre había notado su cuerpo mucho más voluminoso que antes, pero no le dio importancia, en su mente sólo pasaba que su amor estaba de vuelta. Estaba eufórico y muy excitado.

Se deshizo de la camisa de la joven y observó lo grande que estaban sus atributos, los cuales besó con desespero haciendo que Laura soltase algunos gemidos de placer y ésto llevaba a Keyler a la gloria, ya que en las pocas veces en las que estuvo junto a su adorada Monique nunca sintió que ella lo había disfrutado tanto como esta noche. Motivo que lo hizo recapacitar, se frenó de inmediato y acarició su rostro, esta vez estaba seco, no había lágrimas descendiendo de sus mejillas, sus manos ya no lo empujaban inconscientemente lejos de su cuerpo, al contrario, se entrelazaban alrededor de su cuello.

¿Qué estaba pasando? ¿Por qué ese cambio? ¿De verdad era ella? ¿Le había llegado el amor que tanto anhelaba que le tuviera?

Muchas preguntas se formulaban en la alocada cabeza este hombre, haciéndolo sentir cada vez más confundido y temeroso de estar con ella. Él siempre fue gentil, siempre la trató con delicadeza, pero eso no hacía que ella dejase de mostrarle rechazo y ahora que se dejó llevar del deseo, apretándola a su cuerpo y estrujándola sin compasión sentía como si realmente ella lo estuviese disfrutando y esto no cabía en su cabeza.

—¿Por qué no estás llorando? —pregunta confundido

—No pares... Hazme tuya —respondió Laura extasiada por el placer que recibía de ese hombre apenas con el roce de sus manos sobre su cuerpo.

Keyler no se hizo esperar, la besó con vehemencia a pesar de que seguía pensando en que algo no andaba bien con ella, la apretó más hacia su cuerpo y en un momento ya se estaban despojando del resto de la ropa, mientras que mantenía la sensación de que era un sueño o que ésta era una despedida de parte de ella y odiaba la idea de tenerla lejos, no quería soltarla, pagaría encantado cien cadenas perpetuas si esa mujer permaneciera a su lado.

Siguió besando su cuerpo entero, aferrándose a ella haciéndole saber cuanto la deseaba, mordió su cuello susurrándole al oído lo mucho que la amaba.

Laura sabía que la confundía con alguien más, que debido a la fiebre estaba alucinando cosas indebidas, pero no quería parar eso porque para ella era real. Lo estaba disfrutando como en todo este tiempo jamás había disfrutado de un buen sexo a pesar de que ese nombre por el cual él la llamó no dejaba de dar vueltas en su cabeza.

Sentir como ese hombre se devoraba sus pliegues la hacía delirar, sus besos, mordidas y chupetones sobre el área de su vientre la hacían erguir su espalda exigiendo más. Mientras que él disfrutaba de todos sus fluidos con tanto deseo y fervor que no quería sacar su cabeza de su entrepierna ni por un segundo. Los múltiples gemidos y gritos ahogados de Laura eran como música para sus oídos, lo que le había suplicado por meses que se dejase llevar y que pudiera disfrutar junto a él de esos maravillosos encuentros, justo esa noche se lo estaba concediendo.

¿Por qué nunca lo sentí así? —se preguntaba Keyler para sus adentros—. ¿Por qué siempre tuve la sensación de que le repugnaba mi tacto si no hacía más que amarla y respetarla?

Yo la cuidé como a nadie.

¿Por qué se fue?

Laura notó que su rostro se quedó congelado con una expresión de confusión y lo atrajo hacia ella para besarlo, lo acarició tanto como pudo hasta que él decidió continuar con lo que venía haciendo desde hace un rato.

Introdujo dos de sus dedos en ella y observaba como eso le encantaba y siguió haciéndolo con delicadeza mientras que sintió como la tibia mano de su compañera envolvió su masculinidad en un movimiento suave de arriba a abajo, cerró sus ojos y suspiró profundo, su pecho latía fuerte, no aguantaba tanto placer, la fiebre había desaparecido hace mucho debido a la cantidad de sudor que emanaba de su cuerpo.

También era primera vez que ella se motivaba a tocarlo y lo sintió tan bien que no quería abrir sus ojos para no arruinarlo, se repetía a sí mismo en un murmullo audible para la chica que esto era real, que no la estaba soñando y Laura lo besó lento.

—Abre los ojos, estoy aquí —susurró sobre sus labios— Es real y quiero que me mires mientras me haces el amor.

Apretó su cabello con una mano y con la otra sostenía el hombro de aquel muchacho, se sentó sobre sus piernas dándole paso a la unión de sus cuerpos, mientras que llevaba sus pechos a la boca de su compañero.

—Estoy muerto —comentó Keyler— Tú me llevas al cielo al mismo tiempo en que quemas en tu infierno. Te estoy alucinando mujer, esto es el paraíso.

El vaivén de sus caderas lo enloquece al punto de querer tomar el control. Decidió poseerla de espalda, colocando ambas manos en sus caderas apretando con fuerza, ver esa imagen con la escasa luz que se colaba por la rendija de la puerta le hacía perder el control, comenzó a darle fuertes embestidas cada vez más rápidas y feroces, sentía que estaba dando todo de sí, mientras escuchaba a su dulce Monique pedirle más.

Esto era su sueño hecho realidad así que no dudó un segundo en complacerla, tan solo le pidió que volteara a verlo a sus ojos y esa mirada, ese brillo en sus ojos llenos de lujuria y deseo le hizo perder la poca cordura que conservaba en ese momento dándole tan fuerte como jamás se imaginó que podía hacerlo y la cara de satisfacción que le regalaba esa mujer era su mayor inspiración, dejándole marcada sus manos en las caderas debido a lo fuerte de su agarre y haciendo un sonido seco en cada estocada hasta que terminó, sintiendo como se derramaba sobre ella y a su vez como ella lo hacía también.

Se quedó desconcertado, nunca antes le había proporcionado un orgasmo a su adorada Monique y no era porque no quisiera, siempre fue tierno con ella y odiaba ver la cara de terror que tenía ella cada vez que él tocaba su cuerpo. Pero hoy, justo está noche sintió como esa mujer había llegado al máximo de su clímax al mismo tiempo que él y esto lo tenía extasiado.

Pensó en que todo habría sido diferente si ella fuera cooperado, pero cayó en un repentino estado de depresión y él ni siquiera supo el motivo, no quiso dejar que la ayudara y desde ese entonces todo lo bonito que el se imaginó con ella cambió.

Se tiró sobre el cuerpo de la mujer besando su rostro que se encontraba bañado en sudor.

—Gracias. No sabes cuanto esperé por este momento —le repite a Laura sobre sus labios—. Pensé que moriría sin conocer una pizca de placer en tu precioso rostro. No se que te cambió, pero no vuelvas a ser la de antes, ni se te ocurra volver a aislarte.

Comenta y ella solo sonríe.

—Tengo que irme, a mí también me ha gustado mucho. Eres un buen amante.

—No puedes irte —suplica sintiéndose aterrado por dentro— Por favor, es primera vez que te veo disfrutarlo, déjame hacerte mía toda la noche.

—No puedo—responde con una sonrisa satisfecha— si nos ven aquí en esta situación estaremos en serios problemas, créeme.

—Por favor —susurra en su oído— Solo quiero volver a hacerte el amor, prometo que seré gentil.

—Vendré a verte luego, lo prometo —comenta ella y comienza a recoger su ropa—. Lo mejor es que me vaya ahora antes de que el guardia haga sus rondas.

El muchacho no deja que se coloque su ropa, la toma de espalda sobre la mesa y comienza a galopar de nuevo encima de ella sin compasión, Laura se sentía incapaz de negarse, también lo disfrutaba. Era rudo y salvaje, pero a su vez tierno y delicado. Repartía besos y caricias en el lugar indicado y en el momento más preciso, parecía que tenía un manual de como y donde tocar y besar a una mujer en el momento ideal.

De nuevo el sonido del choque de sus pieles invadía la sala y los gemidos una vez más se hicieron presentes. Ella sentía que sus piernas temblaban y no era precisamente por su gran tamaño, pues sus atributos no eran los más grandes que había visto, tenía un tamaño promedio, pero lo que la ponía a temblar entera era el voltaje que ese hombre le daba. Su motor revolucionaba mil veces mejor que el de un maquinón y ésto la hacía alucinar, el placer que le producía, la agilidad y destreza de sus caderas era algo que no podía comparar con nadie más, mientras que él no le daba importancia al cansancio de su cuerpo. Seguía arremetiendo contra ella como si se le fuera la vida en eso.

Una vez más terminaron casi al mismo tiempo, él cayó abatido sobre su pecho que subía y bajaba con desespero, para luego salir de ella lentamente.

Sin decir una sola palabra más, ambos se colocaron sus prendas de vestir, ella se acomodó su cabello y abrió la puerta.

Keyler se acercó y volvió a besarla, esta vez a lo posesivo.

—Te veo mañana —exclamó con su voz entrecortada — ¡Es una cita!

Él la miró fijamente y volvió a besarla como si fuera la última vez.

—Entonces te espero —respondió con voz seductora y una ligera sonrisa satisfecha en su rostro y se quedó mirando como ella se marchó nuevamente cerrando la puerta con llaves.

Esas palabras que soltó Laura antes de salir dejaron eufórico al hombre que por un instante creyó que lo había soñado, pero la esperanza de volver a verla le hizo recobrar la alegría en su pecho.

"Me ama, el amor de mi vida si me ama"

Pensó y se dejó caer de espalda al piso envuelto en esas sábanas blancas que conservaban el olor de su piel.