"Morí traicionada por el hombre que debía amarme... y por la sangre de mi propia hermana."
En su vida pasada, Aelina Valemont, Reina de Thalair, fue humillada y asesinada por su esposo, el Príncipe Heredero, y por su hermana. Sus padres también fueron ejecutados bajo falsas acusaciones.
En su último suspiro, Aelina juró venganza.
Ahora, ha despertado en su cuerpo de 16 años. El día de su boda con el príncipe cruel se acerca... pero esta vez, el destino cambiará.
En el altar, rechaza públicamente al príncipe.
Sabe que ha firmado su sentencia. Su familia sigue en peligro. Y sola, no podrá vencer a un enemigo tan poderoso.
Por eso comienza a buscar aliados. Hombres fuertes, peligrosos, capaces de cambiar el curso del reino. Pero lo que empieza como un plan frío, se transforma en una red de emociones que no podrá controlar:
Un caballero leal.
Un archimago distante.
Un noble rebelde
Un asesino en las sombras.
Un príncipe extranjero con su propia agenda.
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La reina sin corona
El amanecer llegó frío y pesado, como si el cielo mismo presintiera lo que iba a ocurrir.
Las campanas del Palacio resonaban sobre toda la ciudad, cada toque un recordatorio:
El juicio de los Valemont había llegado.
Aelina se miró al espejo.
Hoy no vestiría como una joven noble. Hoy sería una reina sin corona.
Eligió un vestido de un rojo tan oscuro que rozaba el negro; el cuello alto, las mangas largas, el tejido cayendo como un manto de autoridad. Recogió su cabello en un moño impecable, y delineó sus ojos como cuchillas.
No habría fragilidad que mostrar.
Lucas apareció en el umbral, su armadura de gala reflejando la tenue luz de la mañana.
Su rostro estaba tenso.
—Mi lady… el Consejo Judicial os espera. —Hizo una pausa—. Vuestros padres están en los calabozos. No han sido heridos, pero…
Aelina colocó una mano suave, pero firme, sobre su brazo.
—Hoy… los sacaré de allí, Lucas. Lo juro.
Él asintió con un nudo en la garganta.
—Os protegeré con mi vida.
"Y yo protegeré tu corazón, Lucas… aunque eso signifique romperlo."
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El Gran Salón de Justicia rebosaba de murmullos y miradas inquisitivas.
Entre la multitud de lores y damas, los jueces se erguían como estatuas, fríos y distantes.
Aelina avanzó por el pasillo central, cada paso firme, el eco resonando como un desafío. Lucas la seguía a poca distancia, su sola presencia un muro protector.
En el trono, Darius la esperaba. Su sonrisa tenía filo.
—Lady Aelina Valemont. —Su voz llenó la sala—. Os enfrentáis a cargos de conspiración, y vuestras pruebas son débiles. ¿Queréis decir vuestras últimas palabras… antes de perder vuestro título y vuestra familia?
Un murmullo serpenteó entre los presentes.
Aelina inhaló despacio.
—Sí, alteza. Deseo hablar. Pero antes… quiero presentar nuevas pruebas.
Un ligero desconcierto recorrió el estrado de jueces.
Darius entornó los ojos.
—¿Qué pruebas?
En ese momento, Aurelian apareció en el umbral. Su capa se movía con cada paso medido.
En sus manos, un pequeño cofre negro.
Se inclinó ante Aelina con un gesto casi teatral.
—Lady Aelina… como os prometí, traigo la verdad que duerme en las sombras.
Ella abrió el cofre. Dentro, un espejo encantado que parecía guardar un susurro atrapado.
Aurelian alzó la voz para que todos oyeran:
—Este artefacto contiene un registro mágico de una conversación entre Lord Marvian y el príncipe heredero. En él, Lord Marvian admite que los cargos contra los Valemont fueron fabricados.
La sala estalló. Los murmullos se convirtieron en exclamaciones.
Darius se incorporó de golpe.
—¡Eso es inadmisible! ¡Una falsificación!
Aelina se volvió hacia los jueces con calma calculada.
—¿Lo es? Entonces permitid que el Consejo de Magos lo autentique. Si es falso, aceptaremos el castigo. Si es verdadero… pediremos justicia.
Los jueces intercambiaron miradas. No podían negarlo.
Aurelian ladeó una sonrisa.
—¿Os parece justo, alteza?
El silencio de Darius fue respuesta suficiente.
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Mientras los magos trabajaban, Kael Dravenhart la observaba desde su asiento.
Su expresión, habitualmente impenetrable, se suavizó apenas.
"No solo es valiente… es brillante."
Por primera vez, dejó que un destello de respeto —y algo más— asomara en su mirada.
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—El artefacto es auténtico —anunció uno de los magos—. Las palabras fueron pronunciadas tal como se oyen.
El estrado de jueces se llenó de debate apresurado. Finalmente, el juez principal habló:
—El juicio se suspende. Los cargos contra Lord y Lady Valemont quedan anulados. La familia será puesta bajo protección del Consejo mientras se investigan los actos del príncipe.
El salón rugió con gritos y exclamaciones.
Lucas exhaló aliviado. Aelina permaneció erguida, aunque por dentro su corazón golpeaba con fuerza.
Al bajar del estrado, él la abrazó breve, casi con temor de romperla.
—Mi lady… lo lograsteis.
—No fue solo mérito mío —susurró ella—. Fue de todos nosotros.
Lucas la miró con un afecto que aún no se atrevía a nombrar.
"No ahora, Lucas… aún no."
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Aurelian apareció a su lado, sonrisa en los labios.
—Os dije que sería útil.
—¿Por qué ayudáis, realmente? —preguntó Aelina, con una ceja arqueada.
El mago inclinó la cabeza.
—Porque sois la única pieza en este tablero que aún me sorprende.
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Kael se acercó, sus pasos resonando con firmeza.
—Me habéis impresionado, Lady Aelina.
—Gracias, duque. Pero la batalla apenas empieza.
—Entonces tal vez necesitéis un aliado que nunca retrocede.
Ella sonrió, midiendo sus palabras.
—¿Ofrecéis vuestra espada?
—Ofrezco mi poder… y mi tiempo.
Por un instante, sus miradas se encontraron en un silencio cargado. No era solo un pacto político. Algo más vibraba bajo la superficie.
Lucas, a unos pasos, lo notó.
"Kael… tú también has caído en su red."
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Ya en sus aposentos, Aelina abrió un nuevo pergamino.
"Has salvado a tus padres… pero yo aún no he terminado contigo."
Firmado: Darius.
Aelina dejó que una sonrisa fría curvara sus labios.
"Perfecto. Persígueme, Darius. Cada paso que des… te acercará a tu caída."
si ya se que hay muchas incoherencias en ciertos capitulos y lo estoy arreglando de a poco.
la verdad que no es muy buena idea hacer varias novelas al mismo tiempo.
Aliado o enemigo...?