Después de Mientras tu no estabas Dinastía Beaumont, llega la pasión de un Beaumont donde relata la vida de los herederos Beaumont. Olivia Beaumont verá su vida sacudida luego de poner en peligro el imperio financiero familiar en peligro, Christopher contraerá matrimonio con la nieta del peor enemigo de su familia.
NovelToon tiene autorización de Eliza Márquez para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Temores
Sander caminaba por la terraza de su lujosa mansión faltaban un día para la boda, acababa de llegar de viaje habia estado ausente cinco día.
Estaba observando el jardín que estaba siendo preparado para su boda, cuando algo llamó su atención,
Anastasia observó al hombre en la distancia era intimidante.
En cuanto vio que el hombre la miraba fijamente Anastasia se ocultó en un arbusto, el señor Gakis solía gritarle cuando la veía.
Anastasia miró y vio que el hombre alto ya no estaba.
Salió de su escondite y camino unos pasos cuando se detuvo, el hombre alto la estaba mirando fijamente.
— Hola nena,¿Quién eres?, preguntó Sander.
— Me llamo Anastasia, señor Zouvekis dijo ella muy seria. — Sander sonrió.
—¡Zouvelekis!, exclamó él.
— Señor Zouvelekis.–Sander asintió–
—Así que Anastasia, ¿Eres la hija de Irina?. Ella asintió,— ¿estabas jugando?, pregunto.
— No, no está permitido jugar en el jardín. Va a casarse una princesa comento Anastasia mirando los arreglos.
Sander miro hacia la casa y vio a Miranda ir hacia ellos.
Miranda los miraba, estaba nerviosa. Al día siguiente sería su boda.
— Bienvenido, no pensé que llegarías tan temprano. Anastasia ve con Irina.
— Sí, señorita Gakis.
— ¿Por qué no está permitido jugar en el jardín?, pregunto Sander mirándola.
Irina apareció en ese momento — Lo siento señora, se me escapo no va a volver a pasar.
— Puedes tomarte libre el resto de la tarde, aprovecha y llévala al parque necesita gastar energía.
— Por supuesto señora, Irina tomó a la niña de la mano y se la llevó.
— No has respondido mi pregunta comento Sander.
— A mi padre no le gustaba ver a la niña correr por la casa, y bueno, Irina le ha enseñado que no debe andar en el jardín cuando está el señor de la casa.
— No me molesta que juegue en el jardín, es solo una niña. Cuando la vi pensé en los hijos que tendremos, nunca hablamos de eso. ¿Quieres tener hijos?, pregunto Sander.
— Por supuesto,¿supongo quieres un varón?, pregunto Miranda.
— Todo hombre quiere un hijo varón con el que compartir actividades de hombres, pero te diré que la idea de una niña rubia corriendo por el jardín no me disgusta.
Miranda lo observó en silencio en ciertos aspectos se sentía un fraude, pero rebelar su mayor secreto no era una opción, si su padre lo llegaba a saber no sabía que era capaz de hacer y la única que sufriría las consecuencias seria Anastasia.
...****************...
Miranda estaba tan nerviosa que no podía ni hablar cuando Irina le preguntaba algo.
Era temprano y ya estaba vestida para la boda. El sol entraba por las ventanas de la habitación. El vestido era tan bonito y estaba tan bien cortado que cuando se ponía en pie, el vestido se ajustaba a su cuerpo como un guante.
La diseñadora había interpretado sus deseos a la perfección. Era un vestido sencillo, sin grandes ornamentos, cursilerías ni largas colas. Era una maravilla. Pero el color le recordaba lo que iba a pasar esa noche. Era blanco inmaculado. Desde el principio Sander había bromeado con ella, diciéndole que ya no había vírgenes y menos de su edad.
Pero lo cierto es que estaba nerviosa, después de todo su única experiencia había sido con un chico de dieciséis años tan torpe como ella.
—Muy bien. Está lista —dijo Irina dando los últimos toques al vestido.
—Gracias —repuso ella con voz temblorosa.
—¿Está llorando?. Debería ser el día más feliz de su vida... Y sabía que así debería ser, pero aún tenía dudas. Sabía que nunca sería la esposa que Sander esperaba. Él era apasionado y esperaría encontrar algo en el dormitorio que ella no podía ofrecerle.
Sander miro hacia el jardín tenía dudas a quien quería engañar. Le preocupaba el pasado de Miranda. Aunque intentaba disimular, estaba claro que ocultaba algo. Quizás estuviera teniendo dudas también.
—Hoy ocupo el lugar de su madre y si estuviera aquí te diría que lo que te pasa es que está nerviosa. Pero no se preocupe por nada porque te casa con un hombre que cuidará de usted, se nota que es un hombre decente comento Irina.
Miranda no podía soportar que Irina viera las dudas que aún había en sus ojos y se giró.
—Eres mas que mi madre y tu lo sabes ¿Es hora de ponerme el velo?.
—Sí, ya es hora. Miranda se miró en el espejo mientras se calzaba. Su pelo rubio estaba más brillante que nunca y lo llevaba recogido. Parecía muy joven con el vestido blanco y una delicada tiara, parecía preparada para ser entregada en sacrificio.
La boda se celebró en la iglesia que había a solo unos metros de la casa de Sander. El sombrío interior de la iglesia se había transformado con una abundancia de flores blancas y rosas, y lazos decorativos. Miranda caminó hacia el altar del brazo de Alexos; para cuando estuvo lo bastante cerca para ver la orgullosa y morena cabeza de Sander, el corazón le golpeaba en el pecho. Se preguntó qué sentía él respecto a lo que iba a ocurrir.
Los impresionantes ojos oscuros enmarcados por pestañas de color azabache se encontraron con los suyos cuando llegó al altar. Se sintió dolorosamente vulnerable, algo que no le gustaba nada. Por desgracia, la estaban asaltando hirientes recuerdo...
La alianza matrimonial se deslizó en su dedo e inspiró profundamente al darse cuenta de que Sander no soltaba su mano. En su afán de tranquilizarse, se dijo que estaba hecho, la suerte estaba echada. ¿Qué era lo que temía? ¿Qué podía temer a esas alturas? Que él no la quisiera, no... sabía que no la quería. Miró a sus espaldas y vio a su padre sentado junto a los padres de Sander.
Mientras bajaban del altar y recorrían el pasillo hacia la salida, Sander puso una mano en su espalda con intención de darle apoyo.
–Estás muy temblorosa –explicó, cuando ella lo miró con expresión interrogante.
— Odio ser el centro de atención exclamó ella
— Relájate, exclamó Sander.