Memorias Del Corazón

Athena.

Había avanzado el tiempo donde el no saber aun de mi hijo, dolía en lo más profundo de mi alma, tanto que los golpes que me daba Besimir solo por seguir insistiendo que me permitiera verlo aunque sea una vez más, pero mi dolor de madre era mucho más grande y agudo que cada golpe ya no los sentía.

En este momento algo ya había muerto dentro de mí y me prometí no volver a llorar frente a él para demostrarle que no soy y jamás volveré a ser la misma mujer de antes y seré como debí serlo desde un principio, rebelde porque esa es y será mi naturaleza...

Al levantarme, me cambié sin esperar a las doncellas, abrí las puertas para bajar las escaleras aprisa, necesitaba aire puro, al salir del castillo, vi a Besimir bajar del caballo.

Caminé hacia su dirección bajo la mirada de todos los sirvientes, me vio por un instante con su sonrisa ladeada, levante mi mentón y solo pase, por un lado ignorandolo por completo, levante mi vestido para subir al caballo, al montar solo jale la rienda y comenzó a trotar y lo escuché gritarles a los guardias que me dejarán.

Por lo menos era algo sensato de su parte en dar esa orden y dejarme ser libre por unas cuantas horas, libre de encierros, ataduras y golpes.

Seguí avanzando sin un rumbo fijo hasta detenerme junto a un árbol frondoso a mi alrededor solo había vegetación y a lo lejos se podía ver pastizales, baje del caballo y me senté bajo la sombra, mientras solo veía al horizonte, me quedé así por unos minutos hasta que una voz hizo que volteara.

— mi señora, necesita regresar al castillo, pronto caerá la lluvia—me sorprendí al voltear y ver a alguien en este lugar, Suspire y sin contestarle solo negué regresando mi vista donde aún se podía apreciar los rayos del sol ser cubiertos poco a poco por las densas nubes grises.

— gracias por avisar, pero aún me quedaré en este lugar— escuché su voz despidiéndose y solo seguí en contemplación.

Hasta que un relámpago iluminó el firmamento dando el aviso que la gran lluvia se acercaba, pero un fuerte estruendo provocado por un trueno hizo que el caballo se asustara y huyera del lugar dejándome varada en el campo.

Me levanté y solo comencé a caminar bajo el fuerte viento, los relámpagos y truenos, intenté cubrirme con la caperuza que llevaba puesta, pero el viento la seguía jalando hasta que se quedó atorada entre un tronco partido.

Al no poder zafarla decidí desatar el cordel para quitármela y solo seguí caminando por el sendero cuesta arriba, hasta que un fuerte estruendo me hizo gritar y solo le dio paso a la lluvia que comenzó a caer a cántaros.

Empecé a correr, pero el faldón comenzaba a mojarse y haciendo que el vestido pesara más, provocando que mis pies no aguantarán y solo cayera al suelo llenándome de lodo.

Empuñe mis manos sobre el lodo y solo grité hasta llorar, odiaba todo lo que me sucedía, la forma en que me casaron, el cómo fui la mujer de Besimir, mi embarazo y la prohibición de estar con mi hijo.

Pero sobre todo no cumplir con lo que ese día le prometí a mi mentor antes de que mi padre terminará con su vida, prometiendole que lucharía por mi libertad, volví a gritar con todas mis fuerzas sacando todo el dolor qué llevo en mi corazón.

Porque aunque comenzará a hacerme la fuerte siempre habrá algo por más mínimo que sea para quebrantarme y este, era mi quiebre, estar varada en medio de la nada y muy alejada de donde ahora vivo y bajo la maldita lluvia con este estúpido vestido que me impide moverme.

Intenté levantarme, pero todo esfuerzo fue en vano, el vestido pesaba demasiado y sumándole el agua que llevaba por la fuerte lluvia, era más el peso de lo que mi cuerpo podía soportar.

Y solo me rendí, me di la vuelta dejando que el agua callera sobre mi rostro, cerré mis ojos intentando ignorar lo que sucedía para no sentir lo miserable que era todo a mi alrededor hasta que por un instante el agua dejo de caer en mi rostro y solo sentí un jalón.

Al abrir mis ojos era el mismo caballero de reluciente armadura quien solo me sonreía, metió sus manos por debajo de mis brazos y me ayudo a levantarme.

— se enfermará si sigue bajo la lluvia — solo lo veía sin decir o emitir sonido— yo la cuidaré.

Al decir esas palabras mi piel se erizó nuevamente sin explicación, solo asentí tomando su mano.

Intente junto a su ayuda subir a su caballo, pero todo fue en vano, gracias a este gran vestido, respire con pesadez y mucha frustración hasta que hice lo que mi mente había pensado, desate los lazos del enorme faldón y me libere.

Él estaba atento a lo que hacía, volví a asentir y extendió de nuevo su mano para subir al caballo emprendiendo el camino bajo la fuerte lluvia.

Hasta que llegamos a una pequeña casa alejada aun del castillo, bajamos y entramos, el de inmediato me dio tela para secarme y me ofreció un poco de infusión caliente.

Y sin cruzar palabra lo vi entrar a por una puerta, se tardó algún tiempo hasta que volvió a salir, extendió su mano y solo la entrelace.

— le he preparado la tina, es solo para evitar que llegue a enfermarse— sonreí a pesar de todo, su gesto era muy lindo y de mucha protección hacia mí y mi salud.

— gracias— me quede en silencio mientras era guiada por él a ese dormitorio.

— Galt Townsend, mi señora— solo asentí— espero le sirva esta ropa, está un poco desgastada, pero tampoco puede usar su vestido.

— está, está bien Galt, ya has hecho mucho por mí y eso lo agradezco — solo asintió, sonrió y salió cerrando tras de él la puerta.

El tiempo que estuve entre el agua me sentí en calma y muy relajada tanto que por un momento mis ojos se cerraron.

Hasta que un toque a la puerta me hizo despertar— mi señora, la cena esta servida— me sorprendí al escucharlo y de inmediato salí de la tina.

— un momento Galt, no tardo— me cambie con la ropa que había dejado sobre la cama y me cambie.

Al salir estaba el parado junto a su pequeña mesa con dos servicios puestos, el me sonrió y como el caballero que es deslizó la silla para que yo me sentará.

— espero le guste la comida, mi seño... — solo negué mientras cortaba un trozo de pan.

— solo llamame Athena, disculpa por lo que diré, pero nunca me a gustado que me llamen así, solo soy igual que tu o cualquier persona.

— esta bien, no volverá a pasar— sonreí y solo seguimos cenando.

Al terminar levante los platos bajo la mirada de asombro de Galt, restregué los platos e hice aquí lo que siempre me prohibieron.