Naomi es una excelente esposa y madre abnegada, pero tiene un secreto que nadie sabe. Un día comete un error y por accidente besa a un hombre que no es su marido. Esto le dará un cambio al rumbo de su vida. ¿Qué será de Naomi? Los invito a descubrirlo.
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Capítulo Siete
Al salir del trabajo, Rodrigo fue directamente a la financiera. Intentó de todas las formas posibles, convencerlos para que le dieran más tiempo, pero fue imposible. La suma que le pedían para refinanciar su deuda era exorbitante. Ni en un año de duro trabajo, conseguiría ese dinero.
Estaba desesperado, fue a un bar y empezó a sacar cuentas, pensó en vender el auto. Pero no le darían mucho por semejante carcacha. Lo único que le quedaba era aceptar la oferta de Anselmo Echeverría. Tal vez, Dios se lo mandó, pensó. Como respuesta a las oraciones de su madre. Lo reflexionó un poco más. Se maldijo a sí mismo por ser un don nadie, incapaz de mantener a su familia. Por ello, tendría que acceder a una treta tan infame. ¿Tal vez la mujer de Echeverría, realmente había cambiado? ¿Tal vez no era tan mala como el hombre la hizo ver? ¿Por qué quería deshacerse de ella ahora, y no antes? Si fuera por su hijo, aún era pequeño. Todos estos pensamientos taladraban su cabeza. Él era un buen hombre, decente, honesto. Él siempre había tenido el orgullo de opinar así, de sí mismo. Pero si aceptaba, ¿Quién sería él en realidad?. Se sirvió un trago y lo bebió de un sorbo. Miro el reloj, ya era tarde. Seguro su madre lo esperaba, totalmente angustiada. Volvió a servirse otro trago y lo bebió de la misma forma, tomó su celular y llamó a Anselmo.
_ Señor Echeverría, soy Rodrigo.
_ Rodrigo ¿Lo has pensado mejor? - habló en un tono extremadamente amable.
_ Lo haré, señor. Pero necesito el dinero mañana por la mañana.
_ Claro que sí. Pasa ahora mismo por mi oficina. Debemos ultimar detalles.
_ Está bien, gracias.
Enseguida salió del bar y se dirigió a las oficinas de Anselmo. Una vez allí, este le hizo firmar un acuerdo de confidencialidad, dónde decía que sí él rompía dicho acuerdo, debía devolver cada centavo. Después de firmarlo le entregó el cheque y así cerraron el trato que destruiría la vida de Naomi.
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La noche de la fiesta. Anselmo le proporcionó un disfraz idéntico al suyo. Lo llevo con él y lo dejó esperando en el auto. Él lo llamaría cuando tuviera que comenzar con su acto. Estuvo en el auto durante unos veinte minutos. Le parecieron siglos, estaba muy nervioso.
De pronto, su celular sonó.
📱_ Rodrigo, dejé a mi esposa en el balcón del lado izquierdo de la casa - miró por la ventanilla y supo donde estaba - No le des tiempo a nada, acércate y bésala. No te olvides de sacarte el antifaz.
📱Está bien. Colgó.
Se bajó rápidamente del auto y entro a la casa muy aprisa. Era enorme, pero enseguida se dio cuenta de que rumbo tomar para llegar al balcón. Apresuró el paso, cuando llegó vio a una mujer vestida de dama antigua. Tenía una mano apoyada en el barandal y con la otra se tocaba la frente, tal vez le dolía la cabeza, pensó. Era hermosa, refinada, elegante. La luz de la luna, la hacía verse mucho más hermosa aún. Era el tipo de mujer que él nunca podría tener. Al diablo, jamás tendría una oportunidad así, se dijo a sí mismo. Se acercó la tomó por la cintura.
_ Que pronto has vuelto - dijo ella, se volteó, deslizando sus manos por sus brazos que la rodeaban y antes de que pudiera verlo. La beso tan descarada y lujuriosamente, como le fue posible. Ella rodeó su cuello con sus brazos y le respondió igual. Le encantó, esa mujer sí que sabía lo que hacía. De pronto, ella escapó a su beso y lo miró de frente. Él se aterró, creyó que gritaría. Se apartó, estaba a punto de correr.
_ ¿Anselmo? - dijo ella. No reaccionó, solo pestañeaba. Se quedó atónito. ¿La mujer no podía verlo? Pasó su mano frente a sus ojos - Lo siento, no quise alarmarte por eso no te dije que casi no puedo ver, sucedió de repente.
El hombre se sintió un miserable, quiso sacarla de allí y decirle lo que su esposo había ideado. La tomó de la mano y trató de llevársela. Pero ella no se movió.
_ Anselmo ¿Qué haces? Estábamos tan bien, amor. No te preocupes, ya pasará.
Rodrigo se quedó tieso. No sabía qué hacer. Sí se lo decía ahí, tal vez se pondría a gritar. De repente, ella interrumpió sus pensamientos con su abrazó, se le colgó del cuello y comenzó a besarlo igual qué antes ¡Por Dios! ¡Qué bien besaba esa mujer! La sintió apretarse contra él. En ese momento, se le cruzó por la cabeza que ya no podía volver atrás, seguramente ese hombre ya le había tomado la foto. Así que por lo menos lo haría enfurecer, viendo a su esposa disfrutando de él. La presionó con fuerza contra su virilidad, se deleitó con sus labios y su lengua, bajó por su cuello y luego hacia su escote. Estaba tan excitado que pensó que su amigo se saldría de sus pantalones. En eso ella lo apartó y lo miró horrorizada. ¿Acaso lo vio?
Justo en ese momento, su esposo llego y comenzó a insultarla. Ella trató de explicárselo y la calló de una bofetada. Jamás en su vida se había sentido tan miserable, tan asqueado de sí mismo.
Su esposo la trató como una cualquiera. Con sus gritos atrajo a los curiosos, la humilló delante de todos. Ella lloraba desconsolada, trató de defenderse y su marido levantó la mano para volver a golpearla. Rodrigo no pudo contenerse y lo detuvo. El hombre le dio un puñetazo, no sabía si era parte de su actuación o realmente estaba molesto. De cualquier forma, no iba a responder, no tenía fuerzas. Su mente era un caos, quería morirse. El había sido el causante de todo aquello. Las cosas se pusieron acaloradas y dos hombres lo sacaron del lugar. Él se quedó parado en una esquina. Un rato después vio como el señor Echeverría sacaba a su esposa, casi arrastras del lugar.