LA FARSANTE

Renzo sospecha que la situación en la que se encuentra con su familia es grave, en el momento en el que llega al mostrador de la aerolínea reclamando su boleto y le entregan un pasaje en clase económica, ahora debe andar con aplomo, esta vez más que nunca, necesita que le crean.

Luego de cinco (5) horas de vuelo, Renzo, finalmente está en la entrada de la mansión Costa y derrochando ese carisma propio de quien por años ha estafado a su familia.

—Madre, llegó tu hijo adorado— grita junto con hacer su entrada, abriendo los brazos para llamar la atención de la mujer que se encuentra sentada en el salón, hojeando una revista.

—Cuéntame de tu novia, Renzo— es lo primero que dice en cuanto se ve rodeada por los brazos del menor de sus hijos.

—¿Qué te puedo decir? Es joven, bonita, decente— dice para comenzar a darle una forma abstracta a la novia imaginaria.

—Los Villamizar son de New York— afirma Elena sin darle opción a la duda —¿Ella vive aquí o en Las Vegas?— cuestiona

La seguridad de Renzo se tambalea, solamente le falta que su madre conozca a la familia Villamizar, se maldice por no haber inventado una prometida con un apellido más común.

—Vive aquí, en New York— dice y de inmediato se da cuenta de que ha cometido un segundo gran error.

—Pues quiero conocerla, tráela esta noche para que cene con nosotros— más que una sugerencia parece que le da una orden.

—¿No crees que es muy pronto? nuestra relación apenas está comenzando...— la mujer levanta la mano interrumpiendo sus palabras.

—¿Si? ¿Y ya piensas darle un anillo de compromiso?— dice Fernando quien al entrar escucha parte de las escusas que da el chico —¿No será que esa novia no existe?.

—¿Cómo puedes suponer eso, papá?— responde haciéndose el ofendido —lo que pasa es que en estos momentos está de viaje, pero en cuanto llegue se las presentaré.

—Quiero conocerla y te advierto— dice el padre apuntandolo con el dedo índice —que si no estás engañado y no existe esa mujer, llamaré a mi abogado para desheredarte.

—¡Papá!— exclama con tono de queja.

—Nada— interrumpe Elena —ahora ve a visitar a tu hermano, porque te conviene comenzar a trabajar para ir aprendiendo de él.

—¿Trabajar?— cuestiona.

 —Por supuesto, un hombre casado debe tener responsabilidades. Trabaja con Roberto, que él te enseñará muy bien— dice la madre y el joven no puede evitar poner cara de asco.

Renzo pensaba que sería sencillo sacar una buena tajada de toda esta situación, pero cada vez siente que lo están encerrando más; sin embargo, aún no se da por vencido, aunque tendrá que pensar bien las cosas para no echarlo todo a perder, por lo pronto aprovechará la oportunidad para sacar algo de dinero.

—¿Entonces? ¿Cuándo traerás a Laura?— cuestiona Elena.

—¿A a a Laura?— balbucea el joven, quien ya se había olvidado del nombre que les dió de su falsa novia —mañana, mañana debe llegar de viaje— miente —pero me gustaría que me den un poco de dinero, quiero comprarle unas flores y llevarla a cenar...

Dinorah hoy lleva otro enfoque, sabe que el empleo que necesita únicamente lo puede conseguir en los rincones más opulentos de la ciudad.

Toma el metro hacia Manhattan, con las esperanzas renovadas, va impecablemente vestida; toda su ropa, aunque es catalogada como de alta costura, fue confeccionada por su madre. Comienza recorriendo los cafés y restaurantes de lujo en los distritos más elegantes, porque es consciente de que en esos lugares las propinas fluyen libremente y un camarero diligente puede ganarse bien la vida; así que, con su gracia innata y su porte digno, visita uno a uno.

Cada vez que recibe un No, es un golpe fuerte que siente; no obstante, piensa que este es el camino, porque incluso hay establecimientos donde junto con llegar, le ofrecen una mesa y eso hace que crea que hoy lo logrará, pues parece encajar muy bien en esos lugares; pero la realidad es otra cuando ahi también encuentra obstáculos. "Sin experiencia en hostelería no podemos contratarte", "Necesitamos a alguien con trayectoria probada", le dicen, mirándola con sospecha, como si su elegancia la descalificara para un trabajo exigente y rápido.

Llega al último restaurante que visitará el día de hoy, la anfitriona la confunde un una cliente y rápidamente Dinorah la saca de su error; ella anda buscando empleo, así que la mujer amablemente va a consultarle al gerente. Durante la breve espera, su mirada se cruza con la figura de un hombre sentado en la barra, tiene un porte imponente, alto, cabello oscuro y un color de ojos que desde la distancia no puede descifrar, pero cuando este dirige su vista hacia ella, se instala un frío en su estómago que nunca antes había sentido; sin embargo, esa sensación es rápidamente reemplazada por la decepción de saber que no hay vacantes.

Cabizbaja sigue su camino, el aroma a café gourmet y a perfumes caros hacen que sienta más grande su frustración...

Roberto espera a su hermano en la barra de un restaurante de la Quinta avenida, siente una mirada sobre él y al fijarse, ve a la dueña de los ojos que no puede quitar de su mente; una vez más sus miradas se cruzan, pero la anfitriona se posiciona en su rango de visión y la pierde de vista.

En el estacionamiento del restaurante, Renzo, pone al tanto de todo a su amigo.

—Victor, escucha, tengo que contarte el lío en que estoy metido— dice y comienza a contarle todo lo que ha pasado.

—La tienes dura hermano— responde el amigo.

—Lo peor es que quieren que les lleve mañana a mi novia, dime hermano, ¿Qué hago?—cuestiona tratando de que del otro lado de la línea le den una idea para solucionar el enredo en el que se metió.

—¿Por qué no buscas a una muchacha que finja serlo?— le pregunta, pareciéndole está una solución muy fácil.

—¿Sabes, Victor? Resulta que el apellido que les di es Villamizar y ellos son multimillonarios, así que no puede ser cualquier chica.

—No te preocupes, la adiestras un poco y le ofreces una cantidad de dinero. Así podrás presentársela a tu familia— escucha la recomendación, pero su mirada se va a una hermosa desconocida, que interactúa en la puerta del restaurante con la anfitriona, la mujer es muy hermosa y elegante, la sigue con la mirada y la ve alejarse del lugar.

—Si pero, al menos debo elegir a una chica que tenga aspecto distinguido— continúa hablando, mientras mira en dirección a la puerta donde poco antes estuvo la joven —así que te dejo, ya llegué al sitio donde tengo que reunirme con mi hermano y después debo empezar a buscar a mi prometida— dice en tono de burla...

Dinorah se encuentra caminando sin rumbo, con sus zapatos pulcros y los pies adoloridos, camina ya sin esperanzas hasta un parque, se siente completamente derrotada y desesperada; lejos está de saber que su camino estaba a punto de cruzarse con el de alguien que no veía su desesperación, sino la fachada perfecta para sus planes.