Cayleen, una chica dulce, pura y con un corazón muy bueno, se ve obligada a casarse con un príncipe testarudo, narcisista, que la tratará muy mal, pero ella deberá mantener la promesa que su padre le hizo al Rey
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Cap. 8 Acepto tu promesa.
Entró a la habitación de la princesa y allí estaba sentada junto a la ventana con una fotografía de su padre en sus manos y las lágrimas rodaban por sus mejillas.
—C.. Cayleen.. pronunció el príncipe. —Un poco avergonzado.
—Su alteza, que hace aquí—dijo Cayleen asombrada dejando la fotografía en su cama y limpiando sus lágrimas.
—Yo vine... —el príncipe no pudo hablar.
—No fue usted el que dijo que tenía que tocar la puerta? —preguntó furiosa.
—Lo siento, no vine a pelear Cayleen. —dijo acercándose a ella y tomando sus manos.
Cayleen lo miró asombrada.
—Siéntese aquí, —dijo el príncipe sentándola en la pequeña sala de la habitación y agarrando su mano, para quitarle la venda.
—Que cree que hace? —preguntó asombrada.
—Por qué no dejaste que te desinfectaran la herida?. —preguntó ignorando la pregunta anterior.
—No era necesario, estoy bien. —respondió fríamente.
—Claro que lo es mira como se puso esto. —dijo mientras ponía el desinfectante.
—Está bien, es solo una pequeña herida. —aun estaba muy asombrada, no podía creer que el fuera el príncipe de hace un momento.
—Esto arderá un poco.. —dijo el príncipe mientras limpiaba la herida con gasas y alcohol.
—Auch!! —dijo Cayleen intentando quitar su mano, pero el príncipe la agarra y comienza a soplar con sus rosados labios.
—Por qué hace esto, su alteza? —pregunta Cayleen mientras lo observaba fijamente, cuando el levanta su mirada también la mira fijamente, los claros ojos de Cayleen lo dejaban perdidamente hipnotizado.
—Fue mi culpa que te lastimaras así. —dijo con un poco de vergüenza y culpa.
—Pero antes no le importó. —dijo Cayleen mirándolo muy extraño.
—Acepto mis errores Cayleen, y por eso pido disculpas, no sabía lo de tu padre, aún así son las consecuencias de tus actos.
—Su alteza... créame que si tuviera otra elección no estaría causándole este pesar.
Ahí el principe empezó a pensar y se daba cuenta de que había algo en ella que le atraía a él, al sentir esa extraña sensación le suelta la mano rápidamente y llama a Caroline.
—Caroline! Caroline!, —grita muy fuerte.
—Que necesita su alteza? —Caroline llega inmediatamente.
—Envuelve su herida bien, y trae su comida, yo iré a descansar. —ordena sin regresar a mirar a Cayleen.
—Si su alteza! —responde Caroline haciendo la reverencia.
Al decir esto el príncipe sale rápidamente de la habitación como cualquier fugitivo huyendo del peligro, ni siquiera se despidió de Cayleen, su comportamiento fue muy muy extraño.
Cayleen observa esto y sonríe, pues se daba cuenta de que en el fondo el príncipe era bueno, y se sentía culpable, pensó en que talves ahora solo estaba enojado por que su padre el Rey no pidió su consentimiento para el matrimonio y fue muy repentina la decisión, pero sabía que podía lograr cambiarlo y no era algo imposible.
—El príncipe.. estaba curándola? —Caroline preguntó curiosa.
—Si —pronunció Cayleen sonriendo.
—Mm y eso la hace muy feliz su alteza.
—No, solo.. —respondió nerviosa quitando su sonrisa.
Caroline sonríe.
—Esque siento que si a él principe se le pasa la ira que tiene con su padre y conmigo, el rey y el estarán bien, como padre e hijo que son, y yo tengo la esperanza de por lo menos llegar a ser amiga del principe, se que no nos vamos a casar porque exista algún amor de por medio pero aún así quiero llegar a ser amigos por lo menos.
—Es usted muy dulce princesa, me alegra tenerla en este palacio y cuidar de usted.
—Gracias Caroline, te aseguro que serás muy bien recompensada
—Su alteza, verá que todo mejorará, el príncipe es bueno, talvez... desde que murió su madre él se convirtió así, pero no es malo, y nunca lo ha sido, estos días solo está enojado con el Rey pero se le pasará, usted sabe el rey siempre lo ha consentido y ahora no le permite tomar una decisión ese es el resentimiento del principe
—Lo sé Caroline, créeme que aunque no conozca bien a esta familia, puedo darme cuenta de muchas cosas.
La noche estaba tranquila, con una brisa suave y cálida, el viento hablaba un poco con pequeños murmuros, y las flores reían entre ellas en aquel jardín, el príncipe pensaba y pensaba desde aquel balcón de su habitación mientras observaba el precioso jardín, los pensamientos bailaban y saltaban en su cabeza, pero todos se centraban en la belleza de Cayleen, en la ternura, en la dulzura y en la amabilidad que tenia, pero al mismo tiempo a pesar de sus pensamientos se convencía en los sentimientos de su corazón, del odio, irá o talvez hasta envidia que estaba llenando su corazón hacia ella, aunque también se sentía culpable, o talvez eso era lo que no lo dejaba tranquilo, pensaba y se preguntaba por qué ella es buena? desearía que no lo fuera, así fuese más fácil todo, se agarraba la cabeza de frustración, pero claro hizo caso a sus resentimientos y de tanto pensar en ese entonces le llegó una idea a la cabeza.
Sonrió y fue a buscar al Rey quien se encontraba en su sala de descanso y nadie podía molestarlo.
—Su alteza, mencionó Carlos el sirviente, su majestad se encuentra descansado, nadie puede interrumpirlo a esta hora de la noche.
—Es mi padre y tengo algo importante que decirle, es una orden Carlos.
El Rey al escuchar la voz del príncipe se levantó rápidamente
—Que desea el príncipe a esta hora? —dijo saliendo de la habitación.
—Aceptaré la promesa del Rey, me casaré con esa muchacha y tomaré el trono.
El Rey quedó asombrado por la repentina decisión, pero al mismo tiempo feliz de que la haya aceptado y entonces preguntó.
—Que le trajo al príncipe a aceptar mi promesa?.
—Lo importante es la decisión, no es así su majestad?.
—Claro que si hijo mío, hablaremos de esto mañana ve a descansar.
—Buenas noches su majestad —dijo Felipe retirándose con una reverencia.
—Su majestad, disculpe mi atrevimiento, pero le convence la decisión del príncipe? —preguntó Carlos dudoso, pues al vivir tantos años con Felipe sabía que algo tramaba.
—Claro que no Carlos, también me pregunto que estará tramando ahora, quiero que desde ahora lo mantengas muy vigilado.
—Será así su majestad, buenas noches.