POR ÉL, CUMPLO MIL TAREAS

Por supuesto, además de esos problemas que supuestamente sufría el Cuarto Príncipe, nada le parecía racional.

Él actuaba como una persona completamente normal en su parecer, incluso la ayudó cuando no pudo ponerse de pie.

Tao no le aclaro nada y no explico nada. Así que no entendía como esperaba el enano momificado que cumpliera esa tarea.

Sin embargo, eso no era lo que más le molestaba. Sentía que la estaban utilizando para facilitar el trabajo a la protagonista ¡Ya era una lástima que no pudiese quedarse con el protagonista y ahora tenía que curarlo para otra mujer!

¡Era extremadamente molesto! Es como si algo fuese tuyo, pero a la vez era de otro, y ese otro podría llevárselo cuando se le diese la gana.

No hubo respuesta a sus preguntas, quien sabe, talvez por no saber la respuesta o por no querer responder, el mocoso se quedó en silencio, perjudicando cada vez más el entristecido corazón de Flora.

La chica entró con elegancia en la Mansión, dispuesta a ya no prestarle atención al enano.

Siendo saludada respetuosamente por varios guardias y los sirvientes que la veían pasar. La joven asintió tranquilamente a cada uno de ellos, haciendo que estos se sorprendieran un poco.

Mientras tanto, en el interior del salón principal:

-¡¿Cómo puede ser que no encuentren a mi nieta menor?! ¡Ella estaba siendo custodiada por ustedes dos en el bosque! ¿Cómo demonios la perdieron de vista?- Un grito furioso resonó con fuerza en todo el salón.

Los guardias que estaban de rodillas en el suelo no pudieron evitar temblar de miedo ante la voz tan fría de su Maestro.

En el asiento principal, un anciano yacía sentado, con sus ojos rubíes brillando con furia como dos llamas de fuego voraces.

Sus puños estaban apretados con tanta fuerza que sus nudillos incluso se pusieron blancos.

Todo en él demostraba lo enojado que estaba.

Justo esta mañana, los dos guardias que envió para proteger a su querida nieta, quien le había rogado para que le permitiera ir al bosque a recoger hierbas medicinales, dijeron que la habían perdido de vista desde ayer por la tarde.

A pesar de su incansable búsqueda durante la noche y la madrugada, no lograron encontrarla, así que se vieron obligados a regresar para informarlo y llevar más guardias a buscar a la Segunda Señorita.

El anciano estaba tan preocupado y furioso que sentía estar a punto de sufrir un paro cardíaco.

-Abuelo, deberías tranquilizarte primero, mi hermana menor es muy buena en la supervivencia, ella estará bien.- Una voz suave y gentil irrumpió en el salón principal, sonando como melodía que calmó los corazones de ambos guardias.

Sin embargo, el rostro del anciano solo se volvió más amargo al escuchar la voz de la chica, su nieta mayor.

-Vete, no muestres tu cara hipócrita ante mí.- Le dijo el anciano con voz helada, mirando de reojo a la joven dama.

La chica vestía con un hermoso vestido de color rosado con bordes fucsias, dos pequeños listones rojos yacían atados a su cintura y caían en la parte delantera de su vestido, justo sobre la falda.

Tanto sus brazos y como sus hombros estaban cubiertos, dejando solo un poco de visibilidad en su cuello blanco que parecía de porcelana.

Sus ojos tenían un color caramelo y sus labios rosados se elevaron en una sonrisa amarga. La dama era increíblemente hermosa, con un temperamento tranquilo y gentil, algo parecido al de Flora, tan solo que faltándole ese toque elegante y dominante que solo su hermana menor exudaba.

-Abuelo, me he disculpado en innumerables ocasiones contigo, incluso me alejé del hombre que amo para no molestarte ¿Cómo puedes seguir odiándome?- Dijo la joven con voz triste, casi al borde de las lágrimas.

Sus manos temblaban y su cuerpo se veía tan débil que parecía estar a punto de derrumbarse, haciendo que todo aquel que la viera sintiera pena por ella.

Los puños del Patriarca Chang se estrellaron con fuerza sobre el descansa brazos de su silla, poniéndose de piefríos?aló a su nieta mayor con el dedo.

-¡¿Eso?! ¡¿Le llamas 'Eso' al hecho de que casi envenenas a tu hermana menor y que además hiciste que tu abuela se enfermara de gravedad ¿Cómo puedes tener el descaro de ver eso con tan poco interés?- Exclamo con gran enojo el mayor, mirando a su nieta mayor con ojos fríos y llenos de enojo.

-No deberías ser tan duro con Mary, sabes que no fue su culpa.- Una voz seria vino desde la puerta de un lado, llamando la atención del anciano.

Su mirada cayó sobre su esposa, quien se acercó para abrazar a Mary con dulzura y miró a su esposo con enojo.

-La abuela tiene razón, abuelo, no deberías ser tan duro con la hermana mayor, fue el error que cometí yo en la receta, ella no tiene nada que ver, es a mí a quien deberías culpar.- Otra voz vino desde la puerta principal.

Una chica con un vestido de color blanco como la nieve ingresó en el salón, su largo cabello negro caía detrás de su espalda, balanceándose con su andar.

Su cuerpo desprendía un aura elegante y de dominio, haciendo que todos los ojos cayeran sobre ella sin excepción.

Con una hermosa sonrisa en su rostro y ojos rubíes, la joven poseía una belleza sin igual.

Los ojos del Doctor Imperial Chang se iluminaron en el momento en que vio a su segunda nieta entrar por la puerta. Su esposa también se alegró, apresurándose hacía Flora para ver como se encontraba.

Para su dicha, su segunda nieta estaba bien.

Al momento siguiente, la joven cayó de rodillas delante del anciano y la anciana, inclinando su cuerpo hasta que su frente toco el piso, mostrando arrepentimiento y culpa.

-Abuelo, me disculpo sinceramente por lo sucedido, ayer, cuando estábamos en las montañas, me separé de los guardias por qué me sentía un poco mal, pero sin querer me encontré con un hombre inconsciente...- Comenzó explicando la chica.

-Tal y como me has enseñado, no pude darle la espalda a esa persona y lo salvé de la muerte, pero en medio de la noche, cuando mis guardias me buscaban, los guardias del Palacio Imperial nos encontraron y llevaron al palacio Imperial... Con ellos estaba el General Tong.- Flora se expresó de forma sincera y seria.

La expresión de Julio cambió al escuchar sus palabras y su preocupación solo se elevó más, sobre todo porque conocía el temperamento del General Tong.

Aun así, se aseguró de preguntar un punto importante.

-¿El hombre que salvaste…?- No termino la frase, pues ya podía imaginar de quien se trataba. Si el General Tong estaba cerca, eso solo quería decir que él también debería estar allí.

Flora asintió con la cabeza -Sí, abuelo, salve al Cuarto Príncipe, me disculpo por regresar a esta hora, pero Su Alteza se esforzó por enviarme de regreso apenas desperté.- Explico ella con suavidad.

Omitiendo el hecho de que habían conversado un poco, claro. De cualquier forma, era inadecuado que un hombre y una mujer estuviesen juntos en un patio donde solo estaban ellos dos.

La anciana la ayudó a levantarse, luego la envolvió con fuerza en sus brazos, acariciando el cabello de la joven, le dio un beso en la frente -Lo importante es que te encuentras bien.- Dijo ella amorosamente.

Julio, el Doctor Imperial Chang, soltó un suspiro. Aunque le agradaba mucho Antonio, le molestaba que su nieta mayor estuviese tan enamorada de él, ya que después de todo, ella estaba comprometida con el Príncipe heredero desde hace diez años.

Además, Antonio parecía corresponder un poco los sentimientos de su nieta mayor.

-Dime ¿Antonio se encuentra bien?- Preguntó preocupada la anciana, Gloria, con sinceridad.

Siempre había apreciado al Cuarto Príncipe, sobre todo porque la Consorte Imperial, la madre de Antonio, era su sobrina adoptiva, la única que tenía de hecho.

Su hermano no pudo tener descendencia, por lo que adoptó a la niña que luego se convirtió en la Consorte Imperial. Cuando su hermano falleció, dejó a su cargo a Roxy Chang, la Consorte Imperial.

Julio también se puso de pie, listo para ir a verlo de inmediato.

-Logre hacer que su respiración estuviese mejor, sin embargo, no logre verlo esta mañana, así que no sé cómo se encuentra ahora.- Respondió Flora a su abuela con calidez, a pesar de su gran mentira.

De reojo, miró el pálido rostro de su hermana mayor, Mary, viendo cómo está tenía los labios temblorosos y las manos apretadas en puños, luciendo preocupada, y a la vez, enojada.

Los ojos de Mary brillaron en conflicto, sin saber que pensar o como sentirse, lo que menos deseaba ya sucedió. Su hermana menor conoció al Cuarto Príncipe, el hombre que tenía en su corazón.