Aun cuando los años pasen como un río imparable, la verdad se abre paso como un rayo de luz entre la tormenta, para revelar lo que se creía sepultado en las profundidades del silencio.
Así recaería, con el peso de una tormenta anunciada, la sombra de la verdad sobre la familia Al Jaramane Hilton. Enemigos de antaño, armados con secretos y rencores, volverían a tambalear la paz aparentemente inquebrantable de este sagrado linaje, intentando desenterrar uno de los misterios más sagrados guardados con celo... Desatando así una nueva guerra entre el futuro y el pasado de los nuevos integrantes de este núcleo familiar.
Aithana, Aimara, Alexa y Axel, sobre todo en la de este último, donde la tormenta haría mayor daño.
🌹🖤
NovelToon tiene autorización de Dane Benitez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPITULO 5
La Cena
Narrador Omniciente
En el interior de la villa, el entusiasmo era palpable. Los empleados se movían sin parar de un lado a otro, preparando todo para la celebración familiar que se llevaría a cabo esa noche. El aroma de la comida recién preparada se mezclaba con el sonido de risas y conversaciones animadas, creando un ambiente festivo que llenaba cada rincón de la casa.
Mientras tanto, los primeros invitados comenzaban a llegar. Lauren y Jhon entraron con su hijo, Liam, quien lucía emocionado. Alessando y Sophia, radiantes de felicidad, no podían ocultar su alegría. Jhirot y su esposa también llegaron, acompañados de su hijo, quien ese día tenía la firme intención de intentar establecer una relación formal con Aithana.
En las habitaciones superiores, los tres hermanos se preparaban con entusiasmo, cada uno con su propio estilo y personalidad.
En la habitación principal, Alex, con delicadeza, limpiaba las lágrimas que resbalaban por las mejillas de su esposa, ligeramente teñidas por un rubor natural.
—No llores más, mi amor —le pidió él con sutileza, acariciando su rostro con ternura.
—No puedo evitarlo —respondió ella, con sinceridad—. Ya tienen 23 años y...
—Siempre serán nuestros pequeños, Anna —la interrumpió él, intentando calmarla.
—El miedo sigue muy dentro de mí, Axel —soltó ella de repente, su voz temblando—. Ayer volví a tener la misma pesadilla.
Anna llevaba meses soñando lo mismo una y otra vez: "A su hijo descubriendo la verdad de su origen, rechazándolos y muriendo".
—No, amor, haré todo lo posible por evitar eso —le aseguró él, sosteniendo su cara entre sus manos, mirándola a los ojos con una intensidad que buscaba transmitirle confianza.
—Prométeme que siempre me traerás a mi hijo como aquella vez, Axel —le pidió ella con desesperación, como si la simple afirmación de aquel hombre fuera todo lo que necesitara para confiar y seguir adelante.
—Aunque mi vida se cueste en ello, Anna —aseguró él—, lucharé contra todo para preservar tu paz y la de nuestra familia.
—Te amo, Axel —dijo ella, abrazándolo con fuerza, refugiándose en sus brazos como cuando apenas se conocían, sintiendo que su amor era un refugio seguro.
Los candelabros de cristal adornaban el hermoso salón, brillando con la luz cálida de las velas. La mesa estaba repleta de comida deliciosa, y los invitados conversaban animadamente mientras esperaban a los cumpleañeros.
Alexa corría de un lado a otro, buscando la cámara para grabar a sus hermanos y a su padre cuando bajaran.
—¡Ay, vienen! —gritó la joven, su voz llena de emoción.
Todos se acercaron a ella, quien lucía preciosa con su vestido azul, un reflejo de la belleza de su madre a su edad.
De las escaleras comenzaron a descender Axel junto a sus hijas. Las dos chicas portaban un precioso vestido rojo similar, casi idénticas en su belleza. Axel, por su parte, venía igual que su padre, con un traje negro y corbata roja.
Mientras las chicas bajaban del brazo de su hermano, Anna, enfundada en un vestido negro entallado, venía del brazo de su esposo. Las lágrimas de antes habían sido reemplazadas por una hermosa sonrisa, aunque no se alcanzaba a reflejar en sus ojos, que ocultaban la tristeza y angustia que aún sentía.
—¡Feliz cumpleaños a mis tesoros! —exclamó el hombre de cabello canoso, acercándose a su hijo y a sus nietos.
—Gracias, padre —respondió Axel, siendo el primero en abrazar a Alessandro.
Mientras compartían abrazos, en un extremo, la mujer de cabello rubio, apenas salpicado de canas, miraba con profunda tristeza hacia donde estaba Anna con su hijo.
"Tu padre merecía verte crecer", pensó la mujer para sí misma, sintiendo un nudo en la garganta.
—Bienvenida, señora Sophia —dijo Anna, acercándose a su suegra. Esta, absorta en sus pensamientos, no se dio cuenta de la cercanía de la madre de sus nietos.
—Gracias, cariño. Hoy estás hermosa —respondió Sophia, y en sus palabras no había nada de mentira. Anna parecía cada vez más hermosa, con rasgos delicados que aún conservaban la frescura de su juventud.
Los cumpleañeros recibían sus regalos con alegría y agradecimiento, incluso los presentes que les había traído Eddi, quien acababa de regresar de unas vacaciones que le regalaron los chicos por su cumpleaños un mes antes.
Cerca de las seis, todos pasaron a la mesa. Mientras cenaban, comenzaron a compartir historias y anécdotas familiares, y los cuatro jóvenes Al Jaramane escuchaban con atención y entusiasmo. En momentos como aquel, nada parecía perturbar la paz de aquella familia.
—¿Vamos a bailar esta noche? —preguntó con picardía y disimulo Jared a Aithana mientras ella tomaba un poco de postre.
—Ujum... —respondió ella, con una sonrisa traviesa.
—Tu obsequio lo recibirás mañana —dijo el rubio, con una sonrisa que prometía sorpresas.
La hermosa joven no dijo nada, solo se limitó a sonreír con picardía, disfrutando del misterio.
El joven Axel se unió a la conversación que su padre mantenía con Jhirot y Jhon, mientras Aimara hablaba con su abuela sobre sus planes para abrir la clínica. Liam conversaba con Eddi sobre lo que había visitado en su viaje, y Alessandro había sido cautivado por su nieta menor quien no paraba de hablar mientras su abuelo asentía en todo lo que ella decía, aunque no entendiera nada.
—¿Me comprarás uno color rosa? —preguntó la joven de ojos azules, con una mirada llena de ilusión.
—Sí, cariño, de todos los colores que quieras —dijo él con una sonrisa, sintiendo que su corazón se llenaba de amor por su nieta.
—¡Han escuchado! —chilló, llamando la atención de los demás—. ¡Mi abuelo me regalará un coche como el que papá le ha dado a mis hermanos!.
Axel miró a su padre, quien se encogió de hombros. Para aquel hombre, negarle algo a alguno de sus nietos era imposible.
—Deja que mamá se entere —apuntó Aithana con burla—. Le dará un infarto.
Todos soltaron una risa ante aquello, mientras Alexa la miraba con fastidio.
—No tendrá que preocuparse, porque...
—Yo le voy a enseñar —intervino Axel, con una sonrisa traviesa.
—Por eso eres mi trillizo favorito —soltó la joven, haciéndole burla a su hermana.
—¿Y yo qué? —preguntó Aimara, haciéndose la ofendida.
—Tú eres la segunda... —respondió Axel, riendo.
Las risas continuaban, mientras que en la cocina, Lauren posaba sus manos en el hombro de su amiga, quien le había acabado de contar sobre los sueños que había tenido.
—Verás que son solo sueños, amiga —aseguró ella—. Nadie vendrá a quitarte a tu hijo.
—Es que lo sentí tan real, Lauren. Incluso me desperté con lágrimas —respondió Anna, sintiendo que la angustia la envolvía de nuevo.
Lauren no dijo nada, simplemente se posó ante su amiga y, con sutileza, limpió sus lágrimas cuando se percató de la presencia de alguien.
—¿Estás llorando, mamá? —preguntó Axel con un poco de preocupación mientras se acercaba a la mujer que, al apartarse de su amiga, intentó sonreír.
—Cariño, tu madre solo está un poco sensible —apuntó Lauren, con una mirada comprensiva—. Sus pequeños ya son unos adultos y eso la llena de nostalgia.
Lauren se apartó cuando el joven se acercó a su madre para abrazarla. Anna dejó que su hijo la envolviera en sus brazos, como lo hacía ella con él cuando era un niño, deseando protegerlo de todo.
—Te amo tantísimo, mi niño —dijo ella contra su pecho, sintiendo la calidez de su abrazo—. Nunca lo olvides ni dudes de eso, Axel.
—No hay poder humano que me haga hacerlo, mamá —respondió él con seguridad—. Yo también te amo, a ti y a papá.
Anna se colgó de esas palabras, intentando llenar su alma de tranquilidad. Era un bálsamo para su corazón, un recordatorio de que, a pesar de sus miedos, el amor de su familia era inquebrantable.
—Volvamos, ya es hora de partir el pastel —dijo el joven, y su madre asintió, sintiendo que la alegría comenzaba a regresar a su corazón.
Regresaron con el resto de la familia, que ya estaba en el salón junto a la mesa donde se erguía el gran pastel de cuatro pisos, cada uno con su respectiva vela. La decoración era un despliegue de colores y dulzura, un símbolo de la celebración que unía a todos.
La preciosa familia posaba ante la cámara, listos para sacar la foto que se había vuelto tradición cada año. Las sonrisas brillaban en sus rostros, y el ambiente estaba impregnado de risas y buenos deseos.
Sin embargo, en ese momento, nada más que la alegría reposaba en el corazón de Anna, quien sentía que la paz por la que había luchado tanto tiempo se vería alterada por la sombra de la verdad que se cernía sobre ellos. Era un pensamiento inquietante que la acompañaba, como un eco lejano que no podía ignorar.
Mientras el flash de la cámara capturaba la imagen perfecta de la familia, Anna se preguntó si ese sería el último momento de felicidad antes de que la realidad se desatara. Pero, por ahora, se permitió disfrutar de la calidez de sus seres queridos, aferrándose a la esperanza de que todo saldría bien.
—¡Una, dos, tres! —contó Axel, y todos sonrieron, congelando ese instante en el tiempo, sin saber que el futuro traería consigo desafíos que pondrían a prueba su amor y unidad.