es mi segunda novela espero y les guste ☺️❤️
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cap 17
El cielo sobre Aeloria estaba en calma.
No había fuego. No había gritos. Solo el sonido del viento moviendo las hojas quemadas… y el eco de un estallido que había llegado más allá de cualquier frontera conocida.
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En el corazón de las tierras del norte, donde el hielo nunca se derrite y los muertos caminan con paso lento, un trono de cristal se agrietó.
Los ojos de una figura encadenada entre columnas de obsidiana se abrieron.
—Ella ha vuelto… —susurró con voz rasposa—. El alma sellada... ha despertado.
Sus cadenas se tensaron.
Un temblor recorrió las cavernas profundas de ese lugar prohibido.
Un susurro cruzó los reinos como un presagio.
“El Rey Durmiente ha sentido el fuego.”
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Mientras tanto, en el Bastión, Lyra y Kael descansaban en una sala improvisada, lejos del campo de batalla. Las heridas visibles de Kael ya habían sido tratadas, pero las cicatrices invisibles… esas aún ardían.
Lyra se sentó a su lado, con una copa de vino entre las manos. Sus dedos temblaban apenas, como si aún no terminara de procesar lo que había pasado.
—Pude haber destruido todo —murmuró.
—Pero no lo hiciste —respondió Kael, con la voz ronca—. Controlaste el fuego. Eso nadie más ha podido hacerlo.
Ella lo miró.
—¿Y si no fue suficiente? ¿Y si esto… solo despertó algo peor?
—Entonces lo enfrentaremos juntos.
Kael se acercó y tomó su mano. Ya no era el rey distante y frío del primer día. Ahora era un hombre que había sangrado por ella. Que había elegido creer en ella, aún cuando su alma era inestable, peligrosa… e impredecible.
—Tu fuego no me asusta, Lyra.
Ella suspiró, aliviada. Cerró los ojos y apoyó la cabeza en su hombro.
—Ya no sé si soy una reina… o una amenaza.
—Tal vez eres ambas —susurró él—. Pero eso no te hace menos necesaria.
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Esa noche, mientras los sobrevivientes descansaban, una grieta invisible se abrió en el cielo del este.
Pequeña. Casi imperceptible.
Pero lo suficiente para dejar escapar un susurro ancestral.
Una lengua olvidada.
Una promesa rota.
Y una criatura con ojos de hielo despertó entre las montañas malditas.
El mundo se preparaba.
Porque lo que había comenzado con fuego… ahora llamaba a las sombras antiguas.
Y ninguna corona estaría a salvo.
En las tierras heladas del norte, más allá del Mar de Cristal y de los mapas del reino, el hielo crujía como si el mundo se quebrara desde dentro.
Una figura emergía de una prisión sellada hacía siglos. Su armadura estaba hecha de hielo y huesos, y sus ojos… eran dos esferas azules brillantes, sin pupilas, sin alma.
—¿Cuánto tiempo ha pasado…? —preguntó, aunque no había nadie allí.
Pero las montañas escucharon.
Los lobos huyeron.
Y el viento cambió de dirección.
Él se llamaba Rhaegar, el Rey Durmiente, y tiempo atrás había sido un dios entre hombres. Un tirano que dominó los cielos con magia prohibida… hasta que fue traicionado y encerrado por los ancestros de Kael.
Ahora, el poder liberado por Lyra lo había despertado.
Y él quería reclamar lo que era suyo.
—Ella lleva el sello. Él, la sangre —murmuró—. Los dos me pertenecen.
Dio un paso adelante. El hielo bajo sus pies se convirtió en roca. Cada paso suyo era una profecía hecha real.
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En Aeloria, Kael estaba de pie frente al mapa del continente. Las noticias llegaban como cuchillos: tormentas inusuales en el norte, desapariciones de aldeas, animales huyendo en masa.
—Esto no es natural —dijo uno de sus consejeros.
—No… —murmuró Lyra, entrando en la sala—. Es antiguo.
Todos la miraron.
Ella avanzó con seguridad, pero su rostro mostraba preocupación. En sus sueños había visto al Rey Durmiente. Había sentido su mirada como una daga en el corazón.
—Su nombre es Rhaegar. Y no vendrá solo.
Kael la observó, en silencio.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque me habló… en mis sueños. Y sé que viene por mí.
El salón quedó en silencio.
—Entonces nos preparamos —dijo Kael—. Si el norte se levanta contra nosotros… haremos que recuerden por qué Aeloria nunca cayó.
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Más tarde, Kael y Lyra estuvieron a solas en la sala de estrategia.
—No tienes que hacerlo sola —le dijo él, acercándose—. Sea quien sea ese monstruo, lo enfrentaremos juntos.
Ella lo miró, con la mirada llena de fuego y temor mezclados.
—No tengo miedo por mí, Kael. Lo tengo por ti.
—¿Por mí?
—Porque si te llega a tocar… yo no podría contener lo que haría después.
Kael sonrió. Luego la tomó por la cintura.
—Entonces será mejor que no me deje tocar.
La besó.
Y por un instante, el mundo fue solo eso: dos almas tratando de mantenerse juntas… antes de la tormenta.
Porque la guerra no solo venía del norte.
La guerra venía de la historia misma.
Y el pasado siempre cobra lo que se le debe.