Sinopsis:
Joarah siempre había vivido una vida tranquila en México, hasta que se vio obligada a huir del país, dejándolo todo atrás. Perseguida por Emmanuel Gonzales, un poderoso magnate del crimen, no entiende sus verdaderos motivos, pero sabe que debe salvarse a cualquier precio.
Al llegar a Sicilia, Joarah pide ayuda a la única persona que conoce, su amiga Alice. Las cosas se complican cuando descubre que Emmanuel está más cerca de lo que imaginaba. Durante un tenso encuentro, Joarah se enfrenta a una sorprendente revelación: es idéntica a la ex esposa de Emmanuel, una mujer que muchos dieron por desaparecida y otros por muerta.
Emmanuel, frío y calculador, le propone un trato impensable: que Joarah se convierta en su esposa de alquiler, no por amor, sino por necesidad, para garantizar el futuro de su hijo y la seguridad económica de su padre. Joarah descubre secretos familiares que cambian su visión del pasado y de Emmanuel.
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Capítulo Sete
Joarah González
Los últimos días han sido un torbellino de emociones. El dolor por la pérdida de mi padre seguía siendo agudo, pero Emmanuel estaba a mi lado, ocupándose de todo con una eficacia impresionante. No sólo se ocupó de los preparativos del funeral, sino que empezó a investigar las circunstancias del incendio. Su presencia era firme, y empecé a ver un lado diferente de él, más humano y compasivo.
Hoy estaba en el hotel donde me alojaba, preparándome para dejar atrás este capítulo y empezar una nueva etapa de mi vida. Emmanuel vino a recogerme, y se marchó del hotel mientras yo terminaba de recoger mis cosas. Fue breve y directo, como siempre, pero había un cuidado en sus gestos que me reconfortó.
Subimos al coche y el silencio entre nosotros se llenó de comprensión mutua. Condujimos hacia su mansión y, por el camino, Emmanuel empezó a hablarme de su hijo, Antonio.
- Joarah, necesito que sepas lo de Antony. Él ha creído que su madre se ha pasado los últimos siete años viajando como médico, salvando vidas. Eso es lo que él sabe que es verdad.
Sentí un nudo en el corazón cuando oí eso. Antony, un niño inocente, viviendo con la ilusión de que su madre estaba fuera por una razón noble, cuando en realidad le había abandonado.
— Entendo, Emmanuel. Prometo que vou respeitar essa história. Não quero causar mais dor a ele.
Asintió agradecido y continuamos nuestro viaje en silencio. Cuando por fin llegamos a la mansión, estaba nerviosa. No sabía cómo me recibirían, pero estaba decidida a dar lo mejor de mí por Antonio.
Nada más salir del coche, vi a un chico corriendo por el jardín. Sus ojos se cruzaron con los míos y se detuvo un momento, como si intentara comprender quién era yo. Luego, una amplia sonrisa se dibujó en su rostro y corrió hacia mí.
- ¡Mamá! - gritó, saltando a mis brazos.
Me quedé sorprendida, pero rápidamente le devolví el abrazo, sintiendo que me invadía una oleada de emociones. Era adorable, y la sinceridad de su abrazo me calentó el corazón. Sentí que Emmanuel me observaba y, cuando le miré, vi una mezcla de preocupación y alivio.
- Hola, Antony -respondí, abrazándolo con fuerza-. - Me alegro mucho de conocerte por fin.
Se apartó un poco, mirándome con ojos brillantes de alegría.
- Papá dice que has vuelto a casa. ¿Ah, sí?
Sentí un nudo en la garganta, pero seguí sonriendo.
- Sí, Antonio. Me voy a quedar aquí a cuidarte.
Sonrió aún más y volvió a abrazarme. Sus pequeñas manos me sujetaron la cara mientras decía:
- ¡Este es el mejor regalo que me han hecho! No quiero que vuelvas a irte, mamá.
Las lágrimas empezaron a correr por su cara y me abrazó con fuerza. Sentí que se me estrujaba el corazón y también empezaron a caerme lágrimas de los ojos. Le devolví el abrazo, estrechándolo con fuerza.
- Nunca volveré a dejarte, Antonio. Te lo prometo.
Al sentir que Emmanuel se acercaba, le miré y vi un brillo de aprobación en sus ojos. Asintió, y juntos entramos en la mansión, con Antonio aún cogiéndome de la mano. Sabía que este viaje no sería fácil, pero estaba dispuesta a afrontar los retos. Y en aquel momento, con el calor del abrazo de Antony y el apoyo de Emmanuel, sentí que tal vez había una oportunidad de redención y felicidad para todos nosotros.
Dentro de la mansión, el personal empezó a llamarme Laura. Emmanuel intentó intervenir, pero le detuve.
- Emmanuel, no te preocupes. Déjalos.
Asintió, pero volvió a dirigirse al personal con firmeza.
- Escuche, por favor. No llamen a la señora por ningún otro nombre. Es la dueña de la casa, y así es como deben referirse a ella.
El personal asintió, algunos con cara de disculpa. Me di cuenta de que sería un proceso de adaptación para todos, pero estaba decidida a asumir mi papel con dignidad y respeto.
- Gracias, Emmanuel", dije en voz baja.
Él asintió y juntos empezamos a explorar la mansión, dispuestos a afrontar nuestro nuevo comienzo con esperanza y determinación.
Continúa...