Continuación de la emperatriz bruja y reencarne en una jodida villana.
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capítulo 6
Cuando las tres hermanas se reunieron en la biblioteca, notaron que los cristales, que antes eran de un azul celeste, ahora brillaban con un rojo intenso.
—¿Alguna vez lo vieron brillar así? —preguntó Isabela, sujetando el suyo con cautela.
—Nunca —respondieron Lyanna y Selene al unísono.
Selene frunció el ceño.
—Madre, en cuanto vio la nota, pensó en dos nombres: David y Caleb...
Lyanna abrió los ojos con incredulidad.
—¿Nuestros tíos? ¿Y qué tienen que ver ellos con esto?
—Tal vez no estaban tan muertos como creíamos —murmuró Selene mientras caminaba decidida hacia la sección prohibida de la biblioteca.
Sacó con cuidado un tomo antiguo, cubierto de polvo, con el escudo real grabado en la tapa. Al abrirlo, las tres comenzaron a leer el relato de la última gran guerra, librada por sus padres antes de su nacimiento.
Un silencio denso las envolvió.
—Veo que nuestros padres nos han estado ocultando muchas cosas —dijo Lyanna con seriedad.
—¿Entonces creen que nuestros tíos quieren reclamar el trono otra vez? —preguntó Isabela.
—No lo sé... —dijo Selene, aún leyendo—. Pero necesitamos respuestas. Y por eso les pedí que trajeran sus dijes.
—¿Recuerdan que madre dijo que, en caso de necesidad, podíamos invocar a Regulus, el Mago Supremo, con ellos? —añadió con tono grave.
—Sí —respondieron las otras dos.
—Entonces ha llegado el momento. Madre y padre no nos dirán la verdad, como siempre. Solo nos enteraremos cuando sea demasiado tarde...
Lyanna la observó en silencio, luego asintió.
—Está bien... ¿cómo se hace? ¿Alguien sabe cómo se invoca con esta cosa?
Antes de que pudieran responder, una ráfaga de viento atravesó la sala. Una figura encapuchada apareció frente a ellas, envuelta en una luz tenue.
—Ya lo hicieron —dijo la voz masculina, tranquila pero profunda.
Selene lo miró con intensidad, intentando leer su mente, pero fracasó. Frunció el ceño.
El joven sonrió con calma y agregó:
—Esos trucos no funcionan conmigo. Puedes preguntar lo que quieras, Selene. Le di esos cristales a tu madre para que, cuando llegara el momento, ustedes pudieran traerme de regreso.
Las tres se miraron entre sí. El ambiente en la biblioteca había cambiado; el aire se volvía más denso, como si el tiempo mismo se hubiera detenido con la llegada del misterioso mago.
—¿Tú eres Regulus? —preguntó Isabela con desconfianza.
El joven asintió y bajó ligeramente la capucha, revelando un rostro joven, de ojos dorados y cabello oscuro como la noche.
—He estado atrapado entre dimensiones, esperando este llamado. Me alegra ver que las hijas de Leonor han crecido bien...
—¿Cómo sabes quiénes somos? —cuestionó Lyanna, dando un paso al frente.
—Porque cuando entregué los cristales, también dejé parte de mi magia en ellos. Las he observado desde lejos. Ustedes son más poderosas de lo que imaginan... pero también están en peligro.
Selene frunció el ceño.
—¿Qué sabes de nuestros tíos? ¿David y Caleb siguen con vida?
Regulus asintió con lentitud.
—Sí, pero no como ustedes creen. Han sido corrompidos por la magia oscura. Sus padres creyeron que al encerrarlos en la Torre Mágica su don se debilitaría, pero no fue así. Con los años, Caleb y David volvieron a dejarse seducir por la oscuridad y han intentado escapar varias veces. En su último intento, uno de ellos lo logró, y fue ahí donde sentí el llamado.
—¿Nuestros padres los encerraron? —susurró Isabela, horrorizada.
—Lo hicieron para proteger su mundo. Hay una profecía que dice que solo la verdadera elegida puede derrotar al mago oscuro y detener el fin de los tiempos. Tu madre lo evitó por un tiempo, pero cuando me reuní con la Diosa, supe que ella no era quien acabaría con la oscuridad...
Hace trescientos años, la batalla entre el bien y el mal se libró. Semidioses, dragones, magos y humanos lucharon hombro a hombro, espada con espada, para acabar con un enemigo en común: el mal. La semidiosa Circe logró sellar la grieta entre ambos planos, ya que los poseídos causaban gran destrucción en este mundo. Pero no fue suficiente. El sello se está debilitando. Los cristales rojos son la señal de que el equilibrio está por romperse. Ustedes deben decidir: enfrentarlos... o dejarlos regresar.
Solo la nueva Elegida y Guardiana de los Dragones podrá luchar y vencer por completo al mago oscuro... Caleb. Ella tiene poderes divinos, con la capacidad de purificar la oscuridad.
Las tres chicas se miraron entre sí, y Selene fue la primera en procesar toda la información.
—¿Qué sucede si regresan?
Regulus las miró con seriedad.
—Destruirán todo lo que conocen. El trono, la corona, sus familias... todo será consumido por la oscuridad. Pero no están solas. Yo estoy aquí para guiarlas.
Selene se cruzó de brazos.
—Entonces enséñanos. Enséñanos a luchar como verdaderas herederas.
Una sonrisa orgullosa apareció en los labios de Regulus.
—Muy bien. Pero deben estar dispuestas a sacrificar todo. Esta noche partimos en busca de la princesa Neftalí... Ella es la Elegida para proteger a los últimos descendientes de los dragones.
Lyanna miró a sus hermanas y, volviendo su vista a Regulus, asintió.
Sin más, el mago les regaló una sonrisa y, despidiéndose de las tres, mencionó que antes debía hablar con la emperatriz.
Ninguna pudo detenerlo, ya que, tan pronto volteó, el mago desapareció frente a sus ojos.
Isabela, al ver esto, comentó:
—Debo pedirle que me enseñe ese truco.
Lyanna asintió en respuesta y Selene se mantuvo en silencio, procesando todo lo que Regulus había dicho.
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Por otro lado, en la oficina de la emperatriz, Leonor, Mauricio y Maximus se encontraban reunidos, leyendo el pergamino e intentando descifrar a qué se refería con eso de "El exiliado regresará".
—No lo entiendo... Hasta donde sabía, tu hermano aún permanecía en la torre...
—Mi hermano también —mencionó el emperador Mauricio.
Pero pronto el encapuchado ingresó sin permiso a la oficina como un espectro, apareciendo frente a los tres emperadores.
—Pues uno logró escapar... la guerra que tanto temíamos aún no ha comenzado.
—¿Regulus? —Leonor miró al joven y, tan pronto este le regaló una sonrisa, se acercó a él y lo abrazó.
El emperador Mauricio salió de su aletargamiento al ver cómo Leonor abrazaba al mago y, acercándose a ellos, dijo:
—Vaya... no puedo decir que me alegra verte, pero por tus palabras algo me dice que tu presencia aquí no es por casualidad.
Regulus se incorporó y, al separarse de Leonor, dijo con una sonrisa:
—Majestad, veo que se ve más... maduro. —Luego volvió su mirada a Leonor y agregó—: En cambio a ti, mi emperatriz, sí que no te pasan los años. Sigues siendo igual de bella que la última vez que te vi.
Maximus, al ver la mandíbula tensa de Mauricio, decidió intervenir y agregó:
—Regulus... déjate de presentaciones. Ya tendrás tiempo de recordar los viejos tiempos. Ahora dinos... ¿a qué te refieres? ¿Quién escapó?
—Caleb... El mago oscuro está de regreso...