Aldana una joven doctora que cuando con un prometedor futuro, cambia su destino al cometer un gravisimo error...
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capítulo 15
Un rato después, sentadas en el sofá con las laptops frente a ellas y un par de tazas de café ya frías, Aldana y Letty tecleaban frenéticamente.
—¡Aquí está! —exclamó Letty triunfante—. Leonardo Moretti, director de operaciones de la nueva sucursal en Los Ángeles... ¿Ves? Te dije que lo encontraría fácil.
Aldana se inclinó para mirar la pantalla. Su corazón dio un vuelco al ver su foto en la nota de prensa. Sonreía como si la vida le fuera perfecta, como si nada hubiera pasado entre ellos.
—¿Y tú dices que no tienes suerte? —dijo Letty con una sonrisa pícara—. Míralo, está a menos de media hora de aquí, en el mismo maldito estado. Podría estar en Roma, París o Buenos Aires, pero no… ¡aquí!
—No tengo ni su número, Letty. Ni una maldita forma de contactarlo. Me dijo que me llamaría si venía a Los Ángeles... pero no lo hizo.
—Bueno, tal vez no guardó tu número, tal vez perdió la tarjeta, o tal vez es un idiota. Pero si no vas, nunca lo vas a saber.
Aldana suspiró, cruzándose de brazos.
—¿Y qué se supone que haga? ¿Me aparezco como una acosadora en su oficina y le suelto la bomba de que está por ser papá?
—No, no así. —Letty sonrió con astucia—. Vamos con calma. Mañana es viernes. Planeamos bien cómo acercarnos, vamos a su empresa con algún pretexto, y ves si hay alguna posibilidad de hablar con él sin soltar todo de golpe. Si se da la ocasión, le dices. Y si no, al menos sabrás si vale la pena intentarlo.
Aldana la miró con mezcla de miedo y resignación.
—¿Y si no quiere saber nada?
—Entonces seguimos adelante. Pero con la conciencia tranquila de que hiciste lo correcto. Mira, yo te acompaño, nos arreglamos bien, nos vemos lindas y entramos como dos profesionales. Tú no vas a rogarle nada a nadie. Solo vas a decir la verdad.
—Okey… pero si todo sale mal, quiero que sepas que fue idea tuya.
Letty levantó su taza de café y brindó en el aire.
—Con gusto. Pero confía en mí, cinturita... esto recién empieza.
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El edificio de cristal se alzaba imponente en pleno centro financiero de Los Ángeles. Las letras plateadas con el nombre “Moretti International” brillaban bajo el sol de la mañana. Aldana tragó saliva al bajarse del auto, sintiendo cómo su estómago se encogía.
—Respira, cinturita —murmuró Letty, acomodándose las gafas oscuras—. Caminas como si vinieras a confesar un crimen.
—Siento que eso voy a hacer —susurró Aldana, arreglándose el saco claro y repasando mentalmente su discurso—. “Hola, ¿recuerdas la noche en Londres cuando te usé como terapia para superar a tu ex? Bueno, tenemos un pequeño resultado”. Perfecto.
—No —corrigió Letty mientras ambas cruzaban la puerta giratoria—. Dices: “Hola, soy la mujer increíble que besaste antes de que Londres nos separara. Y por cierto, tengo algo importante que contarte”. Seguridad y elegancia, Aldana.
Al entrar al vestíbulo, un ambiente moderno y elegante las envolvió. Recepcionistas impecables, ejecutivos en trajes de diseñador y pantallas digitales que anunciaban reuniones y eventos. Aldana sintió que no pertenecía allí.
—¿Puedo ayudarlas? —preguntó una recepcionista, con una sonrisa profesional.
Letty dio un paso al frente con total seguridad.
—Sí, venimos a hablar con el señor Leonardo Moretti. Es un asunto personal.
—¿Tienen una cita con él?
—Aún no, pero estoy segura de que querrá vernos —replicó Letty con una sonrisa encantadora.
La recepcionista alzó una ceja, claramente escéptica, y tomó el teléfono. Después de marcar y esperar unos segundos, negó con la cabeza.
—Lo siento, el señor Moretti está en una reunión y no recibe visitas sin cita previa.
Letty entrecerró los ojos, calculadora, y soltó:
—¿Acaso no sabes quién es ella? Es la hermana del señor Moretti.
Aldana giró hacia su amiga con horror.
—¿Qué demonios estás diciendo? —susurró por lo bajo.
La recepcionista frunció el ceño, pero al mirar la identificación de Aldana y ver su apellido, palideció.
—Lo siento mucho, señorita Salcedo… No sabía. El señor está en una junta, pero pueden esperarlo si desean.
—Gracias —respondió Aldana con cortesía.
Mientras tomaban asiento en la elegante sala de espera, murmuró entre dientes:
—Jamás vuelvas a decir algo así... sabes lo enfermo y retorcido que suena, ¿no?
—Bueno, técnicamente es verdad —replicó Letty, despreocupada—. Lo que no entiendo es cómo, habiendo tantos hombres en el mundo, fuiste a fijarte en tus hermanastros...
—Sebastián fue una decisión consciente —dijo Aldana, cruzando las piernas.
—¿Y Leonardo?
—Borracha. Era él o cualquier otro tipo en el bar...
Letty la miró como si analizara cada palabra con lupa.
—Vaya, sí que estabas decidida esa noche.
—Cállate... Letty, siento que la fuerza me abandona. Me quiero ir.
—Ah, no. Ya estamos aquí. Respira y esperemos tranquilitas. Mira el lugar, el aire acondicionado, el piso de mármol. Hasta si esto sale mal, igual nos vamos como unas reinas.
Aldana cerró los ojos, tratando de calmar el torbellino de pensamientos que amenazaban con derrumbarla. En su vientre, una presión creciente le recordaba que no estaba sola. Que la decisión de ir hasta ahí no era solo por ella.
Era por ambos.
Y era ahora o nunca.