Belén trabaja en una guardería, ya que ama a los niños. Todo parece ir bien en su vida hasta que es llamada por su padre, un hombre que nunca se hizo cargo de ella y no la ama. Este se casó con su amante y abandonó a su madre cuando ella era muy pequeña. Sin embargo, el magnate ahora le pide un favor.
¿Cómo un casamiento por obligación puede terminar uniéndote con tu alma gemela?
—Nacería mil veces más por ella, si solo una vez pudiera mirarme cómo yo la veo—
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Capítulo seis – El secreto de David
—David, ¿me podrías ayudar con algo? —preguntó Belén después de darse cuenta de que no sabía qué pasaría con ella ahora que se había casado con este hombre.
—Me estás lavando el cabello. Supongo que te debo un favor —¿A caso él estaba haciéndole un chiste? ¿Cómo era posible que se llevaran tan bien si apenas se conocían?
—Es que no sé qué pretende tu familia con esta boda, pero me gustaría poder seguir trabajando en la guardería. Al igual que me preocupa que las personas me relacionen contigo —ella sentía temor a ofenderlo. Parecía sensible con lo de su accidente—. Eres un hombre muy conocido y si me vuelvo tu esposa mi vida no volverá a ser la misma. Ya que nos obligaron a casarnos, ¿no te gustaría que hiciéramos una sociedad y cada uno pudiera hacer su vida como antes?
En un principio David pensó que ella le hablaría de su condición. Y aunque no sabía si en verdad era esa la razón, o si le avergonzaba que la vieran con él, decidió confiar en ella.
—Puedes seguir trabajando y le mentiremos a todos, no te mostraré en público hasta que termine el año. Después serás tú la que me ayude a mí con mi familia, y aceptaras mis términos —dijo él como si estuviera negociando con Belén.
—El contrato decía que tú estás obligado a estar casado conmigo dos años. Si me ayudas con eso, te prometo hacer lo que me pidas —dijo ella mientras terminaba de lavarle la cabeza. Estaba feliz de que él fuera tan bueno.
—¿Y si te pido que lo hagas conmigo esta noche? —preguntó David y ella se quedó helada—. Solo estoy bromeando. Debes tener cuidado con lo que tus labios pronuncian. Muchos podrían aprovecharse de ti.
—Así que, ¿también haces chistes? —preguntó ella nerviosa.
—No soy de piedra —dijo él con una voz que demostraba lo contrario. Incluso al hacer una broma no se inmutaba—. De todas maneras, mi familia nos estará vigilando, por lo que lo mejor será que te vengas conmigo a mi departamento.
—¿No tienes una enorme mansión como la de los millonarios de las novelas? —preguntó ella entre risas. Era feliz de poder conversar así con él.
—¿Prefieres una mansión llena de reporteros que tratan de saber quién es mi esposa? —preguntó mirándola aunque con los ojos cerrados, su rostro era muy llamativo por lo que ella se sonrojó. Aunque David trataba de ser amistoso con ella, no le había salido bien esta vez.
Una vez que Emiliano llegó, ella salió del baño y dejó que este se encargara de ayudar a su jefe a vestirse. Belén fue a la habitación y se puso el pijama que Emiliano le había traído en la maleta. Puso la televisión para no pensar en lo bello que le parecía su esposo. Mientras tanto, en el baño, Emiliano le preguntaba a su jefe cuando le diría la verdad a Belén.
—Apenas me conoce, si se lo digo ahora creerá que estoy loco —dijo David mientras se vestía.
—Señor, si no supiera cómo pasaron las cosas, también lo opinaría —dijo su hombre de confianza.
—Ella es la mujer que amo, y no dejaré que nadie la aleje de mí. Si no fuera porque fingí estar ciego, no nos hubieran dejado casar en un primer momento y ahora sería otra persona la que fuera su esposo. Su padre iba a tratar de conseguir ese dinero de cualquier empresa y mandaría a cualquiera de sus hijas al matadero con tal de cumplir su objetivo —dijo David molesto.
—Sí, estuve ahí. Usó los recursos más bajos para extorsionarla. Incluso amenazó con prender fuego la casa de su madre con ella dentro —dijo Emiliano, molesto. No había podido hacer nada mientras escuchaba a ese desgraciado amenazar a Belén, ya que debía aparentar que estaba de acuerdo con ellos.
—¿Su madre, cómo está? —preguntó David mientras secaba su cabello.
—Ella está bien, no sospecha aún. De todas maneras, envié policías a hacer guardia permanente para que la protejan de cualquier posible extorsión de ese hombre.
—Emi —dijo David apagando la secadora de cabello—. ¿Mi esposa me aceptará en algún momento? Sé sincero.
—Señor, ella es la misma persona que el día del accidente. Nada en ella cambió, aunque pasaron años. Si usted la ama y la cuida como se merece, estoy seguro de que ella volverá a enamorarse de usted. Solo recuerde que tenemos solo dos años antes de que el cambio sea permanente y usted olvide su verdadera procedencia —dijo su subordinado.
—Haré todo lo posible —dijo y antes de salir tomó los lentes de contactos que usaba para no ver y cuando se los iba a colocar de nuevo, Emiliano le pidió que no lo hiciera.
—Señor, lo mejor es que no los emplee ahora. Si se queda dormido con ellos podrá hacerle daño —parecía verdaderamente preocupado por David.
—Tienes razón, con cerrar los ojos será suficiente —dijo y se los guardó en el bolsillo.
Una vez que ambos volvieron al dormitorio, Emiliano ayudó a David a recostarse al lado de Belén, que ya estaba dormida.
—¿Mi esposa? —preguntó David al no escuchar más que la televisión.
—Du… Duerme, señor —dijo Emiliano al ver la ropa que ella se había puesto—. Me parece que su madre armó sus maletas y las de su esposa.
—¿Por qué lo dices? —David no pudo con la curiosidad y abrió los ojos.
Belén llevaba puesto un camisón blanco que apenas cubría su trasero y dejaba nada a la imaginación, ya que las bragas que tenía haciendo juego eran diminutas.
—Vete al otro cuarto y olvida lo que viste si no quieres que te envíe al cielo de una patada —dijo David, y su asistente y mano derecha se tapó los ojos y a ciegas salió del dormitorio—. ¿Estás acostumbrada a vestir así? ¿Por qué no te quejaste de la ropa que Emiliano te trajo?
Aunque ella estaba profundamente dormida, David no pudo evitar preguntarle esas cosas. La cubrió con la manta y se recostó mirando hacia el otro lado. No podría dormir frente a ella después de ver su cuerpo en esa posición y tras llevar esas encantadoras prendas. Su madre le había jugado sucio esta vez.
—Soy un hombre paciente, soy un hombre bueno, soy un caballero, no soy un animal —se repitió David hasta quedarse dormido.
Autora: Osaku