Irina mata a su esposo, tras enterarse que tiene secuestrada a la hija de su jefe para violarla y golpearla.
NovelToon tiene autorización de Lilian Ortega para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Pensamientos
Aún permanecía en pijama, cuando escuché que alguien llamaba a la puerta; no le di mucha importancia porque estaba segura de que Violeta iría a abrir. Yo estaba distraída perdida en mis pensamientos, sentada en mi pequeño sofá amarillo, con una taza de café en mis manos. Cuando estaba en soledad, nadie podía meterse en mis pensamientos perversos y macabros. Ante los demás, yo era una mujer como todas: tenía un trabajo, amigas con quien tomar un café, y me hubiera gustado ser la soltera más hermosa y codiciada, con una vida aparentemente perfecta. Sin embargo, pocos detectaban que detrás de mi sonrisa y mi apellido ilustre se escondía una persona oscura y fría que aún no había logrado desatar su ira, pero que en cualquier momento cobraría cuentas.
—Hola, Irina. Hace un buen rato vengo tocando la puerta, pero nadie me contestó, y como la vi entreabierta, me atreví a pasar.—dijo André cuando abrió por completo la puerta y se encontró directamente con mis ojos—Lo siento, no quería entrar sin tu permiso.
— Hola André, estaba perdida en mis pensamientos, que no escuché la puerta, pero, dime, ¿Qué se te ofrece?— pregunté volviendo a mi órbita y dejando la taza en la mesita del costado.
—Un día me ofreciste tu ayuda, y ese día llegó, ¿Me harías un favor muy grande?— dijo con toda amabilidad poniéndose en mi frente.
No recuerdo cuando fue que le di tanta confianza, para que interrumpiera mis pensamientos y mi casa.
Por un instante quería echarlo, pero después de un rato recordé que sus curvas varoniles me hacían ruido hace mucho tiempo ya. Era una mujer casada, pero no estaba mal desear algo de carne humana. Sentir esa sensación que toda mujer tiene derecho, y no solo las caricias bruscas de mi esposo.
Sonreí fingiendo a que se refería, pero la verdad no recordaba haberle ofrecido mi ayuda, se veía tan convencido de que le haría un favor.
André era mi vecino del departamento de al lado; era el hombre más bello del edificio. Sus musculos resaltantes me ponian nerviosa en ocasiones; muchas veces fantasíe con su cuerpo en mi cama, quería rosar mis labios con los suyos, y tenerlo entre mis piernas. La sensualidad de su cuerpo me atraía como un imán, hacía que cada parte de mis músculos sufra por no tenerlo a mi merced.
—¡Los favores que yo hago tienen un precio!— le dije parándome frente a él; rosando mi dedo por sus partes íntimas. Hace días ya lo venía observando, sabía cuál era el favor que me pediría, pero no podía permitir que me lo mencionara, fui más rápida que él, y me adelanté. No me importaba si en ese momento llegaba Axel, solo por un instante quise sentir que era yo.
Con el pequeño roce logré que su miembro aumente de volumen; lentamente acerque mis labios donde los suyos, los mantuve a poca distancia sin chocar con los suyos, sentía su respirar, sus ojos eran tan profundos que no podía percibir lo que gritaban, con mi otra mano volví a tocar su músculo excitado, estaba convencida de que lograría llevarlo a mi cama, pero lastimosamente salió corriendo de mi ambiente de confort.
"¡Mierda... escapaste!", grité.
Intuí que su atracción no tenía interés en mi cuerpo. Era obvio, él sabía que era una mujer de otro hombre. Su interés estaba en mi amiga Ofelia; los últimos días, Ofelia me acompañaba a casa después del trabajo porque sufrí un episodio de estrés y quería asegurarse de que llegará bien, ya que Axel estaba en un viaje de trabajo. En el transcurso de esos días, André espiaba silenciosamente a mi amiga; su magnetismo por ella era muy notorio. Me enfurecía darme cuenta de esa verdad. Yo había visto primero a André, pero él nunca me veía con otros ojos, porque sabía que Axel era el dueño del edificio y que tarde o temprano se enteraría y lo echaría si cometía algún error.
Le pedí a Ofelia que dejará de acompañarme, ella dejó de venir al edificio y André sintió ese vacío.
"Si quieres a Ofelia en tu cama, primero tendrás que pasar por la mía", pensé y sonreí.
Al día siguiente, antes de ir al trabajo, me vestí sensualmente, más sensual de lo normal, quería atraer a los hombres como moscas asquerosas; para luego lavar sus cerebros hambrientos y calenturientos, y jugar con ellos en mi mente. Pero antes quería hacer una parada corta, y para eso me puse labial en los labios, porque era momento de marcar y sellar el cuerpo de mi vecino, como un trofeo. Axel se fue antes al trabajo, sabía que ya no volvería, así que me tome unos segundos para reunir valor, no quería verme vulnerable ante él. Quería que me viera como una mujer dependiente de su cuerpo y sus decisiones.
Toqué su puerta, ocultando mis nervios tras una seriedad disimulada, quería disculparme y encararle de una vez lo que quería hacer con él. Abrió la puerta al escuchar que alguien llamaba a su casa. Su asombro fue el desayuno, que aún no había probado, me miró sin parpadeo, no entendía por qué tenía esa reacción.
— ¿Puedo pasar?— le pregunté, al ver que no decía nada, para hacer que sus nervios circulen por su cuerpo y diga algo.
—¡No creo que sea prudente!—respondió intentado que me fuera.
—Ayer entraste a mi casa sin mi consentimiento, ¿y ahora te estás negando a que entre a la tuya?
No dejaba de mirarme, pero me sonría, hasta que por fin dijo algo.
—Perdón, pero tengo todo un desastre.
—Yo no vengo a ver el desorden, simplemente quiero satisfacer una necesidad que tengo hace un buen tiempo ya, y solo vos podés ayudarme a liberarme de ese castigo.
Su agitación iba creciendo, ya no pude controlarme más, le metí con un empujón a su casa y cerré la puerta, clave mis labios con los suyos, de una manera muy torpe baje el cierre de su pantalón y metí mis manos. Sentí como su pequeño músculo crecía con las caricias, los estímulos de nuestros cuerpos se excitaban a cada beso, a cada roce, a cada caricia, ambos perdimos el control de todo, nos quitamos la ropa y descargamos el deseo que explotaba por nuestras venas.
Finalmente nuestros cuerpos habían logrado fundirse, sentir sus fluidos recorrer por mi cuerpo fue la sensación más deleitosa y satisfactoria que podía sentir. Muchas veces había imaginado con este momento y por fin se había hecho realidad.
Aparte mi cuerpo del suyo para recuperar el aliento, después de los movimientos violentos y bruscos que sufrieron nuestras pieles. Cuando di la vuelta para afrontar mi mirada con en el de él, me di cuenta de que no era André. Un rostro que nunca había visto estaba frente a mí.
Mi mente había visualizado su rostro en otro cuerpo. Una ola de viento me cubrió y no supe como escapar, el extraño frente a mí me sonrió, me petrifique por un instante —Se me hizo algo tarde, me tengo que ir—dije, y como pude tome mi ropa y salí, quise morirme por un instante. Cuando habría mi puerta para entrar a mi casa, el verdadero André salió del suyo, clavó su mirada en mis curvas descubiertas, no supe que decir, pero no debía mostrarle mi debilidad, respiré profundo sin que él se diera cuenta y me acerque a su puerta, le miré directamente a los ojos por unos segundos, y a sus oídos susurré—Con cada centímetro de mi piel te deseo— me atreví a tocar su entrepierna con mis manos.
—¡Estás loca!—me dijo quitando mi mano de su cuerpo. Sentí una electricidad hiriente con ese pequeño rechazo.
Me iba a costar comerme ese dulce. André despertaba mil sensaciones en todo mi ser, pero para él solo era una vecina más, con quien no podía coquetear, porque sabía perfectamente que era una mujer casada, prohibida y que algo ocultaba, pero que prefería no descubrir.
Entre a mi casa media desnuda.
—¿Está bien señora?— Violeta me preguntó al verme agitada y con nervios.
—Si el vecino André aparece muerto, no es mi culpa— le respondí.
—¿Por qué dice eso señora?
—No hagas muchas preguntas, Violeta. Es mejor que no sepas mucho, porque si no, te tocará justificar cada palabra con la ley.
Violeta continúo con su trabajo. Yo me bañe para luego ir al trabajo.
Los días siguientes André me ignoraba, hacia lo posible para no cruzarse en mi camino, esto me hacía odiarlo. Dentro de mí un sentimiento maligno estaba empezando a brotar, si lo dejaba enraizar, esto no seria nada favorable para los que estaban a mi alrededor.