Dicen que la historia la escriben los vencedores.
Que los héroes son solo villanos que supieron contar mejor su versión.
Yo no crecí con cuentos de hadas.
Crecí con sus sombras.
Mi nombre es Hope Michelson.
Soy la hija de una loba alfa y del híbrido más temido del mundo.
Llevo en la sangre la magia de los brujos, la furia de los licántropos y la sed eterna de los vampiros.
Mi linaje está marcado por la tragedia, la traición… y el poder.
Durante siglos, mi familia fue temida por todos.
Hasta que fueron malditos, encerrados en un sueño del que solo yo puedo liberarlos.
Pero para hacerlo, debo encontrar al Doppelgänger.
Y tomar su sangre.
Esta es mi historia.
La historia de una heredera sin reino,
de una hija sin padre,
de una bestia con corazón humano.
Mi historia… y la de un linaje maldito.
NovelToon tiene autorización de abbylu para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capítulo 6
La estructura del templo era imponente, con tallados antiguos que representaban escenas de la lucha entre vampiros y hombres lobos, así como la historia de la maldición que había atormentado a ambas especies.
—Es hermoso y aterrador a la vez —murmuró Stefan, con la mirada fija en la entrada.
—Sí, pero no podemos permitir que la belleza nos distraiga. Debemos entrar y encontrar la piedra antes de que alguien nos descubra —respondí, sintiendo la urgencia apremiante de nuestra misión.
Con un último vistazo a nuestro alrededor, empujé la puerta del templo, que chirrió ominosamente al abrirse. El interior estaba en penumbras, iluminado solo por la luz tenue que emanaba la piedra de luna en el altar central. A medida que entramos, el aire se volvió más denso, cargado de magia y un profundo sentido de historia.
—¿Ves la piedra? —pregunté, señalando el altar.
—Sí, pero parece que hay algo más... —dijo Stefan, frunciendo el ceño mientras observaba con atención.
Me acerqué con cautela y noté un círculo de runas grabadas en el suelo alrededor de la piedra. Las runas brillaban débilmente, pulsando con una energía que parecía estar esperando ser activada.
—Esto es un hechizo de protección —dije, recordando lo que había aprendido sobre el templo—. Solo un Doppelgänger puede desactivarlo. Necesitarás concentrarte en la piedra y canalizar tu energía.
—¿Y si no puedo? —preguntó, con un leve temblor en la voz.
—No pienses así. Confía en ti mismo. Eres más poderoso de lo que crees —lo animé. Sin que lo notara, en un movimiento rápido, corté con una de mis garras la palma de su mano, dejando que una gota de su sangre cayera justo en el centro del círculo de runas. La runa más cercana brilló intensamente, como si despertara de un largo sueño.
—¿Qué has hecho? —preguntó Stefan, mirando su mano con sorpresa y un leve destello de dolor.
—He activado el hechizo de protección. Tu sangre es la clave para desbloquear el poder de la piedra de luna. Ahora concéntrate y deja que la energía fluya a través de ti —respondí, consciente de que el tiempo se agotaba.
Stefan cerró los ojos y respiró profundo, intentando conectar con la energía de la piedra. La luz de la piedra de luna comenzó a brillar más intensamente, inundando el templo con un resplandor plateado. Las runas a su alrededor vibraban, resonando con la energía que emanaba de su ser.
—Siente la conexión, Stefan. Deja que la magia te envuelva —le dije, viendo cómo su expresión cambiaba de duda a determinación.
De repente, un estruendo sacudió el templo y las puertas se cerraron de golpe. Una bruja apareció en la entrada, su mirada llena de furia y desprecio.
—¡No permitiré que rompas la maldición! —gritó, levantando la mano y comenzando a murmurar un hechizo oscuro.
—¡Stefan, no te detengas! —grité, sintiendo cómo la tensión se tensaba al máximo. La bruja estaba a punto de desatar su magia, y no podíamos permitirlo.
Con esfuerzo, Stefan intensificó su concentración y la luz de la piedra de luna estalló en un resplandor deslumbrante. Las runas giraron y un torrente de energía los empujó hacia atrás.
—¡No! —gritó la bruja, pero su voz se perdió en la explosión mágica.
La luz llenó el templo, rompiendo las sombras que lo rodeaban. Sentí la energía intensificarse y supe que la maldición estaba a punto de romperse.
—¡Hazlo, Stefan! ¡Canaliza el poder! —exclamé, consciente del momento crucial.
Con un último esfuerzo, Stefan cerró los ojos y se concentró. La luz de la piedra de luna se intensificó y un rayo de energía se disparó hacia el techo del templo, rompiendo el hechizo de protección y liberando un poder atrapado durante siglos.
La bruja, arrastrada por la explosión de magia, fue lanzada hacia atrás y desapareció en la oscuridad con un grito de furia.
Cuando la luz se disipó, el templo quedó en silencio. La piedra de luna brillaba con un resplandor suave y constante, y las runas en el suelo ya no brillaban.
—Lo hiciste, Stefan —me acerqué a él mientras se recuperaba—. Has activado la piedra.
Él me miró, todavía pálido pero con una chispa de triunfo en los ojos.
—¿Y ahora qué? —preguntó, jadeando.
—Ahora debemos usar el poder de la piedra para romper la maldición que mantiene a mi familia dormida, y asegurarnos de que nadie más pueda aprovecharse de tu sangre. Pero primero, salgamos de aquí antes de que regresen.
Asentimos y nos dirigimos hacia la salida, conscientes de que la verdadera batalla apenas comenzaba. La comunidad mágica aún nos perseguía y no descansarían hasta capturar al Doppelgänger. Pero ahora teníamos una oportunidad, y no íbamos a dejarla escapar.
Al salir, el aire fresco del bosque nos envolvió y la luna brillaba intensamente. Sin embargo, el peligro seguía acechando.
—¿Cuál es el siguiente paso? —preguntó Stefan, mirando alrededor con cautela.
—Debemos esperar y mantenernos juntos. El próximo cometa Halley pasará en un mes, y solo entonces podremos romper la maldición.
—¿El próximo cometa? ¿Por qué?
—La maldición sobre mi familia requiere varios ingredientes: la sangre de un Doppelgänger con el poder de la luna, el cometa, la sangre de la bruja más poderosa del aquelarre de los D’Evreux… Las brujas se aseguraron de que quien quiera romperla, tardará siglos en reunir todo.
—Vaya... eso explica mucho. Pero ¿por qué los maldijeron en primer lugar?
—Haces muchas preguntas...
Antes de que pudiera responder, un grupo de encapuchados emergió de las sombras, y su líder, con una sonrisa cruel, añadió:
—Por favor, híbrida… contéstale al chico. ¿Aún no le has dicho que tu padre es el diablo en persona?
—Maxim... —me planté frente a Stefan, mirando desafiante al vampiro—. Stefan, no te separes de mí. Esto se va a poner rudo...