Entre Café Y Secretos.

El descenso por las escaleras parecía interminable. Cada paso que Shiro daba hacia la oscuridad lo hacía sentir como si estuviera cruzando una línea invisible entre el mundo que conocía y algo mucho más profundo, antiguo y peligroso. A su alrededor, el aire se volvía cada vez más denso, y un extraño olor a humedad y tierra invadía sus sentidos.

Las linternas que llevaban apenas iluminaban el pasillo angosto y sinuoso que descendía en espiral. Las paredes de piedra, frías al tacto, parecían haber sido esculpidas siglos atrás. El silencio, salvo por el eco de sus pasos, era ensordecedor.

—¿Cuánto tiempo más vamos a bajar? —preguntó Aiko, su voz tensa.

—No lo sé —respondió Haru, manteniendo su mirada fija hacia adelante—. Pero tenemos que seguir.

Shiro miró de reojo a sus compañeros. Hikaru avanzaba detrás de Haru, siempre en guardia, como si esperara que en cualquier momento algo fuera a surgir de las sombras. Aiko, por su parte, estaba visiblemente nerviosa, aferrando la linterna con ambas manos, sus nudillos blancos por la tensión.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, el suelo de la escalera comenzó a nivelarse, hasta que llegaron a un espacio abierto. La habitación que se extendía ante ellos era mucho más grande de lo que Shiro había imaginado, con techos altos y arcos de piedra que se entrecruzaban en las sombras. Parecía una especie de cripta o santuario oculto bajo el café, algo que jamás habrían sospechado.

—Esto es… increíble —dijo Hikaru, su voz reverberando en el vasto espacio.

Las paredes estaban cubiertas de inscripciones y símbolos tallados en la roca, similares a los que habían visto en la llave y la puerta. Pero había algo más: en el centro de la sala, iluminado tenuemente por las linternas, se alzaba un altar de piedra.

Shiro se acercó cauteloso, sintiendo un extraño tirón en su pecho. Sobre el altar descansaba un libro antiguo, cuyas páginas parecían estar hechas de un material grueso y desgastado por el tiempo. Las palabras que cubrían las páginas estaban escritas en un idioma que no reconocía, pero los símbolos parecían vibrar con una energía extraña, como si el libro mismo estuviera vivo.

—Esto no es normal —dijo Aiko, dando un paso atrás, claramente incómoda—. Todo esto… no tiene sentido. ¿Por qué habría una cripta bajo un café? Y este libro, ¿qué es?

Haru, que había permanecido en silencio, se acercó al altar y tomó el libro entre sus manos con sumo cuidado.

—Este libro no es solo una pieza de la historia de la familia Nakamura —murmuró, con la mirada fija en las páginas—. Es la clave de todo lo que hemos estado buscando.

Shiro lo miró con curiosidad.

—¿Qué significa eso?

Haru alzó la vista hacia él, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y miedo.

—La familia Nakamura no solo era dueña de este café —explicó—. Ellos guardaban un secreto, un poder que ha estado oculto durante generaciones. Este libro contiene las respuestas que hemos estado buscando. Nos dice cómo acceder a ese poder.

Shiro sintió que su corazón se aceleraba. ¿Un poder oculto? Todo esto sonaba como algo sacado de una historia de fantasmas, pero al mismo tiempo, no podía negar la sensación de que había algo más profundo y real en todo lo que estaba sucediendo.

—¿Y qué tipo de poder es ese? —preguntó Hikaru, con una nota de escepticismo en su voz.

Haru pasó una mano por las páginas del libro, sus dedos recorriendo los símbolos con delicadeza.

—No lo sé exactamente —admitió—. Pero hay algo aquí, algo que los Nakamura querían proteger a toda costa. Este libro es solo el primer paso para desentrañar ese misterio. Y lo que sea que está oculto aquí abajo… nos está llamando.

Shiro sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La idea de un poder oculto bajo el café, protegido durante generaciones, lo llenaba de preguntas. ¿Qué habían estado guardando los Nakamura? ¿Y por qué parecía que ese poder lo estaba llamando a él de manera tan intensa?

—Deberíamos irnos —dijo Aiko, claramente asustada—. Esto no es lo que esperábamos encontrar. No estamos preparados para esto.

Pero Haru negó con la cabeza.

—No podemos detenernos ahora —dijo con firmeza—. Hemos llegado demasiado lejos. Este libro es la clave para entender qué está pasando aquí. Tenemos que continuar.

Shiro miró a Aiko, que parecía estar al borde del pánico, y luego a Hikaru, que mantenía una expresión de incertidumbre. Finalmente, miró a Haru, que sostenía el libro con una determinación que era difícil de ignorar.

—Está bien —dijo Shiro, dando un paso hacia adelante—. Sigamos. No podemos dejar esto aquí.

Aiko lo miró con sorpresa.

—¿Estás loco, Shiro? Esto es peligroso. No sabemos lo que estamos haciendo.

—Lo sé —respondió Shiro—. Pero algo me dice que tenemos que seguir. No podemos ignorar esto.

Aiko abrió la boca para replicar, pero luego cerró los ojos, exhalando profundamente.

—Está bien —dijo finalmente—. Pero si algo sale mal, nos vamos de inmediato, ¿de acuerdo?

Shiro asintió, y Haru también estuvo de acuerdo.

—De acuerdo —dijo Haru—. No quiero poner a nadie en peligro, pero tenemos que saber qué está pasando aquí.

Con eso decidido, Haru comenzó a hojear el libro con cuidado, buscando alguna pista sobre lo que debían hacer a continuación. Mientras lo hacía, Shiro observó las inscripciones en las paredes, tratando de descifrar su significado, aunque las palabras eran completamente desconocidas para él.

Después de unos minutos de silencio, Haru se detuvo en una página en particular.

—Aquí está —dijo en voz baja—. Creo que esto es lo que estamos buscando.

Shiro y los demás se acercaron para ver mejor. En la página, había un dibujo intrincado de un círculo rodeado de símbolos, similar a los que cubrían las paredes de la cripta. Alrededor del círculo, había inscripciones que Haru comenzó a leer en voz alta, aunque el significado de las palabras parecía escapársele.

—Este es un ritual —explicó—. Un ritual que parece estar vinculado con el poder que los Nakamura estaban protegiendo. Si lo realizamos, podríamos desvelar lo que realmente está oculto aquí abajo.

Aiko lo miró con incredulidad.

—¿Un ritual? ¿Estás hablando en serio? ¿Vamos a invocar algo?

Haru asintió lentamente.

—No estoy seguro de lo que invocaremos —admitió—. Pero creo que esto es lo que la familia Nakamura estaba protegiendo. Este poder, lo que sea que sea, está aquí. Y este ritual es la única forma de acceder a él.

Shiro sintió una mezcla de miedo y curiosidad. El peso de lo desconocido era abrumador, pero al mismo tiempo, sabía que había llegado demasiado lejos para dar marcha atrás.

—Hagámoslo —dijo finalmente, su voz apenas audible.

Haru lo miró con una mezcla de respeto y aprehensión.

—De acuerdo —dijo—. Pero todos deben estar listos. No sabemos lo que podría pasar.

Con esa advertencia, Haru comenzó a preparar el ritual, utilizando los símbolos del libro como guía. Shiro, Hikaru y Aiko lo observaron en silencio, sabiendo que lo que estaban a punto de hacer cambiaría todo para siempre.

La sala se llenó de una extraña energía, como si el aire mismo estuviera cargado con una fuerza invisible. Y mientras las sombras parecían alargarse y retorcerse a su alrededor, Shiro no pudo evitar sentir que estaban a punto de desatar algo mucho más grande de lo que jamás habían imaginado.