Martina, una joven de 18 años, cree haber encontrado el amor en Sebastián, un hombre cinco años mayor que la deslumbra con su encanto en un concierto de rock. Sin embargo, lo que comienza como un romance apasionado pronto se convierte en una pesadilla. Sebastián resulta ser un manipulador y maltratador que, además de humillarla, la traiciona con su mejor amiga, Nora.
Devastada pero con el apoyo incondicional de su familia, Martina emprende un camino de autodescubrimiento y empoderamiento. Mientras Sebastián y Nora se sumergen en una relación tóxica llena de engaños, Martina renace, aprende a amarse y se reconstruye desde las cenizas. Su mayor venganza no será la ira ni el rencor, sino su felicidad y éxito personal.
Cuando la verdad finalmente sale a la luz y Nora queda embarazada de otro hombre, Sebastián recibe su merecido, quedándose solo y derrotado. Martina, en cambio, encuentra un amor verdadero y aprende que la única validación que necesita es la suya.
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CAPÍTULO XXI
Martina caminaba por las calles de Buenos Aires con la cabeza en alto. Atrás había quedado la joven ingenua que una vez lloró por un amor que no valía la pena. Ahora, cada paso que daba resonaba con firmeza, con seguridad. No tenía miedo. No sentía dudas. Había aprendido que su felicidad no dependía de nadie más que de ella misma.
El proceso no fue fácil. Hubo noches de insomnio, de preguntas sin respuesta, de recuerdos que la atormentaban. Momentos en los que la tristeza volvía a apoderarse de ella, en los que sentía que el dolor la doblaba. Pero en cada caída, su familia estuvo ahí para levantarla. Su madre la abrazaba en los días en que no tenía fuerzas, su hermana la llevaba a pasear cuando necesitaba distraerse, su padre la alentaba a seguir adelante con su futuro. Le recordaban quién era, cuánto valía y lo mucho que tenía por delante. A veces, solo la dejaban llorar, entendiendo que necesitaba soltar el peso de lo vivido. Pero siempre, siempre, la hicieron sentir amada y protegida.
Y luego estaba Tomás. El hombre que llegó a su vida sin pretensiones, sin exigencias, sin engaños. Con él aprendió lo que era el verdadero respeto, el amor sincero, la compañía sin cadenas. No era un amor que la consumiera ni que la hiciera perderse a sí misma. Era un amor que la fortalecía, que la impulsaba a ser mejor sin dejar de ser quien era.
Recordó su primera salida con él. Había sido tímida, aún con cicatrices frescas de su relación con Sebastián. Pero Tomás nunca presionó. La dejó avanzar a su ritmo, la escuchó cuando quiso hablar y respetó sus silencios cuando no pudo. Poco a poco, Martina se permitió confiar de nuevo. Aprendió a diferenciar entre el amor tóxico y el amor genuino. Con él, no había manipulación, ni juegos mentales, ni necesidad de pedir disculpas por cosas que no eran su culpa. Había paz, tranquilidad y confianza.
Fue en una de sus tantas conversaciones con Tomás que se dio cuenta de cuánto había crecido. Una noche, sentados en el parque, él le dijo:
—Sabes, me encanta verte así. Más fuerte. Más segura.
Martina sonrió. Lo era. Había dejado atrás la sumisión, la necesidad de aprobación, el miedo al abandono. Miró el cielo estrellado y sintió paz. Su pasado ya no la atormentaba, no definía su presente. Sebastián, Nora, la traición… todo eso había quedado atrás como un mal sueño. Un recuerdo lejano de una versión de sí misma que ya no existía.
Se enfocó en sus metas con más determinación que nunca. Retomó sus estudios con pasión, se inscribió en cursos que la motivaban, comenzó a hacer ejercicio y a cuidar de su bienestar emocional. Aprendió a disfrutar de su propia compañía. Hubo días en los que salía sola a un café con un libro, noches en las que bailaba en su habitación con la música a todo volumen, mañanas en las que despertaba agradecida por un nuevo día sin cargas del pasado. Su madre la miraba con orgullo, su hermana la admiraba y sus amigos la celebraban. Se había convertido en una mujer que inspiraba a otros.
Un día, sin pensarlo demasiado, decidió donar todas las cosas que le recordaban a Sebastián. Ropa, regalos, cartas… todo se fue. Fue como un ritual de purificación. No necesitaba aferrarse a nada del pasado. Estaba construyendo algo nuevo, algo mejor.
También aprendió a cuidar de su bienestar emocional de manera activa. Se inscribió en terapia, donde habló de todo lo que había vivido, sanando poco a poco las heridas que Sebastián y Nora habían dejado en su vida. Aprendió a poner límites, a reconocer las señales de alerta en las personas y, lo más importante, a quererse a sí misma sin depender de nadie más. Comenzó a escribir un diario donde registraba sus avances, sus emociones, sus logros. Cada página escrita era un testimonio de su transformación.
A veces, en momentos de soledad, se preguntaba qué habría sido de Sebastián. Pero la respuesta ya no le importaba. Lo que él hiciera o dejara de hacer ya no tenía poder sobre ella. Su venganza no era verlo sufrir. Su venganza era su felicidad, su éxito, su plenitud.
Un día, mientras caminaba por el centro de la ciudad, lo vio. Sebastián estaba sentado solo en una cafetería, con la mirada perdida, demacrado. Parecía un hombre derrotado, sin rumbo. Martina sintió una punzada en el pecho, pero no de amor ni de nostalgia. Fue compasión, nada más.
Sonrió para sí misma y siguió caminando. No necesitaba decirle nada, ni buscar un cierre. Su victoria era evidente. Había renacido. Y esta vez, nadie la detendría.
Gracias autora por escribir, compartir esta historia