Un amor que se enfrenta a problemas, desafíos, barreras. Un amor entre una bailarina y un multimillonario.
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Capítulo 7: El Reflejo del Alma
Ethan observaba a Nia desde la ventanilla del coche, mientras las luces de la ciudad se desvanecían en el retrovisor. La cena había sido un éxito, o al menos así lo había sentido él. Había sido capaz de conectar con ella de una manera que no esperaba, pero aún había algo en su mirada, en su manera de moverse, que le decía que no estaba dispuesta a entregarse por completo. Y eso solo lo hacía más intrigante.
A pesar de su mundo lleno de números, decisiones rápidas y relaciones superficiales, algo en Nia lo había tocado de una manera profunda. No solo por su belleza, aunque eso sin duda había sido lo primero que lo había atraído hacia ella. Había algo más, una esencia, una vulnerabilidad disfrazada de fortaleza que lo había cautivado desde el primer momento. Algo que no podía dejar de analizar, como si intentara descifrar un código que aún le resultaba incierto.
A medida que el coche avanzaba por la calle, Ethan reflexionaba sobre lo que había dicho en la cena. "La danza es mucho más que eso. Es un lenguaje. Pero hay algo más en ti, Nia. Algo que va más allá del escenario, de los movimientos. Algo que aún no has descubierto, pero que yo sí veo."
Esas palabras no eran solo una observación. Eran una verdad que él sentía con todo su ser. Nia tenía algo especial, algo que iba más allá de su talento con la danza. La forma en que se movía, su mirada decidida cuando enfrentaba la vida, y esa chispa de duda que a veces se dejaba ver en su expresión, lo impulsaba a querer conocerla más. No solo como artista, sino como mujer.
Al día siguiente
El sonido de la lluvia golpeando las ventanas de su oficina era un contraste con el bullicio del lugar. Ethan se encontraba en su despacho, rodeado de papeles y cifras, pero su mente no estaba en ninguno de esos asuntos. Estaba pensando en ella. En Nia.
Desde que se conocieron, no había podido dejar de pensar en lo que había visto en su interior. Las primeras veces que la vio en el teatro, observó su destreza como bailarina, pero fue su capacidad para transmitir emociones lo que realmente lo había impresionado. Había algo en su danza que no solo era técnica, sino visceral. Algo que le llegaba directamente al corazón. Y no era solo su arte lo que lo había cautivado; era ella, la persona que se escondía detrás de esa danza. La mujer que aún no entendía del todo, pero que sentía que valía la pena descubrir.
Le había dicho que veía en ella algo más, pero ni él mismo sabía cómo describirlo. Era un sentimiento tan intenso y abrumador que parecía superarlo, desbordarlo. ¿Cómo explicarle que veía en ella la oportunidad de algo que jamás había creído posible para él?
Ethan había estado rodeado de mujeres bellas, exitosas, inteligentes, pero con ninguna había sentido esa conexión inmediata, ese deseo de conocer su alma, como le sucedía con Nia. Y lo peor de todo es que, mientras más tiempo pasaba a su lado, más difícil le resultaba mantener la distancia.
Esa noche
Decidió que era hora de hacer algo al respecto. La invitación a cenar había sido un paso, pero quería más. Quería demostrarle que no solo estaba interesado en ella como una figura distante e inaccesible, sino que quería conocerla, saber quién era realmente. No solo la mujer que bailaba en el escenario, sino la persona detrás de esos movimientos, esa vulnerabilidad oculta que, aunque ella intentara disimular, se filtraba en cada gesto.
Ethan la vio entrar al teatro a través de las grandes puertas de cristal. Ella se detuvo por un momento, mirando alrededor, ajustando su mochila sobre el hombro. La forma en que caminaba, con ese porte elegante y firme, le daba una sensación extraña en el pecho. Era como si todo a su alrededor perdiera importancia cuando ella estaba cerca.
—Nia —la llamó con voz firme, y ella lo miró, sorprendida, como si no hubiera esperado verlo allí.
—Ethan, ¿qué haces aquí? —su tono era cauteloso, como si estuviera evaluando si su presencia era bienvenida.
—Vine a verte bailar —respondió sin dudar, con una sonrisa que trataba de suavizar la seriedad de sus palabras. —Sé que tienes ensayo hoy. Quiero ver cómo te mueves en tu propio elemento.
Nia pareció vacilar por un momento, como si dudara entre permitirle entrar a su mundo o rechazarlo por completo. Finalmente, asintió, y lo condujo hacia los pasillos del teatro.
A medida que caminaban juntos, Ethan no podía evitar sentir la tensión que se palpaba entre ellos. Había algo en el aire, algo que ninguno de los dos se atrevía a reconocer completamente. Nia era fuerte, decidida, pero había algo frágil en ella que la hacía increíblemente atractiva. Su indecisión, sus inseguridades, todo lo que intentaba esconder, le despertaba un instinto protector que nunca había experimentado con nadie más.
Cuando llegaron al escenario, Nia se dirigió al centro y comenzó su calentamiento. Ethan la observaba en silencio, notando cada detalle. Cómo sus pies tocaban el suelo con gracia, cómo su cuerpo se arqueaba con la música, cómo sus ojos, aunque cerrados, reflejaban una concentración profunda. Era como si estuviera completamente perdida en la danza, como si el mundo entero desapareciera alrededor de ella.
La luz del escenario iluminaba su figura, pero no era la luz lo que la hacía brillar. Era la pasión, la entrega, la forma en que cada movimiento suyo parecía contar una historia, aunque nadie hablara. La danza era su lenguaje, su manera de expresarse sin palabras, sin barreras. Y en ese momento, Ethan comprendió que todo lo que él había visto en ella no solo era real, sino necesario.
Cuando Nia terminó, respirando agitadamente por el esfuerzo, se volvió hacia él.
—¿Te ha gustado? —preguntó, como si fuera una niña insegura esperando la aprobación.
Ethan se acercó lentamente, sin apartar los ojos de ella. No necesitaba palabras para saber lo que sentía. En ese instante, la vio con una claridad que nunca había tenido antes, no solo como una artista, sino como la mujer que comenzaba a trastocar su mundo.
—Eres increíble —dijo con una sinceridad absoluta, y ella, sorprendida, no pudo evitar sonrojarse. —No solo por lo que haces, sino por lo que eres.
Nia lo miró, insegura de si debía creerle o no. La verdad era que aún no sabía qué hacer con las emociones que despertaba en ella, pero en ese momento, frente a él, lo que sintió fue una curiosa mezcla de miedo y deseo.
Ethan sabía que había dado el primer paso. No era suficiente con verla desde lejos, con observarla desde su mundo distante. Necesitaba estar más cerca de ella, necesitaba saber si lo que sentían el uno por el otro podía llegar a algo más profundo, algo que ninguno de los dos pudiera ignorar.
Mientras salían del teatro juntos, él la miró y le dijo, con una sonrisa que ocultaba una mezcla de resolución y anhelo:
—No sé qué vaya a pasar entre nosotros, Nia. Pero sí sé que estoy dispuesto a descubrirlo.
Nia lo miró por un largo momento, sin saber qué responder. Lo único que sabía con certeza era que su vida, su danza, y ahora él, estaban en un punto de no retorno.
Algo había comenzado, y no había marcha atrás.